—Va a pagármelas. —sentenció Cass, pasándose las manos por los brazos descubiertos.
—Lamento tener que hacer esto, pero... te lo dije.
—En realidad lo estás disfrutando, ¿no?
—Lo estoy gozando. —confesé.
Hizo un mohín en respuesta.
—¡¿Por qué tarda tanto?! —chilló.
—Quizás es por el tráfico —sugerí, terminando de comer la galleta de chocolate que había tomado antes de salir del edificio.
Era ella la alterada, yo estaba de lo más tranquila con mi galleta.
—Tendría que haber llegado hace veinte minutos ¡Me estoy congelando por su culpa!
—Pues, deja de perder el tiempo quejándote y sube a buscar con que cubrirte, vas a pescar un resfriado —La regañé, fijándome en como el frío de la noche la hacía temblar.
—No tengo ninguna chaqueta que convine con este vestido, Mad.
—En ese armario repleto de ropa... ¿no tienes algo que sirva? ¿En serio?—cuestioné, sin poder creerlo.
—No, no hay nada.
—Ponte otra cosa y problema resuelto.
Volteó a mirarme con cara de pocos amigos.
—¿Te has vuelto loca? No voy a darle el gusto a ese impuntual. —Volvió a mirar a la carretera, cruzándose de brazos muy decidida —Aquí voy a esperarlo, y va tener que irse a Tailandia si es que quiere salvarse de mí.
Me reservé la respuesta. La conocía a la perfección, si le seguía insistiendo, lo único que conseguiría seria que continuara gritando.
Tod era el culpable de su enojo. Que hubiera dicho que pasaría por nosotras a las ocho con quince y luego retrasarse, tenía a Cass enfurecida. Aunque, parte de que se estuviera muriendo de frío, era su culpa. El vestido que llevaba puesto le sentaba de maravilla, sin embargo, apenas la cubría. Era como ir al polo norte en traje de baño.
—Ahora si lo mato...
Alcé la cabeza al escuchar a Cass gruñir a mi lado.
—¡Suban que no tenemos toda la noche! —Nos gritó mi hermano, deteniendo el auto frente a nosotras y sonando la bocina varias veces.
La pelirroja enfureció el triple.
—¡Llevo media hora esperándote, imbécil! ¿Se puede saber dónde estabas metido? —le espetó mi amiga, caminando hasta abrir la puerta trasera y meterse para insultarlo.
Salude a Vero —que estaba en el asiento del copiloto— antes de entrar al auto y sentarme al lado de Cass, quien no dejaba de reclamarle a Tod. Mire a mi lado de manera inconsciente, justo donde quedaba un espacio vacío en el asiento.
¿Dónde estaba el idiota de sonrisa idiota? Tuve el impulso de preguntarle a su prima por su paradero, aunque deseche la idea. Nunca me molestaba en preguntar por nadie y no iba a empezar a hacerlo por ese chico. Le parecía raro. Pero muy en el fondo, era lo que quería hacer. Tenía un par de días sin verlo, exactamente desde que había ido a mi dormitorio a enseñarme sus dibujos.
Decidí no hacerle caso a mi curiosidad y me mantuve callada todo el trayecto hasta llegar a la fiesta a la que íbamos.
No quedaba tan lejos, unas dos o tres cuadras, así que unos minutos más tarde ya estamos allí y todos bajamos. Por suerte Cass ya estaba calmada y fue la primera en correr adentro de la casa atestada de personas. Seguía haciendo un montón de frío.
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Una vez más
Teen FictionLas noches de fiestas son bastante propensas a ser olvidadas, sobre todo cuando se pasa la mayor parte del tiempo estando bajo los efectos del alcohol y teniendo el corazón roto, como bono extra. La cosa es que, cuando mezclas alcohol con emociones...