—Mad.
—¿Eh?
—¿La lasaña engorda rápido? —preguntó Cass a mi lado.
Deje el libro que estaba leyendo sobre la mesa.
—¿Y eso importa... por?
Se rascó la frente y se movió en su asiento hasta quedar frente a mí.
—¿Recuerdas el vestido que hice el año pasado como proyecto?
Asentí.
—Sí, el de tul rosa —Lo recordaba porque estuvo obsesionada con el durante semanas.
—¡Ese! —Bajo la mirada, nerviosa con lo que seguía. —Bueno... puede que ya no me quede. Es decir, sí me lo puedo poner, pero ¡El maldito cierre no sube, Mad! Creo que es por comer tanta estúpida lasaña en casa de la abuela.
Tampoco podía culparla. Esa señora era como la diosa de la cocina.
—Los cuerpos cambian, Cass. —le dije.
—Pero... —Bajo la cabeza y con un dedo se pinchó el estómago —, yo no quiero que el mío cambie a peor
—Yo no veo el dichoso cambio —le aseguré.
—Entonces, ¿por qué el vestido no me queda? —masculló, apoyando un codo sobre la mesa para sostenerse la cabeza con la mano.
—Si el problema es el vestido ve a la tienda, compra tela tono rosa fastidio y haz tu magia, amiga —.Di mi solución, pero su mala cara empeoro —¡¿Qué dije?!
—Eso no es lo que me preocupa —. Se enderezo en su puesto y empezó a pasar las páginas de una revisa con algo de agresividad—. No quiero ser gorda, sí —murmuró tan bajo que apenas pude oírla.
—¿Gorda?
—¡Sí! Gorda, Mad.
No me lo podía creer.
—Tú no estás gorda, Cass.
Se giró para mirarme a los ojos.
—Eso lo dices únicamente porque eres mi amiga —me acusó. —El espejo no miente, sabes.
—Deberías de tirar a la basura el dichoso espejo, no te veo lo gorda por ningún lado. —le dije, volviendo a tomar mi libro.
—¿Quién está gorda?
La dos miramos al frente cuando Verónica apareció y se sentó frente a nosotras.
Cass dejó caer la cabeza en la mesa.
—Mi precioso vestido ya no me queda porque estoy gorda —le contó, casi llorando. —No quiero perder la escasa cintura que tengo, chicas.
Vero me miró en busca de una explicación más extensa, pero me encogí de hombros, dándole a entender que sabía lo mismo que ella.
—Cassidy, tú no estás gorda. —le dijo mi cuñada.
Y Cass gruñó en respuesta.
—Dice que no le decimos la verdad porque somos sus amigas —le expliqué.
Vero rodo los ojos y dejo su bolso sobre la mesa.
—Nada de eso, señorita —Le dio en la cabeza con uno de mis cuadernos —Endereza, Cass.
La pelirroja lo hizo, con una mueca pintada en la cara.
—¿Crees que estás gorda? —le preguntó Vero. Ella asintió de inmediato. —¿No quieres estarlo?
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Una vez más
Teen FictionLas noches de fiestas son bastante propensas a ser olvidadas, sobre todo cuando se pasa la mayor parte del tiempo estando bajo los efectos del alcohol y teniendo el corazón roto, como bono extra. La cosa es que, cuando mezclas alcohol con emociones...