XI

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Luego de su confesión la vergüenza se convirtió para Edgar en una segunda muda de ropa que llevaba sin gusto sobre la primera. Con amargura recordó los últimos cinco minutos antes de la llegada de su padre, dándose cuenta de que no había visto las señales de su futuro fracaso...

-Si así fue el cumpleaños ya veremos cómo será cuando se case. -Nailea se limpiaba el inerte cuerpo de un ave y se deshacía de la pedrera. Con todos a la mesa recordaba la agotadora velada en casa de los Carpentier.

Aunque Nailea no era la clase de persona que adula sin sentido el ver a un joven tan atento para con su hija era lo menos que, a su criterio, podía hacer. Si bien la programación musical había estado compuesta por lánguidas piezas de vals que desanimarían hasta al más juerguista a la viuda no le faltaron propuestas por parte de antiguos pretendientes que ni en sus años de buenmozura habían conseguido una rápida entrevista con una joven Nailea Ross, quien acostumbraba rechazar prospectos como a quien le sobra la edad, que de hecho así era, para el momento de recibir su primera propuesta de matrimonio apenas si contaba con 12 años. Sin embargo, en esta oportunidad no pudo darse el gusto de rechazar por sí misma a aquel cincuentón dueño de hacienda, pues Yesenia, al momento de escuchar sus intenciones ya le había propinado una fuerte zurra con el fuete de su esposo. Quizá por eso Nailea tardó tanto en casarse, pues había decidido sacarse la espina que de niña se le había negado librarse por sí misma.

-Sólo muestras de opulencia mal lograda ¿A quién pretenderá impresionar? -Edgar, recostado de la mesada de piedra miró el interior de su taza. El fondo del café de no era sipo, sino hormigas que habían terminado en el fondo porque alguien no había cerrado la azucarera la noche anterior.

Los Ross solían tomar café por la noche. Eso, y comer una cucharada de azúcar por la mañana eran unos de los pocos placeres que Morgan se permitía con inusitada tranquilidad, pues las únicas actividades que podría haber considerado entretenidas como: Leer, dibujar y otros pasatiempos menos conspicuos habían evolucionado al punto de una segunda y tercera naturaleza donde ya formaban parte de sus estudios y deberes diarios, deberes que le separaban de una existencia ociosa y despreocupada, que si bien había llegado a desear en momentos de soledad, no llegaban a ocupar su mente por las de unos cuantos segundos.

Morgan ignoró el comentario de Edgar al no dar una réplica audible. Sin embargo, el impropio gesto de sus ojos en blanco la delató, no sólo a ella, si no a las secuelas de la conversación sostenida con el mayor de los hermanos Piar que, aun sin ser puntualmente evidentes, sí lograron llamar la atención de Jacobo, quien tomaba su café con excesiva calma, esa mañana no había enfermos que visitar.

-Hablando de nupcias y cumpleaños...-Morgan volteó hacia su primo Grigori. Éste acomodaba sus cubiertos sobre el plato que acaba de usar, luego, emulando a los otros dos hombres dio un largo sorbo a su taza y masticó las hormigas sin estar seguro de qué eran. -... Primo, hace poco cumplió 18 años... ¿No ha pensado en casarse?

El joven sonrió incrédulo. La pregunta le había sorprendido, aquello (al igual que el anterior gesto de sus ojos) era impropio de su prima normalmente socarrona, pero nunca mordaz. De haber sabido que Morgan anticipaba las interrogantes de Daria Ernox con respecto a sus intereses no se habría descolocado tanto.

-Me temo, prima, que ése sería uno de los pocos aspectos que comparto con mi hermano. Si he fantaseado con ello habrá sido muy brevemente, pues no lo recuerdo. No soy... Esa clase de persona.

Si Morgan hubiera sospechado el motivo de la furtiva mirada de Grigori hacia Edgar, no hubiera continuado con sus preguntas; pero como no lo hizo no halló una razón para detenerse.

- ¿De qué clase?-Preguntó con lo que se podría considerar una sonrisa seductora, mostrando los dientes superiores y colmillos a su vez que se enmarcaba el cuello con los hombros. Grigori lo tomó como otro gesto impropio, sin saber que aquella forma de reír, mirar... Aquella postura tan condescendiente, eran parte de una segunda naturaleza hechicera que la dama se forzaba en mantener oculta tras haber degustado infinidad de tragos amargos que ésta le había concedido. - ¿De aquellas que no son capaces de sentir amor o aquellas que, muy al contrario, temen a una vida limitada a una única compañía romántica, independientemente de amar o no amar? Aunque claro, eso sólo sería un problema si se sobreestimase el estado actual.

Ese Día, Como Todos los Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora