IX

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Era la primera vez que Naruto asistía a clases con alguien. Por norma general, Sasuke solía llevarlo y dejarlo un par de calles antes para que no les vieran entrar juntos. Habían sido pocas las veces que asistieron en compañía del otro. Entonces a Naruto le había parecido un sueño, pero un sueño que acababa demasiado rápido para siquiera disfrutarlo del todo. Así era su relación con Sasuke desde que se habían reencontrado fuera del orfanato.

Al haberse separado todos esos años, Naruto ignoraba el cambio significativo de quién alguna vez fuera su primer y único lazo. Sasuke estaba ciertamente cambiado, pese a que las primeras semanas se había mostrado un poco menos parco de lo que se mostraba ahora. Sin embargo ya no sonreía como antes, ya no había en su mirada oscura aquel brillo de ingenuidad de su niñez.

Se había abierto un abismo entre ellos, pero Naruto nunca quiso aceptarlo. Para él todo estaba bien siempre y cuando pudieran estar juntos.

Cuánto se había equivocado.

Asistir al colegio en compañía de Neji le había resultado un tanto incómodo al inicio, sin embargo, habría sido grosero de su parte negarse a ir juntos cuando el Hyuga le había dado asilo en su casa y se había portado tan bien con él desde su desmayo.

Afortunadamente el trayecto fue corto, y Neji en ningún momento forzó la platica. Le había dado a Naruto el libre albedrío para que abordará por si mismo el tópico que quisiera, y Naruto había optado por hablar de aquella tonta película de ninjas que había visto solo en el departamento de Sasuke. Se había explayado narrando la trama y dando su punto de vista en general. Uno que a Neji le había parecido bastante acertado, pues para sorpresa de Naruto, también la había visto.

De suerte habían coincidido en algo. Cuando llegaron al salón, Naruto le regaló una sonrisa de agradecimiento y tomó asiento en su lugar. La confusión llegó después, cuando se percató, a mitad de la primera clase, de que Menma había faltado.
*

En cuanto acabaron las clases, Sasuke fue directo al salón de Naruto. Había tenido que esperar todo el día. Ni siquiera había dormido y, cuando la zorra inoportuna de Karin le llevó aquellas fotografías, aquel destello rojizo de ira se había intensificado a niveles alarmantes.

Constatar que, efectivamente, Naruto había asistido a clases, sin tomarse la molestia de avisarle de su ausencia, fue el primer punto negativo en el marcador de los sentimientos oscuros y prohibidos. El segundo fue verle salir en compañía de aquel tipo de cabello largo.

Para cuando Sasuke había reaccionado, el tecer punto se presentó, y aunque lo intentó, no fue capaz de evadirlo.

Oculto tras uno de los árboles junto al salón, todas sus emociones se diluyeron en una sola.

Tardó varios minutos en volver en sí. Había permanecido atento en todo momento, tratando de asimilar lo que había visto. Después, cuando volvió a mirar, Naruto ya no estaba.

Sasuke, no obstante, no tuvo que buscarlo como el día anterior. Naruto se hallaba afuera, sentado en la acera y abrazando su mochila, esperándole.

Mientras se encaminaba a él, Sasuke se tragó tanto el orgullo, como el impulso de actuar según sus emociones. Sabía que, de sucumbir ante ellas, perdería a Naruto para siempre.

La ceguera deliberada, metafóricamente hablando, a veces podía ser de ayuda.

-Vamonos- fue así que, con las manos dentro de los bolsillos, dio aquella orden.

Naruto se levantó y lo vio directo a los ojos. Esos expresivos ojos azules que durante años habían sido su perdición y mayor delirio.

-¿La amas, Sasuke?

El aludido apenas si pudo parpadear ante el primer comentario del Uzumaki.

-¿A qué te...?

-¿Amas a Karin?- esta vez había decisión y firmeza en sus palabras. Sasuke no recordaba la última vez que había escuchado ese tono en Naruto.

-Es un tonto malentendido- casi escupió las palabras. Lleno de rabia como se encontraba, llegó a asociar a la pelirroja como raíz de sus recientes desgracias. -Te lo explicaré en casa. 

Y así como fue la primera ocasión en años en que Naruto levantaba la voz, Sasuke se descubrió estupefacto al verle caminar metros delante suyo, sin siquiera volver a mirarle.

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