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—¿Y bien? ¿Hablarás?

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—¿Y bien? ¿Hablarás?

—Be, por favor, entiende que nosotros...

—Lyn— la fuerte voz de Arthur atrae la atención de todos los presentes. —A mi despacho.

—Precisamente ahora no pued...— no me dejó terminar la frase.

—Es necesario que estés presente— los salvó la jodida campana.

Aun así, dudé unos segundos antes de seguir los pasos de Arthur a su estudio, pero no me quedó otra opción que darles la espalda y seguir a nuestro padre. No sin antes dejarles una mirada asesina a cada uno de ellos.

Al entrar al lugar, me recibe un fuerte olor a tabaco, me doy cuenta al instante en que cierro la puerta que entre nosotros hay una tercera persona, lo de fumar no le iba mucho al Sr. Harvey. Diviso a una mujer sentada frente a la chimenea, la cual, se voltea a verme. Lo primero que me recibe son unos impactantes iris amarillos, no son el típico amarillo que predominaba en todos nosotros, es mucho más brillante, embriagador, es... me podría pasar horas describiendo esos ojos.

Esa mujer es... muy hermosa, y, me recuerda tanto a mi madre, que siento que mis ojos se cristalizan por un momento.

—Pero... es... es mucho más impresionante de lo que me contabas.

No sabía que decir... su voz es tan... dulce.

—¿Qué es lo que ven mis ojos?— menciona Arthur en un susurro Ake todos pudimos escuchar. Estaba tan impresionado como yo, pero no por la mujer, si no por mi reacción. Me observaba cauteloso e impactado.

¿Acaso tenía que pasar algo extraordinario?

Ambos me seguían observando y por supuesto que me sentí demasiado incomoda.

Le sostuve la mirada a la mujer que tenía delante, y, sí, ocurrió algo extraordinario.

Nuestras miradas técnicamente hicieron chispa. Un flashback de imágenes que no tenían nada que ver conmigo pasó por mi mente como... si estuviera viendo un resumen de su vida. Ella sabía lo que pasaba, así que pestañeé intentando sacar aquellas imágenes de mi cabeza, pero fue en vano. Vi imágenes horribles y otras que incluían a la familia Harvey en cosas no tan legales, sucesos escalofriantes y hasta pude sentir su dolor en algunos de esos momentos.

En ese instante, todo se esfumó, y solo quedaba su pánico impregnado en su rostro, tenía miedo de que revelara algo, que destapara sus sentimientos por el hombre que me había adoptado. Todo era tan confuso y a la vez tan claro.

Lo que parecen largos minutos observándonos solo fueron unos segundos. Los suficiente para que del rostro de aquella hermosa mujer saliera una lágrima, la cual solo yo percibí.

—Si continúas observándola terminarás llorando.

Rápidamente aparté la mirada hacia Angelo que recién irrumpía en la habitación. No sé el porqué de las palabras de mi hermano mayor, pero le hago caso, aunque, es tan parecida a mi madre que aún tengo un hormigueo en el estómago.

No somos los únicos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora