Un pequeño chico para amar

Un corazón lleno de amor

Había pasado unos días desde el accidente. Los médicos atendieron rápidamente para salvar la vida del rubio ya que los daños que sufrió su cuerpo eran graves y la parte más dañada por el fuego fue su rostro.

Aquel rostro delicado y hermoso ahora estaba envuelto por unas malditas vendas. Sus pulmones estaban débiles por lo que tenía conectado un respirador.

Aquel día que sería especial se había vuelto un día lleno de lágrimas, miedo y angustia. Aunque Koko estaba en cuidados salía a la habitación del mayor para verlo. Tenía que verlo, no importaba si se sentía mal o le dolía algo. Inupi era primero.

La mirada del pelinegro estaba algo perdida, Inupi desde que había despertado no le dirigió la palabra, como si Koko hubiese tenido la culpa de todo.

Y la verdad era que así se sentía, demasiado culpable. Debía haber ido a retirarlo, debió ser igual de irritable como siempre e ir a su casa por él. Y tal vez así nada le hubiese ocurrido a su precioso Seishu.

- De verdad planeas no hablarme nunca más? - el silencio fue su respuesta otra vez - al menos puedes gritarme y decirme que me odias por todo esto...

Miró la cansada mirada del rubio y suspiro algo agotado.

- Tal vez debí decírtelo apenas despertaste... - bajó la cabeza - lo siento mucho Inupi - sus ojos se llenaron de lágrimas que pronto empezaron a deslizarse por sus mejillas - lo lamento tanto, todo esto ... - su voz se quebró y tomó fuerzas para continuar - todo esto es mi culp-

- No seas tonto...

La delicada y fina voz de su rubio cortó su habla, lo sorprendió demasiado. Al fin podía volver a oír esa hermosa forma de hablar. Lentamente levantó la vista para encontrarse con los bellos ojos verdes.

- No es tu culpa Kokonoi... quien debe disculparse soy yo... - una fina capa de lágrimas se formó en los ojos de color - Lamento no haberte hablado... debiste pasar un mal tiempo por mi culpa... lo siento Koko...

- Inupi... está b-

- No está bien. Kokonoi por qué viniste por mí? - un pequeño silencio inundo la habitación

- Porque creó conocerte lo suficiente. Aunque siempre estés rechazándome jamás serias capaz de haberme citado para dejarme plantado. Por más que te envié miles de mensajes siempre respondes porque no quieres preocuparme. Inupi te amo por eso no me importó arriesgar mi propia vida... Te quiero tanto Inupi... que lo único que deseo es cuidarte y hacerte feliz...

- Eso dices ahora...

El rubio volteó su rostro para dejar de mirar al menor, sus lágrimas mojaban las vendas que cubrían sus heridas.

- Tú cambiaras... como todos...

- De que hablas? No ... no te entiendo

- Yo... - el oji verde tomó valor, aun si lloraba y su voz se quebrará le contaría lo que sentía a aquel pelinegro - Solía gustarle a alguien... él... me trataba muy bien, puedo decir que fue la primera persona en gustarme tanto. Cuando ambos empezamos a salir todo era de color rosa... pero con él aprendí que las personas cambian, sus intereses cambian, sus vistas también, hasta sus gustos... de un día al otro comenzó a degradarme, burlase de mi aspecto, se reía de lo ridículo que me veía estando detrás de él... fue capaz de mostrarle a toda la escuela las cartas estúpidas de amor que le regalaba... y cuando le pregunte porque había hecho todo eso, simplemente me dijo que lo aburrí - dejó salir un pequeño sollozo - me dijo que ya no le gustaba nada de mí, que simplemente había sido una tonta etapa, que estaba ciego en fijarse en alguien tan horrendo como yo... mis ojos le daban asco... mi voz lo irritaba... todo de mi era pura molestia para él... Tú también cambiaras. Después de cansaras de mí y solo seré un peso que quieras quitarte de encima... y para no salir herido debo evitarte y no aceptar que también me gustas... prefiero simplemente que con el tiempo te des cuenta que no soy lo que buscas... no importa si por dentro de mi corazón grita y llora por tu amor... prefiero eso a volver a ser herido... - sus sollozos se escuchaban más fuertes. De alguna manera rara Inupi le había confesado sus sentimientos.