C E R O

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Se sentía extraño, era demasiado extraño para él su nueva vida, tenía un nuevo nombre, estaba en un lugar totalmente diferente en la que él había estado viviendo por muchos años. Las personas no volaban, solo caminaban. No había animales salvajes, solo perros y gatos que personas domaban. Tenía sed, mucha sed pero la sangre le causaba nauseas, tenía hambre  pero la carne humana ahora le resultaba enfermizo.

El chico creyó que el maestro le estaba mintiendo para asustarlo pero se dio cuenta de que él estaba equivocado, todos los síntomas que él le había dicho, los sentía. Lo que más le sorprendía era su cambio físico; su piel era negra con grandes orejas, cabello dorado y ojos verdes. Él era otro. No pudo reconocerse en el reflejo del charco de agua en el bache de la carretera, él mismo se había sorprendido.

Corrió lo más rápido que pudo al escuchar que personas y carros se acercaban a la carretera. El sol salía en medio de dos montañas y pequeñas aves cantaban por encima de él, las miro volar sobre él y envés de atacarlas y comérselas como era de costumbre solo sonrío y admiro su belleza.

Su distracción se desvió a una mujer rubia quien estaba siendo agredida por un hombre gordo encapuchado, corrió tan raído y sin pensarlo le dio un fuerte golpe al hombre de la capucha en el estómago, con su bastón golpeo sus costillas y piernas hasta que el hombre comenzó a escupir sangre por la boca. Tomo la bolsa de la mujer y se la acercó.

―Creo que esto le pertenece a usted, señora ―dijo en francés, el chico abrió los ojos de par en par, había quedado impresionado con su acento tan fluido. Con su mano libre toco su garganta y se aclaró la voz― ¿señora?

Se preguntó así mismo escuchando atentamente su voz y detallando lo perfecto que podía pronunciar el francés. Él sonrió.

― ¿Q-quien... quien... e-es... u-usted? ―balbuceo la mujer mirando asustada al chico quien tenía puesto un traje de gato. ¿Quién era capaza de usar un ridículo traje de Halloween en pleno Diciembre?

El chico solo pudo arquear una ceja, miro a su alrededor y noto como personas lo miraban extrañados mientras que otros asustados, unos tenía pequeños monitores en la mano, se preguntaba que era. Solo son móviles de distintas marcas las cuales él no conocía la maravillosa tecnología que existe en el mundo de los mortales.

No sabía lo que estaba pasando, creía que en esta línea temporal podían reconocerlo como era en su otra línea pero no era así y entonces lo entendió. De verdad el maestro le había dado una nueva oportunidad, una nueva vida, una nueva experiencia.

Él sonrió ampliamente y con la voz llena de orgullo, las orejas bien paradas, la espalda recta y hombros al frente él pronuncio:

―Soy Chat Noir, he sido enviado para ser su fiel servidor, la persona que necesitaran si un peligro se presenta ―las personas se acercaban a él y muchas de ellas comenzaban a sacar sus móvil para grabar― seré la única persona que le pondrá un fin a la delincuencia y no pedirá nada a cambio. Chat Noir vino para cambiarles sus vidas.

Los parisinos llenaron las calles de aplausos y millones de preguntas para él gato, el solo pudo ser amable y sonreírles, no podía decir nada sobre él y entrar en detalles. Estaba impresionado con la belleza del lugar, era hermoso, cálido y acogedor. No era nada parecido de donde él provenida, se había enamorado de Paris.

Sin pensar en las demás maravillas de Paris y sin siquiera visitarlas, nombro su favorito la Torre Eiffel, era una de las cosas que más le había impactado, la gran arquitectura, el gran tamaño de la torre y sobre todo sus colores que brillaban por las noches.

Su pequeño compañero de vida era la única vida social que podía tener, amigos, charlas, bromas o coqueteos era lo que tenía prohibido, era una de sus ochenta y siete reglas que debía seguir, la más importante era la primera:

‹No utilizar el Miraculous para el beneficio propio›

Se sentía ridículo siguiendo dichas reglas, en su vida pasada podía hacer lo que él quisiera, él era su propio jefe y nadie podía decirle que hacer. A decir verdad antes solo tenía un solo mandamiento, uno mortal. Ahora no iba a cometer la misma estupidez, ¿Quién comete el mismo erros dos veces?

Exacto, los mismos incrédulos que piensan que no pueden hacerlo.

Chat Noir estaba decidió, él quería cambiar, por ello iba hacer todo lo que se le ordeno para que él maestro ―su superior― le diera el poder de adueñarse de París, quería quedarse, quería que su nueva vida la pasara en ese lugar que para él era mágico, mucho más mágico que de donde venía.

Lo que no sabe es que todo podía cambiar, un simple signo en las matemáticas podía arruinar la operación así dando un resultado totalmente diferente, así eran sus mandamientos. Un simple error, un mal paso, una mal jugada y de regreso a las celdas, de regreso a ser encarcelado para ser ejecutado.

Sus acciones eran demasiadas estrictas.

¿Porque?

Porque nadie en la vida te daba una segunda oportunidad, ni siquiera la muerte, si era así, te pedía algo a cambio. Lo mismo hiso el maestro, a cambio él solo tenía que obedecer sus órdenes pero se dio cuenta de que su vida siendo bueno estaba vacía y necesitaba llenarlo para seguir sobreviviendo.

Ella no tenía la culpa, cualquiera caería con el hechizo de un ángel tan hermoso como él, solo no debía llevarse las cosas tan a la ligera porque tarde o temprano uno tenía que irse.

El tiempo no perdona nada y él lo sabía.

Sus dos grandes razones para seguir haciendo las cosas bien eran un par de ojos azules, aquel azul eléctrico y lleno de deseo eran lo único que hacían feliz al gato. Chat Noir no iba a permitir que alguien más viera las grandes perlas azuladas, él sería el único quien sería dueño y capaz de soportar la intensidad de su mirada.

Ella, era lo único que tenía en su mente todo el tiempo, incluso dormía pensando en ellos. Aunque enamorarse no estaba en sus places y mucho menos lo buscaba, sucedió. Sabía que él estaba jodido cuando ya había dado el primer paso y no iba a soportar las ganas de dar el segundo, no iba aguantar mucho tiempo.

Cuando dio el tercer paso supo que estaba acabado. ¿Cómo era capaz de volver a lo que ya había terminado?

La respuesta era esa chica, que más de verse como un ángel, tenía los rasgos suficientes para saber que ella era un boleto para ir al mismísimo infierno.

Ella era el pecado. 

Adam era Chat Noir quien desobedeció y comió de la manzana.

¿Y Eva?

No, no existía ninguna Eva.

Porque ella era la fruta prohibida.

 Porque ella era la fruta prohibida

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