La mañana era una completa tortura, mi rutina constaba en levantarme, asear medio el departamento, cambiarle el arenero a Mr. Trance, tomar un café he irme al trabajo y cada dos días ir con mi terapeuta la señora Johnson. Mis padres me había suplicado que viera a una terapeuta, aunque mis ganas y ánimos no había cambiando en nada en estos seis meses, mi corazón estaba muy roto y vacío por causa de Rossana, la extrañaba demasiado, su ausencia en nuestro departamento me hizo aislarme de mis amigos, vivía amargado, con una gran tristeza y fingía delante de mi familia, para evitar preguntas.
Me había alejado de la familia de ella, no quería estar rodeado de personas que no hicieron nada para que no tomara ese avión... si soy egoísta, pero todo era culpa de ellos y una parte mía por decirle que llegara rápido de ese viaje... por extrañarla tanto en esos putos tres días que estuvo alejada de mi. Por que mierda no deje que esperara otro vuelo... porque...
el sonido de mi teléfono me saca de mis pensamientos, veo que es una llamada de mi jefe — Si —contesto de una mera muy seca y directa.
— Buenos dias Daniel, te espero en el departamento de pruebas, quiero que le veas el visto bueno a una materia prima para el papel.
— Seguro. Estaré en treinta minutos — salgo del departamento, para encontrarme al molestoso pequeño vecino que tengo al frente. Rossana lo cuidaba cuando su madre soltera tenia que hacer doble turno, el niño pecoso de cabello negro me mira, el sabe muy buen que nunca me agrado, menos que me quitara tiempo con mi novia... camino si verlo o prestarle antenacido, mientras el niño intenta acercarse a mi. Algo que esquivo perfectamente, su madre me mira con odio, pero no ahí cosa que me de mas igual que las personas de ese edificio.
Al estar en mi trabajo, puedo sentir y ver las miradas de tristeza de ,mis compañeros. ¡Con un carajo, ya han pasado seis meses de su muerte! deje de mírame con sus cara de hipócritas. No las necesito... mi oficina, no era la mas grande de todas, pero por lo menos tenia una, era igual de simple como yo. Paredes blancas, sillón del mismo color, escritorio de hierro gris y una laptop que tenia muchos stickers de unicornio, corazones amarillos y conejos. Suspiro al verlos...
Flashback.
— Rossana, te dije que no los pegaras... — mi tono es de molestia, por que esa mujer es tan terca — No me gusta esos stickers, ahora tengo que irme con ellos — No los dejaba de mirar con desprecio, unicornios, corazones y conejos, que coño.
Ella me mira de forma angelical y acaricia mi hombro — son hermoso y le dan un toque a esa laptop aburrida — besa mi mejilla — ten un poco de estilo mi vida.
Fin del flashback.
— Buenos días Daniel — Marie me saco de mis pensamientos que todavía estaba parado delante de mi laptop — el jefe te espera.
Me sonríe, de una manera muy coqueta, si estuviera Rossana, diría que le gusto o que me quiere follar, algo muy tipo de su humor un poco negro. Hago una sonrisa de medio lado y voy donde mi jefe. El proyecto que tenia entre manos era muy ambicioso, pero era muy solido, necesitaba que yo hiciera pruebas y poder darle luz verde, algo prefecto para mi, por que serian meses que tendría la mente ocupada. Pase toda la mañana y mitad de tarde concentrado en el trabajo, me habían invitado a comer, pero como era de esperarse para ellos, me había negado, no quiero estar rodeado de personas, pero ellos insisten en hacerme la caridad de acompañarme en algo que no les concierne, en un dolor que no es suyo.
Sin darme cuenta y era hora de mi cita con la doctora Johnson, no había comido, pero no era algo que me apetecía hacer, tampoco era muy bueno en comer, todo me daba gases o mala digestión, un completo desastre. Salgo de mi oficina, cerrado todo para irme con la terapeuta a gastar millones de dólares en una mujer que solo me escucha quejarme de mi vida de mierda.
— Daniel...
Otra vez esta mujer. Rasco mi barba y volteo sin ninguna expresión en mis ojos —¿dime Marie?.
— Eh... quiero saber si... ah quieres comer este fin de semana en mi casa, hare comida italiana.
— Me da alergia el gluten — Mierda, sus ojos se cristalizaron — pero si haces otro tipo de comida encantado — le digo con una media sonrisa. Solo Rossana me había enseñado hacer un poco mas empático con las personas.
Ella asiente y sonríe de manera muy infantil, pongo los ojos en blanco y sigo mi camino. al llegar a la oficina de la terapeuta, no pude evitar observar su entusiasmo al verme. La doctora Johnson piensa que quiero suicidarme, porque no he expresado mis sentimiento o tristeza, ni con ella o ni con nadie, piensa que eso de guardarme las cosas no sirve de nada, que tengo que libérame. hablo con ella sobre mi día, no había ningún cambio, o alguna afición, ella me repetía que tenia que salir o irme de vacaciones, que tenia que buscar mi sentido de la vida, que no todo es Rossana... que ella ya esta muerta y tenia que continuar mi vida, que debería aceptar la salida de Marie. Esas palabras para mi era pura mierda, me sentía bien como estaba.
Mientras ella hablaba yo me desconecte de mi cerebro y pensamientos, intentando alejar sus tontos discuros de autoayuda, siempre decia lo mismo que todos los terapeutas, sobre el puto amor propio, pero que iba a saber ellos de amor propio, si solo tenia un ego muy grande y piensan que solo ellos tienen la razón y son unos putos dioses de la conciencia y de como tenemos que sentirnos. Palabras vacías de idiotas. No digo ni una sola palabra, esperando a que se cumpliera rápido la hora, tenia que alimentar a Mr. Trance, ese gato desde la partida de Rossana se había vuelto igual de esquivo que yo.
— Daniel, los señores Blair, me dejaron esta carta — me acerco un sobre blanco — puedes quemarla, o simplemente la lees... es una carta de aniversario que te había hecho Rossana.
Nuestro aniversario era dos días después de cumple años... ella me había pedido ser su novia, cuando teníamos dieciocho años, sabia que yo nunca iba a dar ese paso. Tomo la carta y me voy del consultorio con un nudo en la garganta.
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Mi querida Rossana
RomansaSi me fueran dicho que iba hacer mi ultimo beso. Mi ultima sonrisa. La ultima vez que verías sus ojos marrones llenos de vida. Nunca te fuera soltado ni por un segundo mi querida Rossana.