Annie podía sentir la transpiración en su frente mientras esperaba que la luz cambiara de color. La ansiedad le apretaba el estómago hasta el punto del dolor.
Se había tragado su orgullo la noche anterior y le pidió a Angelique, la madre del mejor amigo de Miguel, que lo dejara a las 7:30 para poder llevarlo a la guardería con George.
El dolor de estómago se intensificó. Odiaba tratar a su hijo como una... ¡Carga!
¿Por qué diablos había insistido el nuevo propietario de la empresa en que los empleados llegaran tan temprano?
¿Sería un tonto o un dictador? Fuera lo que fuese, no presagiaba nada bueno para su futuro en la empresa, decidió enfadada.
Cuando llegó al semáforo, vio el auto averiado que causaba el embotellamiento. Ya eran las ocho y diez y tardaría al menos diez más en llegar a la oficina.
¡Ocho y media! Annie apretó los dientes mientras corría hacia el edificio. Empezó a correr para cubrir los últimos metros que la separaban de la oficina. Sin embargo, el rayo de esperanza que había acariciado de colarse discretamente en la oficina de Christian mientras la reunión estaba en progreso se desvaneció cuando la puerta de la oficina se abrió y los compañeros de trabajo salieron al pasillo.
- ¡Llegas tarde! Dulce susurró cuando la vio. - ¿Qué sucedió?
Era difícil hablar con tanta gente en el pasillo.
"Te lo diré más tarde", comenzó Annie, luego se congeló al ver a los dos hombres que entraban por la puerta.
Uno de ellos era Christian y el otro... el otro... ¡su exmarido!
"Tal vez quieras decirme... ¿ahora?"
El recuerdo de la dulce suavidad de la voz puntuada por la frialdad del hielo aún estaba vivo en su incitación.
Sus colegas la miraban fijamente, se dio cuenta Anahi, mientras luchaba contra la violenta conmoción.
Christian parecía angustiado e incómodo. Alfonso Creo que tal vez... Estoy seguro...
Ignorando con arrogancia a Christian, su exmarido se dirigió a ella.
Por aquí —dijo, manteniendo abierta la puerta de la oficina para que entrara Annie.
Por un instante, sus ojos se encontraron en una batalla tácita por la supremacía. Topacio contra el azul denso.
¡Su exmarido era el nuevo dueño de la empresa!
¿Cómo pudo el destino darle un golpe así?
Cuando Poncho desapareció de su vida para vivir con la mujer por la que la había abandonado, Annie había rezado para no volver a verlo nunca más. Se había entregado por completo a este hombre, desafiando a su tía ya su tío a estar a su lado, ayudándolo, animándolo, amándolo, pero eso no había sido suficiente para su ex esposo. El éxito que Anahi le había ayudado a alcanzar le hizo pensar en ella como poco para él.
Estaba conteniendo la respiración y necesitaba exhalar con urgencia, pero temía que si lo hacía, comenzaría a temblar y no permitiría que Alfonso presenciara ese tipo de vulnerabilidad en ella.
Recordaba con gran detalle aquellos desafiantes ojos azules. Él la había mirado de esa manera cuando se conocieron, desafiándola a ignorarlo. Nadie se atrevería a hacer eso ahora.
“Anahi es muy…” Podía escuchar la voz del ex-jefe tratando de defenderla.
“Gracias, Cris. Me encargaré de este asunto yo mismo”, interrumpió Poncho con decisión cuando Anahi pasó junto a él hacia la oficina. Alfonso cerró la puerta, excluyendo a Christian por completo.