📌 C A P Í T U L O 3

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Las mentiras y yo combinábamos tan bien como el chocolate con el pescado.

Y es que cada que intentaba mentir medianamente bien, mi mente se volvía un lio y terminaba metiendo la pata.

Era justo lo que había hecho con mi madre en ese momento: mentirle terriblemente mal.

—Déjame ver si he entendido —me dijo a través de la llamada —Por accidente añadiste mi número y el de tu padre, a la lista negra de tu teléfono ¿Es enserio, Mad?

No era momento para echarse para atrás.

—¿Si? —murmuré.

La oí suspirar.

—Nunca creí sentirme tan identificada con ese conocido refrán —afirmó.

—¿Con cuál?

«Cría cuervos y te sacaran los ojos»... ¡No me creas estúpida, Madison Rose Davis! —chilló, rabiosa —Deberías de aprender a Tod. Tu hermano nos llama cada día.

Rodé los ojos aprovechando que no podía verme y regañarme por ello.

—Tod es un imbécil.

—Y tú una mala hija —replicó.

—Que no te llamé tan seguido no me hace una mala hija, mamá —me defendí.

—Tienes razón — masculló —. Ponerme en lista negra, te hace la peor hija de la existencia.

Y el premio al drama del año se lo lleva.... ¡Mi madre!

—Mamá, nos vimos hace menos de dos semanas. —le recordé.

—Eso no quiere decir que no te quiera llamar para saber cómo va tu vida.

—Te aseguro que nada ha cambiado desde la última vez que hablamos.

—No me importa. Quiero poder llamarte y tener la seguridad de que vas a contestar. —me dijo, molesta.

—¿No te cansas de tu hija?

—No, ¿Tú te cansas de tu madre? —preguntó.

Jeje...

—¿Cómo va tu rosal? —Cambié de tema.

—No creas que no sé lo que haces, Madison —murmuró.

—¡Solo estoy tratando de ser una buena hija!

—No me grite, señorita —me reprendió —Y respondiendo a tu pregunta, hoy fui a comprar...

Nunca falla.

La escuché atentamente mientras me contaba todo sobre su nueva área de rosas en el jardín de casa; también aprovechó para quejarse de como papá se negaba a ayudarle por estar ocupado arreglando su auto viejo. La verdad es que entendía muy bien a mi pobre padre, mi madre estaba irremediablemente obsesionada con las rosas y podía llegar a ser bastante intensa con el tema.

Mi segundo nombre no es como si hubiese sido elegido al azar, si así lo creían.

—Dale un beso a papá de mi parte ¡Los quiero! —me despedí, cuando terminamos la charla.

—Lo haré. Y Mad, no vayas a...

—¡Adiós, mamá!

Y colgué. Ya la volvería a añadir a la lista negra luego.

Seguí caminando por la calle tranquilamente. Un par de minutos después, escuché el ruido de un motor acercarse, disminuyendo la velocidad poco a poco. Cuando miré hacia mi izquierda, casi sonreí. Casi.

Una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora