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Headcanons: a Dee le gusta oler el cabello de Heavy.

«Random»

Heavy estaba en la sala, sentando con las piernas cruzadas en suelo y con un montón de bolsas y platos vacíos que comió mientras ve una película de terror.

Sentía toda la adrenalina correr por su cuerpo asustado, temía por la vida de la chica a la cuál le agarró cariño. El asesino iba detrás de ella como si contará los segundos para matarla. Sintió un pánico profundo cuando ella se encerró en una habitación limpia, de esas a las que nadie ha entrado durante la película por la falta de sangre. Su personaje favorita está herida y el asesino anda cerca, lo siente.

La chica está escondida debajo de la cama, rogando entre lágrimas para que no la encuentre. Un sentimiento de desesperación y terror lo invade cuando en la misma habitación, se escucharon pasos provocados por los zapatos del asesino que se pasea por el cuarto.

Ella contuvo la respiración y Heavy también, como sí la persona al otro lado de la pantalla pudiera ir por él. La perspectiva de la cámara cambió y ahora todo lo que ve es desde los ojos de la chica que tiembla del miedo.

Los pasos se dejaron de oír y fue un breve momento de paz antes de que la cabeza del asesino se asomará por debajo de la cama, encontrando la. La chica gritó y él también lo hizo.

Pero Heavy sintió que realmente se le fue el alma cuando sintió algo apoyarse en su nunca y esxalar en su cuello. Chilló fuerte pero su boca fue tapada con una mano, evitando que salieran sonidos fuertes y agudos. Se le salieron unas lágrimas en ese instante y comenzó a rogar de que esté no fuera su final.

Sintió otra mano pasar suave y torturosamente por su cintura hasta llegar a su estómago y detenerse ahí. Cerró los ojos con terror, dispuesto a no ver su sangre. Vió toda su vida pasar frente a sus ojos. Iba a comenzar a súplicar el típico «¡No me mates!» que nadie escucha. Pero entonces se deslizaron desde la nuca hasta su oreja y susurraron:

—Ya cálmate —con una voz que conocía.

Abrió los ojos con temor cuando la mano que tapaba su boca fue retirada. Bajó la vista a la que aún se mantiene en su estómago y se dió cuenta que no es pálida ni está manchada de sangre, sino que normal de una persona normal que usa brazaletes negros y uñas pintadas de colores oscuros.

La furia, molestia y vergüenza cubrió todo su ser. Arrugó la frente y sintiéndose indignado comenzó a retorcerse como si fuera gusano para liberarse de esa mano que no está dispuesto a soltarlo.

—¡Maldita sea contigo, Dee! —molesto gritó. Su pareja le ha sacado el mejor susto de su vida hasta ahora.

—¿Cambiaste shampoo?

¡Deavy Book!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora