Capítulo 5

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Eran más de las dos de la madrugada cuando Severus regresó finalmente a Hogwarts. Le dolía todo el cuerpo, las múltiples maldiciones cruciatus que le habían freído esencialmente los nervios, lo dejaron sintiéndose como si le hubiera caído un rayo varias veces.

Se arrastró hasta sus aposentos, agradeciendo que los alumnos estuvieran dormidos y no fueran testigos de su estado de debilidad. Sabía que tenía que ir a ver a Albus antes de caer en su cama e intentar dormir al menos unas horas. Pero antes, necesitaba urgentemente una poción anticruciatus, una de sus propias invenciones que se hizo necesaria por el pasatiempo favorito del Señor Tenebroso.

Una vez que bebió la poción y se deshizo de la capa negra, Severus se dirigió a la chimenea. Todavía le temblaban las manos cuando alcanzó el polvo floo.

-¡Severus!- El director, ya vestido con un camisón y una bata púrpura por encima, le esperaba en su despacho. -¿Cómo ha ido? ¿Estás herido?-

El maestro de pociones salió de la chimenea con cuidado, atento a sus miembros aún doloridos. -El Señor Tenebroso no estaba contento conmigo-. Respondió Severus. -Me ordenó que encontrara el camino de vuelta a sus buenas gracias-.

Albus asintió, satisfecho con el resultado. -¿Y tu castigo?- Inquirió, aunque ya sospechaba la respuesta. Severus ha regresado a menudo de las convocatorias de Voldemort con dolor.

-Lo de siempre-. Respondió el pelinegro. -Me merecía algo mucho peor-.

Se sentó rígidamente junto al escritorio del director, asegurándose de que su espalda no tocara la silla.

Albus lo miró con expresión pensativa. -¿Hay alguna razón válida por la que hayas tratado a Harry de forma tan dura?- Preguntó finalmente.

Mirando a la pared del fondo con una expresión inexpresiva en el rostro, Severus negó suavemente con la cabeza. Cuando volvió a hablar, sonó distante, con sus emociones ocultas. -La amistad de Lily fue una de mis posesiones más preciadas y apreciadas durante toda mi infancia. Ella fue mi refugio de un padre abusador, de una madre a la que empecé a resentir porque tenía los medios para protegernos y sin embargo dejaba que el abuso continuara. Lily me ha mantenido cuerdo, sólo cuando la perdí me di cuenta de hasta qué punto eso era cierto. Luego estaban Potter y el resto de los Merodeadores. Podían salirse con la suya con cualquier cosa, bromas, intimidación, prácticamente con el asesinato, ¡y tú se lo permitías!-.

Albus trató de interrumpirlo, pero Severus continuó.

-Cuando Lucius Malfoy se acercó a mí con una invitación del Señor Oscuro, no me lo pensé dos veces antes de aceptarla. Parecía ofrecerme todo lo que anhelaba, respeto por mis habilidades, poder, fama, aceptación...- Severus se giró rígidamente para mirar al director. -Entonces escuché la profecía y cometí el mayor error de mi vida. Pinté una diana en la cabeza de Lily. No importaba que el Señor Tenebroso solo quisiera a su hijo, sabía que Lily nunca renunciaría a su bebé sin luchar. Me esforcé por salvarla como fuera. Me arrastré a los pies del Señor Tenebroso, rogándole que perdonara la vida de Lily por mí. Acudí a ti, arriesgándome a que me enviaran directamente a Azkaban con tal de que Lily estuviera a salvo. Todo fue en vano-.

Los ojos del maestro de pociones brillaron con una emoción repentina. -Lily estaba muerta, pero el niño sobrevivió. Sin el niño no habría habido profecía y mi amiga estaría viva. Sin embargo, el niño también era parte de Lily, la parte más pequeña de ella que vivía y he jurado protegerlo. He mantenido mi palabra a pesar de que el niño era un Potter hasta la médula. Una miniatura de mi atormentador de la infancia volvía a correr por los pasillos de Hogwarts, saliéndose con la suya al igual que su padre. ¿Puedes culparme por estar amargado?-

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