T R E S

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Marinette.

Lila y Alya estuvieron molestándome durante semanas, preguntándome sobre lo que paso esa noche que no llegue a dormir y aparecí de la nada al amanecer. Justo como ordeno Chat Noir, me fui cuando salió el sol y no dije ni una sola palabra de lo que sucedió.

Invente que los policías me habían llevado para contestar unas preguntas y por ende me dejaron salir al día siguiente, obviamente mis amigas no me creyeron y no me importo en lo más mínimo, ambas siguieron preguntándome e insistiendo que les dijera la verdad y aunque yo quería hacerlo no lo hice.

¿La razón?

No la sabía, o tal vez sí, y era para protegerlo a él ¿Pero de qué? ¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Por qué no podía decir la verdad? ¿Qué tan importante era que guardara el secreto? ¿Qué ganaba con hacerlo? Eran tantas preguntas que ni siquiera una de ellas podía darles respuesta. ¡¿Qué demonios estaba haciendo?!

Pasaron los días y su rostro no salía de mi mente, el color de sus ojos era lo que veía al cerrar los míos para dormir, aquella sonrisa de media luna me hacía sonrojar de la nada cada vez que lo recordaba, verlo tener una erección frente de mí mientras me miraba con llamas en los ojos me hizo excitar, era raro, ya que horas antes había sido abusada la cual debía sentirme sucia, asquerosa y con nauseas.

Quería verlo, tenía esas ansias de volver a verlo una vez más y preguntarle cómo se encuentra, preguntarle de dónde provenía, quien era en realidad y porque oculta su identidad a través de una máscara. Recuerdo que esa noche al llegar a la residencia, al terminar de darme una ducha para ir a clases, me senté sobre mi cama y mire por la ventana la Torre Eiffel y admití que, Chat Noir era atractivo, que era como un ángel esculpido por un dios.

Su figura y su altura hacia que luciera sexy, el cabello dorado cayendo sobre su rostro le daba un toque de perversión acompañado de una sonrisa maliciosa. Había caído, me había enamorado de él, así es, me enamore del chico al que le quite una bala y tuvo una erección frente mía, y que también miraba mis piernas sin disimular. En ese momento supe lo jodida que estaba.

Me había enamorado de alguien que le gusta a todo Paris, de alguien que no sabía su nombre real y su verdadera cara sin la máscara, de alguien que no sabía de su origen y su historia. Solo perdía mi tiempo pensando en alguien al que ni siquiera le importo. Debía seguir con mi vida normal pero era difícil hacerlo más si tienes a dos amigas que siempre están molestándote las veinticuatro horas del día.

―Amiga, ¿estas escuchándome? ―Alya chasqueo los dedos sobre mi cara y parpadee un par de veces ― ¿Hola?

― ¿Qué pasa, Alya?

―Te pregunte si te parece bien si me prestas tu vestido rojo, tengo una cita con Nino esta noche y quiero relucir estas preciosuras ―toco sus pechos y me las presumió acercándolas a mi cara, yo me aleje un poco de mi asiento.

―Puedes usarlo, no hay problema ―respondí sin interés.

― ¿Qué te sucede ―Alya volteo a mi lado y recargo su codo sobre la mesa apoyando su rostro en la palma de su mano― has estado muy distraída, no nos pones atención a mí y a Lila cuando hablamos, desde ese día has estado diferente.

―Ya les dije que no es nada ―balbucee― solo estoy un poco... un poco cansada.

―Marinette ―me llamo― si quieres puedes mentirle a Lila pero a mí no porque sabes muy bien que conmigo no funciona. Vamos ya, dime la verdad, sea lo que sea no te juzgare. ―Alya alzo su dedo meñique y yo la observe dudosa, no sabía si decirle o no.

Al final ella es mi mejor amiga y a decir verdad, le tengo un poco más te confianza a ella que a Lila, así que le conté todo sobre aquella noche, le dije cada detalle de lo que paso, Alya casi pegaba el grito en el aula donde mis compañeros voltearon a vernos como si fuésemos unas locas, gracias al cielo el profesor no estaba ahí, de ser así ahora mismo tendríamos un reporte.

TOUCH MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora