Capítulo 8- En casa otra vez...

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Intentaba no dormirme esforzándome en contemplar el paisaje aunque mis ojos ya empezaban a pesarme y el sueño me estaba derrotando.
Me desperté por el llamado de mi vieja que me gritaba desde afuera para que me despertara de una vez. Abrí los ojos de a poco hasta acostumbrarme a tanta claridad, contra mi voluntad algunas lagrimas cayeron y ahí mismo me las limpie para que nadie lo notara.
Una mezcla de sentimientos me invadió y no podía evitar sonreír mientras una paz invadía todo mi cuerpo  con el olor a tierra mojada que impregnaba el lugar, me sentía en casa...
Todo estaba igual como lo había abandonado hace años, el cartel de Rumipal dando la bienvenida, la terminal del lado izquierdo y en el lado derecho el camping donde se encontraba la cabaña; la entrada del camping era una mini casita con una oficina donde te atendía Ines siempre con una sonrisa. Y esos típicos palos que suben y bajan dejando pasar los autos. Con rayas blancas y rojas.
Era una señora de unos cuarenta y algo con el cabello castaño con muchos rulos, bien pálida con algunas pecas, de lo que me habían contado mis viejos, ella vive en el pueblo de chiquita cuando dejo Buenos Aires para vivir acá con sus abuelos.
Volviendo al camping, tiene un camino de tierra que termina en un lago, teniendo del lado derecho las cabañas y del otro las casas rodante de la gente que se queda unos días que esta de paso. Y mas las fondo el sector de las carpas.
Salude a Ines con un abrazo y deje  a mis viejos para ir derecho a la cabaña. Me sabia el camino de memoria; doblar a la derecha, derecho unas seis cabañas hasta la cabaña del cartel "Los Martinez" y después otra vez a la derecha donde estaba la cabaña en forma de triangulo con techo azul.
Y ahí estaba casi una de las últimas cabañas antes de llegar al lago, se veía unos cuantos metros de terreno acompañado de algunas plantas y árboles que terminaban en un lago cristalino como un espejo.
No pude evitar dejar la mochila tirada en la puerta de la cabaña e ir corriendo al lago. El tronco o mejor dicho "mi tronco"con mi nombre grabado en él. Típico de las películas, consideraba que era muy necesario que tenga mi nombre. Seguía al frente el lago, donde pasaba mis tardes leyendo o tomando mates con mis viejos pero a la mañana bien temprano pescaba con mi viejo y de noche volvía para escuchar música o hasta llorar por todo lo que me guardaba e intentaba ocultarle a mi mamá. Los recuerdos de las noches frescas con las estrellas iluminando el sitio era hermoso y alguna luciérnaga perdida entre los árboles. Todo eso pararía otra vez aunque sólo sean unos días, volveré como una persona nueva.
Respire profundo intentado que cada recuerdo de ese momento se conservara en mi memoria para siempre.
Cuando solté el aire de mis pulmones, me di cuenta que un chico a lo lejos me estaba mirando sentado en una piedra a unos metros de donde estaba.
No me parecía conocido de acá y tampoco era muy simpático la verdad solo se quedó ahí mirándome y se fue como si nada.

𝕷𝖔𝖘 𝖗𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔𝖘 𝖉𝖊𝖑 𝖆𝖑𝖒𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora