Capítulo 28

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Severus aterrizó en un gran claro rodeado de un bosque aparentemente denso, aunque al inspeccionarlo más de cerca se dio cuenta de las figuras oscuras que revoloteaban entre los altos árboles. El Señor Tenebroso estaba de pie en el lado derecho del claro, los pocos miembros de su círculo íntimo que no estaban muertos o encarcelados esperaban humildemente sus órdenes.

Los brillantes ojos rojos se volvieron hacia Severus y éste cayó de rodillas en cuanto estuvo a pocos metros.

-Mi Señor-. Inclinando la cabeza, escudriñó rápidamente el claro en busca de alguna señal de Harry.

-Severus-. El Señor Tenebroso siseó su nombre con rabia. -¿Has venido con las manos vacías?-.

Buscando con cautela en el bolsillo de su túnica, Severus sacó la caja encantada. -No, mi Señor. He preparado las pociones necesarias, mi Señor-. Sostuvo la caja frente a su cara, sin levantar los ojos de su posición abatida.

-Bien. Puedes levantarte-. Los ojos rojos lo observaron con desconcierto mientras ofrecía la caja al Señor Tenebroso y luego se unió al resto de los mortífagos.

Hoy no llevaban máscaras, aunque Severus habría conocido sus identidades aunque las llevaran. La cacareada Bellatrix Lestrange era imposible de pasar por alto, así como el encogido Peter Pettigrew.

Los hermanos Carrow tenían expresiones idénticas de adoración cuando miraban al Señor Tenebroso y de desprecio cuando miraban a cualquier otro. Y por último, la imponente presencia de Thorfinn Rowle, un rubio enorme y musculoso, no podía pasar desapercibida.

El Señor Tenebroso estaba inspeccionando el contenido del cajón, cogiendo los frascos uno a uno y observándolos detenidamente como si estuviera juzgando su calidad. Severus hizo una mueca mental, por algo era el maestro de pociones más joven. Todas sus pociones eran de calidad superior.

Se estaba inquietando, ¿dónde estaba Harry? Parecía que el Señor Tenebroso no lo tenía después de todo, pero entonces, ¿dónde podría estar? Sabía que el Señor Tenebroso se regodearía y torturaría al chico si alguna vez lo capturaba; algo que Severus siempre había esperado evitar.

Una voz aguda y alegre lo sacó de sus preocupaciones. -Amigos míos, hoy quedará marcado en la historia como un día de gran importancia para el Lado Oscuro. No sólo liberaremos a nuestros hermanos encarcelados en Azkaban, sino que hoy, vuestro Señor se convertirá en el mayor hechicero de todos los tiempos-.

Bellatrix se arrojó a los pies del Señor Oscuro, besando reverentemente el borde de su túnica. -¡Mi Señor, usted es el más grande! El más grande de todos-.

La boca sin labios se estiró en una parodia de sonrisa, la mano huesuda acarició dos veces el pelo salvaje de Bellatrix. -Sí, mi querida Bella, el más grande de todos-. Con un gesto de la mano, indicó a Bellatrix que volviera a su sitio. -Hoy, tendrás el privilegio de presenciar la ascensión de tu Señor al poder, porque tu Señor es el único dispuesto a explotar la magia más oscura, a empujar los límites que nadie se ha atrevido a cruzar antes. Y hoy, el Lado de la Luz me ha proporcionado el sacrificio definitivo-. Cacareando maníacamente, apuntó con su varita y con el más mínimo movimiento levantó el hechizo de invisibilidad que aparentemente había lanzado antes.

Allí, precisamente en el centro del claro, se encontraba un pequeño altar de piedra. No era mucho más grande que una mesa de café normal, pero era lo suficientemente alta como para poder usarla cómodamente de pie, y los lados del altar estaban decorados con una serie de runas talladas.

Sin embargo, esa no fue la razón por la que la sangre de Severus se heló de repente en sus venas. Delante del altar yacía el cuerpo inmóvil de Harry Potter, con el pelo revuelto abanicado sobre la hierba cubierta de rocío. De pie sobre él, con una varita apuntando a la cabeza del chico, estaba Thaddeus Nott, con el rostro retorcido en una cruel mueca.

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