Narrado por Artemis Lokisdottir.
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¿Cada cuánto, en la vida, se nos da la oportunidad de pertenecer a algún lugar y sentirnos bienvenidos? No muchas. Cuando crecemos, nos obligan a socializar con otras personas de nuestras edades para que no crezcamos siendo fenómenos sociales, ¿no?
Bueno, a mí no.
Desde pequeña fui una niña prodigio, que jamás necesitaba ni recibía ayuda y que solía sobresalir en todo lo que le pusieran enfrente. Dominé la magia de mi madre en la mitad del tiempo que le lleva a los demás, y necesité de un tutor individual a edad muy corta porque ya sabía todo lo que le enseñaban a los niños de mi edad.
Ojalá pudiera decirlo con orgullo, pero ser un niño prodigio te pasa factura cuando creces.
Me siento alejada del mundo ahora, alejada de las personas. Siento como si viviera en una burbuja aislada del resto de la sociedad, no sólo por no haber tenido las mismas experiencias, sino porque por más que intente pertenecer no encajo.
Al final, se supone que somos mejores, ¿no? Las personas prodigio, aquello a los que todo se les da sencillo. Debería sentirse como un don, ¿no es cierto? Entonces, ¿por qué daría todo lo que tengo por volver atrás, y ser una persona normal con un padre y madre amorosos?
Mi madre me abandonó cuando notó que ya no la necesitaba, y mi padre nunca fue realmente alguien presente en mi vida. Era distinto con mi hermano, a él lo amaba realmente, o al menos más que a mí. Mi padre amó a su madre, y a la mía la despreció, y no desaprovechaba una sola oportunidad para recordárnoslo a ambos.
Crecí resintiéndolo, pero no odiándolo. Estaba tan desesperada por querer su cariño que hacía lo que fuese por encajar en su versión de una hija perfecta. Era talentosa, poderosa, grácil, no mostraba mis sentimientos a menos que se me permitiera hacerlo, nunca me salía de sus enseñanzas ni caminos. Era todo lo que él pudo desear en un heredero.
Y, aún así, no era suficiente. Cada vez que se presentaba una elección, mi padre elegía a mi hermano sin siquiera pensarlo dos veces. Siempre sería él al que preferiría, y yo, sin importar cuánto esfuerzo hiciera, siempre sería la hija bastarda que arruinó su matrimonio con la mujer que realmente amaba.
Además, nunca nadie había celebrado mis logros. Vivíamos en un lugar donde no podías ser un prodigio sin que fuese peligroso, y mi padre no podía decir que ninguno de sus dos hijos era poderoso sin que la Corte amenazara con exiliarnos por ser un peligro para los demás. Debíamos ser modestos por obligación, así que nunca tuve esa recompensa en el ego.
Pensar en eso me revolvía el estómago. Bueno, pensar en eso y comer comida de prisión. Llevaba semanas en la prisión debajo del castillo, Torunn había ordenado que me movieran del cuarto de mi padre a una celda, y la verdad era que no lo mostraría, pero no podía estarle más agradecida por esa decisión. Me estaba asfixiando ahí arriba, pensando en los momentos que mi padre había pasado ahí y en el cómo nunca me dejó quedarme ahí con él antes, a pesar de que en mi visita actual había encontrado que tenía una cama extra. Para mi hermano, supongo.
Había creado una pequeña pelota de energía verde y la tiraba hacia la pared contraria de la celda, la pelota rebotaba y volvía a mí. No era tan divertido cuando podías sentir la energía y controlarla involuntariamente para que cayera en tu mano.
Tenía una ilusión puesta en la celda, si alguien pasaba por ahí, me vería dormida pacíficamente en la plancha que nos daban por cama. Se suponía que no debía poder hacer magia en esa celda, pero había sido muy cuidadosa de no mostrarle a Torunn el verdadero rango de mis poderes, así que no tenían idea de que los hechizos que habían puesto para que mi magia no funcionara no eran más que cosa de niños pequeños para mí. Había aprendido a desmantelarlos en segundo grado con mi madre.
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Fracture (Young Avengers 2)
FanfictionUn grupo de héroes, una esperanza, una victoria. Todo parecía perfecto desde que habían vuelto a la normalidad, pero la tranquilidad no duró mucho en esfumarse como la efímera ilusión que era. Ahora, nuestros héroes serán enfrentados con las decisio...