Se encontraba sentada en un banco de quién sabe qué parque en Santa Mónica, California, haciendo unos bocetos para el curso que empezaría en la universidad aquel año. El verano en California era bastante caluroso, pero se estaba bien bajo la sombra de un árbol. Libreta y lápiz en mano, dibujaba a personas que pasaban ante ella. Lo encontraba un buen ejercicio, además, se practicaba la memoria.
Sus ojos no estaban acostumbrados al sol que pegaba fuerte allí en la costa oeste, ya que de dónde venía, Londres, no era un sitio soleado que se diga. Una chica pálida a la que se le ve que no le ha dado mucho la luz, y para rematar unas gafas de sol. El tiempo pedía a gritos ropa fresca, y así se encontraba ella, con unos pantalones cortos de talle alto, una camiseta negra pegada y corta y un sombrero de ala un poco ancha negro. Y no faltaban unas Converse negras, que sólo cambiaba por otras Converse blancas o diferentes clases de Vans. Los tacones no eran lo suyo, ni los accesorios. Un colgante y una gargantilla adornaban el cuello de la joven.
"Perdona, ¿está libre este sitio?" Un chico alto, con ropa un tanto estrafalaria y una funda de guitarra al hombro se acercó a ella. La chica alzó la cabeza para mirar unos ojos marrones, no muy fuera de lo común. Pero quizá fuera lo único.
"Eh, sí. Siéntate." Se echó un poco hacia la izquierda y le dejó espacio. Pero el chico solo soltó una risa.
"¿Quién ha dicho nada de sentarse, bonita?" Dio media vuelta y se fue por donde había venido.
"Gilipollas." Le medio gritó. Y se volvió a poner como estaba. La cosa no acabó allí cuando el chico volvió cuando ella estaba a sus cosas de nuevo.
"Perdona, ¿puedo sentarme aquí?" Le miró una vez más y le sacó el dedo.
"Lo que puedes hacer es irte un poco a tomar por culo." Y se sentó en medio del banco.
"Eh, sin faltar, yo no te he insultado. Pensé que los ingleses eran muy educados, ya sabes." Ella no le miró y siguió a lo suyo, aún que le contestó sin si quiera mirarle.
"Ah sí, discúlpame. ¿Se podría usted, buen señor, ir fuera de mi zona de trabajo, por favor, así cómo estar cien metros alejado de mi persona, si no es mucha molestia, obviamente."
Él soltó una carcajada. Aquella chica le llamaba mucho la atención.
"Bueno, vamos mejorando. Ahora, ¿me dejas espacio en el banco?"
La chica no dijo nada, él tampoco, pero lo que sí hizo fue cojerla, quitarla del banco y sentarse él.
"Vaya vaya, ahora las cosas han cambiado."
"¿De qué vas? Yo estaba ahí, aparta." Se quedó parada, hablando en un tono que no llegaba a ser un grito.
"Yo ya te lo pedí de buenas." Dejó la guitarra en el lado libre que quedaba.
"Si no me hubieras vacilado, te hubieras puesto desde el principio."
"Ah, tienes razón. ¿Ves? Yo acepto mis fallos. Ahora vamos a hacer un trato. Tú te sientas en el banco, siempre y cuando sea encima mía. ¿Te parece bien?"
"Eh, claro. Es justo lo que estaba pensando, no se cómo me leíste la mente." Dijo sarcástica. "Anda y que te den."
Dio media vuelta, y ya estaba a punto de irse cuando el chico gritó.
"Eh guapa, creo que se te olvida algo." Dijo levantando la libreta de bocetos. Aquello era muy importante para ella, así que volvió. Estaba a punto de cojerla pero el chico la quitó de la trayectoria de su mano. "Ah, no. Creía que no te interesaba nada que tuviera que tener conmigo, bonita."
Ella se la intentó quitar, pero seguía sin poder.
"Está bien, está bien, me siento, pero dámela."
El jóven soltó una carcajada.
"Ya no me interesa ese trato." Y se guardó la libreta negra en la funda de la guitarra.
"Eres un imbécil." Dijo ella indignada y mirándole con cara de enfado. Sin embargo, el chico tenía una media sonrisa en la cara.
"¿Sabes una cosa? Ahora me tienes mucho asco pero se que en el fondo te atraigo." Y con esas palabras, él sacó un paquete de tabaco y un mechero del bolsillo y se encendió un cigarro. "Realmente estabas deseando sentarte encima mía." Dijo soplandole el humo en la cara a la chica. Ella soltó una carcajada sarcástica.
"¿Yo? ¿Atraída por ti? Ya te gustaría."
"Para de hacerte la loca, sabes que es así. Estoy seguro de que hasta te podría enamorar."
"Já. Sigue soñando. Dame el cuaderno y vete a engatusar a otra, anda."
Fue a sacarlo de la funda, pero él le sujetó la mano con la suya.
"Uy, te pusiste roja, bonita. Perdona, ya quito mi mano." Dijo cogiendo la libreta de nuevo y riéndose con esa risa que ella ya se conocía.
"Ugh, ¿por qué te empeñas tanto? No me interesas, dame el puto cuaderno y ya está, ¿qué te cuesta?"
"¿Qué te cuesta a ti comprarte otro cuaderno? O por lo menos, admitir que te atraigo."
"Agh, yo... Tú... Ya verás, se me ocurrirá algo. Y no me atraes, eres un pesado." Él echó el humo del cigarrillo.
"Hagamos otro trato." Ella alzó la vista, ya que se estaba mirando los pies, allí en frente del banco. "Si no te enamoro en una semana, te devuelvo tu libreta, y te dejo en paz para siempre."
Ella le miró, considerando la propuesta. Ese loco acosador ya no la molestaría más, ella sabía que no se podía enamorar de aquel cretino, estaba ganado.
"Trato hecho." Se estrecharon la mano.
"Vas a acabar comiendo de mano, guapa. Por cierto, si te vas a enamorar de mi, deberías saber mi nombre. Soy Jesse."
"Andrea. Y sigue soñando, voy a salir ganando."
Siete días eran suficientes. Él sonrió y tiró el cigarro al suelo. Aquella chica inglesa del parque iba a acabar loca por él, así se prometió a sí mismo, el chico de la guitarra y la ropa estrafalaria.
ESTÁS LEYENDO
One Week (Jesse Rutherford)
Fiksi Penggemar«Siete días eran suficientes. Él sonrió y tiró el cigarro al suelo. Aquella chica inglesa del parque iba a acabar loca por él, así se prometió a sí mismo, el chico de la guitarra y la ropa estrafalaria.» *** Andrea Baker es el nuevo centro de atenci...