El siseo agudo y constante se oía a la lejanía, apenas un suave sonido, incapaz de perturbar el profundo estado de sueño en el que se mantenía. Su brazo derecho colgaba por uno de los costados del colchón, había sido una noche ajetreada...demasiado.
Los vestigios de la noche ardiente aun yacían rezagados por el suelo, la muda que llevaba puesta el día anterior prácticamente se había hecho jirones, más bien, la habían hecho jirones...él.
Y el responsable del cansancio extenuante y la sensibilidad que ahora hacían estragos en su cuerpo no estaba ahí. Naruto pudo corroborarlo apenas hubo abierto su ojo derecho. El molesto ruidito no desaparecía, extrañamente se escuchaba cada vez más fuerte, más cerca.
-¿Qué rayos?- soñoliento, talló sus ojos con el dorso de ambas manos. El cuarto entero aún despedía el aroma a sexo, solo los muros fueron testigos silenciosos de aquel apasionado acto que involucraba a dos personas, dos y solo había una en el cuarto, solo una ocupaba la cama y sus ojos se abrieron bien grandes al percatarse de que el fastidioso sonidito no prevenía de otro lugar que no fuera la mesita de noche, con las letras en rojo parpadeando constantemente, anunciándole la hora, y Naruto Uzumaki sintió el nerviosismo apoderarse de su sistema al darse cuenta de ello.
10:30...tarde, muy tarde. Ya había perdido por lo menos las dos primeras clases y Sasuke no le había...Sasuke.
Y entonces reparó en el lugar vacío que anteriormente fuera ocupado por el Uchiha. Tomó la almohada para acercarla a su rostro, su perfume aun se percibía en ella, pero el bastardete ni siquiera se tomó la molestia de levantarlo, y Naruto casi podía escuchar sus frívolas palabras alegándole sobre su falta de responsabilidad para despertar por su cuenta o, en última instancia, elegir un tono tan bajo como alarma.
Rayos, rayos... y más rayos.
Seis meses, medio año había transcurrido desde que decidiera quedarse a vivir con el "teme" como actualmente le llamaba, y el apodo no era para menos, aunque Sasuke tampoco se había quedado de brazos cruzados, aceptando gustosamente semejante insulto hacia su orgullosa persona.
No, ahora él era el "dobe" y sus rabietas no le valieron al Uzumaki para hacer que Sasuke dejara de nombrarlo así, especialmente en lugares públicos como solían frecuentar últimamente.
Casi cinco meses acudiendo con un psicólogo no habían sido en balde, su autoestima no era de las mejores, sin embargo, era más complicado que alguien llegara a hacerlo sentir mal, sobretodo Sasuke Uchiha.
Cabe resaltar que no era de mucha ayuda el hecho de que accediera inscribirse a la misma escuela donde Sasuke había retomado su antiguo empleo, la administración no le aceptó de nueva cuenta para ocupar el puesto del director, no obstante, el cargo de sub-director tampoco estaba tan mal, o así lo creía Naruto.
Con mucha rapidez, hurgó entre la ropa del armario, en busca de su uniforme escolar. Aunque la mayor parte del espacio del mueble de madera era ocupado por la ropa de Sasuke, varios de sus cambios también estaban ahí. Eso le quitaba menos tiempo de ir a su recamara a buscarla.
Porque él tenía su propio dormitorio, que ciertamente, rara vez ocupaba. Al menos durante la noche no pisaba su alcoba.
Naruto no podía negar que a veces le entraban ideas raras en la cabeza al Uchiha, entre ellas, el prohibirle conversar con chicos a la hora del almuerzo, justo en el receso debía abstenerse de frecuentar a sus compañeros de clase, por esa razón, actualmente lo tachaban de "rarito".
Casi cayó al tratar de ponerse los calcetines al mismo tiempo que tomaba el celular que yacía junto al despertador. A pesar de que el Uchiha presumiera sobre su sentido de la responsabilidad también solía ser distraído en ocasiones, por lo menos esta vez se había olvidado del celular. Naruto también recordaba haberlo escuchado quejarse por no encontrar una de sus tan preciadas tarjetas de crédito.