2) Zhang Fu contradice sus propios principios

60 8 18
                                    

Antes de abandonar la Torre Song, Chang fue a ver a Nuoling, la hermana melliza de Haiying. Era la única de sus hermanos que no había asistido a la reunión, nunca lo había hecho en toda su vida. Nuoling había nacido ciega, algo que en Mercurio había sido una constante desde que se tenían registro. No era una incidencia importante, la mayoría de los bebés podía ver y por lo general las familias no tenían más de dos hijos debido a lo cara que era la vida en aquel planeta. No obstante, las familias poderosas no tenían tantas limitaciones a la hora de reproducirse y las estadísticas decían que, de cuatro bebés, uno nacía sin vista. Nuoling era la tercera hija de los Song, había nacido muy poco después de su hermano mellizo, y su nombre original fue Hailing, de manera que pudiese identificarse a ambos bebés como los mellizos Hai. Sin embargo, Nuoling recibiría poco después un nuevo nombre, pues desde bien pequeña manifestó que podía ver, a pesar de que en su parto se había constatado que había nacido sin esta capacidad. Aquello no había sido importante nunca, Nuoling no era una hija menos válida por no poder ver, en la sociedad mercúrica el capacitismo no era un problema. No había motivos para mentir y rechazar aquella característica suya, pero ella seguía manifestando que podía ver y tras varios estudios en los que se vio que la niña no tenía la razón, los Song decidieron apartar a su hija de la vida pública y política que tendrían el resto de sus descendientes, rebautizándola como Nuoling para también desvincularla de Haiying. En más de veinte años de vida, aquella joven jamás había abandonado la Torre Song, Xuefeng no podía permitirse el hecho de que Nuoling pusiera a su familia en entredicho. Si la ceguera no era motivo de discriminación, la locura sí lo era. A pesar de vivir en cautividad en la confortable residencia familia, Nuoling había crecido aparentemente feliz, todos sus hermanos habían estado siempre muy apegados a ella, especialmente su mellizo, Haiying.

Nuoling estaba sentada en la mecedora que tenía frente al enorme ventanal de su habitación. Las vistas de la ciudad de Notokyo eran las mejores de toda la torre, podía verse a lo lejos la monumental escultura de Yaxo, la personificación mítica del continente asiático, señalando al centro de la ciudad, donde se erguía la Torre Song. Chang siempre se había preguntado por qué su hermana se pasaba horas y horas sentadas allí, si por más que dijese ver era incapaz de poder apreciar aquella panorámica. Se sentía culpable por tener aquellos pensamientos hacia Nuoling y nunca los había manifestado en voz alta, jamás habría querido hacer daño a su hermana. Al picar a la puerta para hacerse notar, Nuoling no respondió. Chang supo entonces que ella también era consciente de la muerte de su padre. Caminó hasta la mecedora y se quedó detrás, tomando el espaldar con las manos para acompañar a su hermana en su movimiento constante.

—Acaba de morir —dijo ella con serenidad.

—Lo sé, xyexe —respondió con dulzura—. Yo también le echaré de menos, hay que ser...

—No hablo de él —interrumpió ella tajante—. Lee Yimu acaba de morir.

—¿Quién es?

Nuoling se encogió de hombros para volver a quedarse quieta como una estátua, meciéndose ligeramente hacia delante y hacia atrás en una calma que resultaba ahora incómoda para Chang. Besó a su hermana con ternura y abandonó lentamente la habitación, esperando recibir alguna respuesta. Después de que Chang se marchase cerrando la puerta, Nuoling dejó de mecerse y se levantó del asiento conmovida y con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos oscuros.

—No tenga miedo, señora Lee, no debe sentirse así. Pronto todo Mercurio le hará compañía en el lugar al que se dirige.

El transporte público había dejado de estar disponible desde que el suministro eléctrico se viese interrumpido, así que Zhangfu tenía que caminar desde el centro de la ciudad hasta el extrarradio, donde vivía. Era un largo camino, pero la chica no se quejaba, tenía todo lo que necesitaba para sentirse tranquila. Silencio, soledad y aire fresco. Su delgadez era extrema, no se le escapaba a nadie que estaba malnutrida, por poco que la conociese, y su cabello siempre estaba recogido en una trenza negra que le caía de cualquier manera por la espalda. Su gabardina de color ocre era su principal atributo, jamás se dejaba ver sin ella, aunque su aspecto revelase que era vieja. Zhangfu no era una adolescente, había pasado ya la tercera década de su vida, pero como muchas otras personas de pocos recursos había crecido menos que las personas poderosas. Su baja estatura había jugado siempre a su favor, pues la ayudaba a pasar desapercibida y eso era una gran baza para una chica tan política como ella. La manifestación había ido bien, cada vez había más personas saliendo a la calle a protestar, aunque Zhangfu era consciente de que era debido al apagón eléctrico que se había producido. Estaba preocupada por lo que se avecinaba, no le hacía falta ningún título universitario para saber qué consecuencias podía tener la ausencia de electricidad a largo plazo.

EvergetismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora