Una vez de vuelta al colegio me percaté de que había desperdiciado toda la mañana en el ala privada pues ya era hora de almuerzo.
Entré en el comedor a paso lento tratando de pasar desapercibida de las miradas curiosas y no sé con qué milagro lo logré hasta llegar junto a Angie. Estaba sentada en "nuestra mesa", es una de las más apartadas ya que se encuentra al fondo del comedor junto a una ventana pero lo que la hace especial va mucho más allá del lugar tan cómodo donde se encuentra, viene de hace exactamente hoy seis años.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Llevaba un mes en el internado y mi vida social no era nada buena, vamos que ni siquiera al psicólogo le decía una palabra. Desde que había llegado solía sentarme en la misma mesa junto a la ventana del comedor y allí estaba yo observando distraídamente por la ventana como las gotas de lluvia resbalaban por el cristal. De repente hubo un alboroto y todos los internos hacen un círculo en medio del salón. Al principio no le presté mucha importancia pues pensé que se trataba de alguna pelea tonta, como era usual en todos los colegios, pero esto cambió cuando de entre la multitud fue lanzada al suelo una chica más o menos de mi edad, pelinegra, con grandes ojos del mismo color inundados en lágrimas, algo pasadita de peso y la piel blanca como papel. Otra chica más alta y delgada de un cabello oscuro y lacio se paró en frente de ella y le lanzó un pudin a la cara provocando las risas del público. Mis ojos no daban crédito a lo que veían. La chica en cierto modo me recordaba a mí cuando mi madre me maltrataba; tan sola e indefensa. Me levanté del asiento, tomé un pudin de la primera bandeja que encontré a mi paso y al llegar junto a la chica de cabello oscuro esta estaba de espaldas.-¡Eh tú! Pedazo de idiota- la llamé.
Se volteó y me dió una mirada despectiva. Sin esperar a que dijera una palabra lanzé el pudin a su cara justo como ella le había hecho a la chica pelinegra.
Su cara puso una expresión de "huye mientras puedas" pero yo me mantuve firme y sin una gota de miedo. Llevaba diez años viendo caras más temibles que esa.-¡COMO TE ATREVES!- me gritó exasperada mientras se quitaba los pedazos de pudin del rostro.
-Escúchame bien y espero te quede claro- comenzé a decirle con la voz cargada de ira- como vuelvas a tocar un solo cabello de esta o de cualquier chica que no tenga como defenderse de tu abuso juro que te rompo la cara de tal modo que ni el mejor cirujano plástico la podrá reconstruir.
Los ojos de la chica se abrieron como platos pero no conforme con mi advertencia comenzó a reír y todos los demás le hicieron coro. Las miradas de todos se posaron en mi, era algo a lo que no estaba acostumbrada pero tampoco me intimidaban en lo más mínimo.
-¿Y tú esperas que yo le tema a tus amenazas vacías?- preguntó con desdén.
-Ya estás avisada- concluí.
Me volteé y le tendí mi mano a la chica pelinegra ayudándola a ponerse en pie. Estaba a punto de llevarla lejos de ahí cuando sentí una mano enredarse en mi cabello rizo y tirar de él. Inmediatamente la agarré y la torcí hasta que me hubo soltado e hice lo mismo volteándome para plantar cara nuevamente a la chica de cabello oscuro.
-¿Ves esa mesa de ahí?- le indiqué a la chica pelinegra la mesa donde estuve sentada. Ella asintió- Espérame ahí y no te muevas.
Volvió a asentir y se encaminó como le dije. Una vez me aseguré de que estuviera sentada agarré un vaso de cristal de encima de una mesa y lo estampé contra el suelo, recogí uno de los pedazos grandes y me paré en frente de la chica de cabello oscuro quién puso expresión de burla.
-¿Qué tienes pensado hacer con eso niñata?- me preguntó riéndose.
-Depende- me limité a decir mientras jugaba con el pedazo de vidrio entre mis dedos.
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"SERENDIPIA"
Teen FictionDesastre. Eso es ella. Un hermoso desastre de cabellos rizos y personalidad complicada. Es justo la chica que odiarás apenas veas y no podrás evitar amar cuando conozcas, si te permite hacerlo. Scarlett Winslow es mucho más que una adolescente rebe...