Extra 2

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Hades


-¿Preparada, intrusa?

-¿Acaso no me conoces, Hades?- me rebate ella, acomodándose detrás de mí en la moto. Yo esbozo una pequeña sonrisa que no le permito ver, girándome hacia delante después de asegurarme de que ella se ha colocado bien el casco.

-Claro que sí, por eso te pregunto- aseguro, burlón.

-Anda, cállate y arranca- me da un suave golpe en el hombro y estoy dispuesto a asegurarle que en la vida conseguirá convencerme de algo solo con ese pequeño gesto, pero ella parece satisfecha con su respuesta, así que decido guardar silencio y hacerle caso. Por esta vez.

 El viaje a la ciudad se hace bastante corto, más que en otras ocasiones, y no quiero pensar que tenga nada que ver con la forma en la que la intrusa rodea mi cintura con sus brazos y apoya su cabeza en mi espalda. Hago mi mejor esfuerzo por centrarme en la carretera, aunque no negaré que de vez en cuando, acelero más de lo estrictamente necesario para notar sus manos agarrándose un poco más fuerte sobre mi estómago. En realidad, su agarre es firme, pero no demasiado fuerte; a pesar de que por lo que sé, es de las primeras veces que la intrusa va en moto. Algunos la llamarían imprudente. Para mí, rebosa valentía por los cuatro costados. Lo confirma la forma en la que alza sus brazos llegado cierto punto, dejando que el viento acaricie sus extremidades. Se encarama un poco a mí, para pedirme que aumente la velocidad, lo que me obliga a contener una carcajada.

 Qué tía más rara. Pero me gusta.

 Detengo la moto al llegar al aparcamiento delantero del hospital central de la ciudad, todavía con la risa de Abbery resonando en mi cabeza. Ella se baja de la moto y parece mirarme unos segundos, como dubitativa. No le tengo miedo a nada, o a casi nada. Aunque la pelirroja y sus extrañas reacciones sí que me asustan algo. Cuando crees que has llegado a comprenderla por completo, te salta por donde menos te lo esperas. Así que la miro, expectante de sus palabras. Ella intercala su mirada entre mi rostro y la moto, y yo frunzo el ceño.

 Habla ya, intrusa, que me tienes en ascuas.

 Entonces creo comprender lo que piensa. Increíble, pero cierto. Por la duda en sus ojos y la forma en la que me mira, intentando leer mis pensamientos, supongo que está debatiéndose por lo que hacer a continuación. Decido ahorrarle un dolor de cabeza.

-Te espero aquí fuera- digo, sin demasiada seguridad. Al principio pensé que sería lo más fácil. Pero ahora ya no. ¿Y si cree que no quiero entrar con ella? ¿O que no quiero conocer a sus tíos ni meterme en todo este asunto? Ya no sé qué pensará, sinceramente, pero al final el que tiene dolor de cabeza soy yo.

-¿Seguro?- me pregunta.

 Ay, de verdad, qué sufrimiento. ¿Y ahora qué se supone que tengo que responder? ¿Que sí o que no? ¿Hay acaso alguna opción buena?

 Definitivamente, no comprendo a las mujeres. Y mucho menos a la pelirroja que tengo justo delante y que no parece ofendida por mi anterior afirmación, solo me mira con serenidad. Creo que es su propia tranquilidad la que consigue calmar mi mente.

-Más que seguro, intrusa- mi característica pose de seguridad nunca ha parecido una barrera para ella como para los demás, porque me analiza con sus ojos ámbar, asegurándose de la verdad de mis palabras. Por eso, continúo hablando- No quiero ponerte en ningún compromiso. Además, no creo que a tu tío le apetezca ver ahora mismo a nadie más que no seas tú.

 Es algo que me suele pasar a mí la mayor parte del tiempo, la verdad. Aunque eso me lo callo.

-De acuerdo. No tardaré- asegura, dándose media vuelta. No me quedo satisfecho del todo con su despedida, porque mi mano vuela hasta su cintura y tiro de ella hasta que estamos de nuevo frente a frente, ella de pie y yo apoyado sobre la moto.

Tu futuro en mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora