Aparté la hoja de papel que descansaba sobre mi cara, apoyando los codos en el colchón para incorporarme. Dirigí la mirada a la puerta, alguien estaba tocándola con mucha insistencia y ya empezaba a sacarme de quicio.
Hice a un lado los libros con los que estudiaba antes de quedarme dormida, se suponía que debía de estar leyéndolos y no durmiendo, pero el cansancio en algún momento ganó la batalla y terminé rendida. Me levanté de mala gana, dispuesta a gritarle a quien sea que estuviese del otro lado golpeando como un loco.
—Vas a arrepentir tanto de esto —Pensé en voz alta, antes de quitar el seguro y abrir.
Una sonrisa de lado y un par de ojos verdes me recibieron.
—Hola.
Mi mala cara no cambió en absoluto.
—¿De casualidad aprecias tu vida, Jadeen?
—Sí, creo —murmuro él.
—Vale, entonces ¡Adiós!
Tuve toda la intención de cerrarle la puerta en la cara, pero interpuso su brazo mucho antes de que lograra cerrarla por completo. Una desgracia total.
—No estás siendo muy amable, Madison —puntualizó él, negando con la cabeza.
—Es que quiero que te vayas, Jadeen.
—Pero si acabo de llegar.
—Y ya te puedes ir yendo —le solté.
Se echó a reír.
—Eh, mejor me quedo ¿Puedo pasar? —Dio un paso al frente.
—¿Te iras si digo que no? —pregunté, con una ceja enarcada.
Sacudió la cabeza.
Claro que no.
—Como empieces a fastidiarme, te lanzo por la ventana ¿Comprendes?
Hizo un saludo militar.
—Sí, señora.
—Pasa antes de que me arrepienta —Con todo mi entusiasmo (nótese el sarcasmo), me hice a un lado para dejarlo entrar.
Se adentró en el cuarto con una sonrisa amplia y radiante, acercándose a la jaula de Borlita, que por alguna extraña razón, estaba sobre mi escritorio y no en el de su dueña. Ya tenía la cuenta perdida de las veces que le había dicho a Cass que mantuviera al animal lejos de mi espacio personal.
—No le hagas esas caras, Jadeen —lo regañé, al ver que le hablaba como a un bebé.
Él se giró hacia mí.
—¿Por qué?
Me acerqué para ir a dejar la jaula en su lugar.
—¿Será por qué es raro?
—Las mascotas necesitan amor, Madison —expreso él, juzgándome con la mirada al ver como le hacía malas caras al hámster, que me observaba con sus feos ojos saltones mientras lo dejaba sobre la cama de Cass.
—Yo odio a está cosa. —declaré, devolviéndome a mi cama —No voy a hablarle bonito.
Jadeen se echó a reír.
Me senté con la espalda apoyada en la pared y las piernas estiradas, mientras que él se quedó en la orilla mirando con curiosidad mis apuntes. Lo observé en silencio, traía puesta la misma chaqueta de cuero de siempre y una camiseta gris debajo. Su mata de cabellos castaños estaba totalmente desordenada, delatando que había estado manejando esa moto suya sin usar el casco, de nuevo.
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Una vez más
Teen FictionLas noches de fiestas son bastante propensas a ser olvidadas, sobre todo cuando se pasa la mayor parte del tiempo estando bajo los efectos del alcohol y teniendo el corazón roto, como bono extra. La cosa es que, cuando mezclas alcohol con emociones...