Hoy en día la gente joven no ve la televisión. Y no es algo raro, pasa en todas las generaciones. Los nacidos entre los años 40 a 60 también dijeron: "¡Esta juventud se pasa el día viendo la tele! ¡En mi época escuchábamos la radio!" Y a su vez, los anteriores a estos lamentaban que sus hijos escucharan la radio en vez de comprar todos los días el periódico. Afirmar que las generaciones venideras son peores es algo que viene de muy lejos, y es que Aristóteles ya decía que los jóvenes no tenían control y siempre estaban de mal humor.
Cuando surgió YouTube, parte de la sociedad dejó de ver la televisión para pasarse a esta plataforma, en la que el contenido se transmitía por diferido y eras tú el que elegías qué ver y cuándo verlo. Esto hacía que el formato audiovisual se democratizase, ya que no estaba sujeto a los intereses de determinadas compañías televisivas. Lo mismo ha pasado con la radio y Spotify. Los artistas que paguen, tendrán más publicidad y sus canciones sonarán todo el día, pero con Spotify, eso no sirve de nada, ya que los consumidores pueden escuchar lo que les dé la gana.
Pero hay una determinada plataforma en Internet que es lo que más se asemeja a la televisión: Twitch. En su origen, surgió como una página en la que los creadores podían transmitir en directo partidas jugando a videojuegos. Hasta hace poco, muy pocos lo usaban y consumían, pero cuando en 2014 fue comprada por Amazon, muchos empezaron a interesarse por ella. Esto se intensificó en 2017, año en el que Youtube sufrió el llamado "adpocalypse" (literalmente apocalipsis de anuncios). En aquel momento, muchos anunciantes se retiraron de la plataforma por los chistes hacia los judíos de parte del youtuber PewDiePie, el más grande del mundo. Google tuvo que tomar medidas drásticas, así que desarrolló un sistema de división de todos los canales en cuatro grupos distintos, para que en los más blancos las empresas pudiesen poner sus anuncios sin miedo. Justo a los canales de videojuegos violentos, enfocados a un público más juvenil, los metieron en el peor grupo de todos, en el que la monetización era escasa y, a veces, imposible. Es por esto por lo que, para seguir cobrando, hicieron desbandada a Twitch, donde se permitía un poco más de libertad y se pagaba mejor.
Explico todo esto porque en estos últimos tiempos se ha puesto muy de moda hacer directos en Twitch de muchas horas. Y cuando digo muchas no me refiero a tres o cuatro (que está considerado lo normal), sino de días y días en directo.
La primera vez que vi algo de esto fue en el año 2019, en el que el youtuber y streamer Torete (en Youtube "Thetoretegg1") se pasó en directo más de 140 horas sin parar de jugar al videojuego Fortnite. En su momento, fue muy impactante para mí, pero recordándolo hoy en día, me parece aún más salvaje. Alguna vez he hecho directos en Twitch, pero no suelen pasar de las tres horas, y aunque te vean cuatro personas, es bastante agobiante. No es sólo el hecho de decir algo y que te lo saquen fuera de contexto, sino que también es esa sensación de sentirte observado, juzgado y sobre todo, hacer algo que entretenga a los demás. Quizá el lector no pueda empatizar con esto si lo cuento así, pero, piénsalo: miles de personas observando y midiendo al milímetro cada acción que haces y cada palabra que dices por casi seis días en los que tienes que estar hablando sin parar. No es algo tan fácil como parece, y puede ser devastador para una persona.
Recientemente ha ocurrido algo parecido, pero esto me ha parecido un paso más allá. TheGrefg, uno de los mayores creadores de contenido en España, está haciendo un directo extensible en Twitch. Hoy es 22 de diciembre de 2021, y empezó el día 2. Mientras estoy escribiendo esto, TheGrefg lleva veinte días en directo. Y alguno de ustedes se preguntará: "¿Y eso cómo puede ser si una persona no puede aguantar ese tiempo sin dormir?" Muy sencillo: hace toda su vida en cámara. Duerme, come y cena en directo, y hay gente que lo ve y le gusta. Estamos llegando a un punto en el que los propios creadores de contenido están sacrificando su propia intimidad.
Esto no sólo se limita a esta gente, sino que también nosotros en cierto modo estamos haciendo lo mismo. Cuando publicas en redes sociales lo que haces con tus amigos, lo que comes, lo que estudias o tu lugar de trabajo, estás exponiéndole a todo el mundo tu vida. Igual no lo ves como algo malo, ya que es tu propia libertad y nadie te está obligando a ello, pero es muy peligroso. Mientras estás en París sacándote fotos en el río Sena puede haber gente que haya aprovechado para ir a robar a tu casa. Como saben dónde estudias, pueden ir a esperarte a la salida para pegarte una paliza. O lo que es peor, subir una foto inocente junto a tus hijos hará que la gente sepa quiénes son. El mundo está lleno de gente que sólo busca hacer daño. Para ellos, las redes sociales es el mejor banco de información que existe. Tú mismo se la estás dando sin que ellos te lo pidan. Luego nos escandalizamos cuando cedemos toda nuestra privacidad a cambio de usar Facebook.
Y volviendo a los streamers, muchos se preguntarán que para qué lo hacen. Bueno, ellos viven de estar en directo, así que, cuanto más tiempo estén, más tiempo trabajando y por lo tanto, más dinero. No se sabe cuánto va a durar esto. No se sabe qué pasará mañana con Twitch, si deja de tener éxito o no. Lo mismo pasa con Andorra. Muchas de estas personas deciden mudarse a ese país para pagar menos impuestos. ¿Es una pena que esto pase? Sí. ¿Es comprensible que lo hagan? También. Pero hemos llegado a un punto de obsesión por el dinero y por la productividad que no es sano.
Cuando estuve escribiendo mi libro, me obsesionaba con el número de palabras que escribía en un día. Si escribía menos de mil, me sentía mal, y al día siguiente me esforzaba por compensar lo poco que había escrito. ¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué siempre queremos más y aplaudimos la máxima eficiencia? Hay quienes no están preparados para esto, y el sólo hecho de escribir una línea al día les puede parecer increíble. No es de extrañar que tantas personas hayan desarrollado problemas de ansiedad por culpa de esto. La sociedad cada día se hace más competitiva y exigente, así que es hasta normal que los streamers hayan decidido tirarse a la piscina y hacer directos de días y días para millones de personas.
¿Os acordáis de El Show de Truman? Seguro que sí. Es una película que trata sobre un programa de televisión en el que muestran la vida de un hombre llamado Truman Burbank. Lo que pasa es que este no sabe que lo están grabando y que toda su realidad es simplemente un plató de televisión; y las personas con las que se relaciona, actores. Por algún motivo, el mundo entero estaba enganchado a este show. Otro ejemplo parecido es 1984, una novela distópica de George Orwell en la que un gobierno se dedica a poner cámaras y micrófonos por todos lados para vigilar a su población. En ambos casos, ninguno de los protagonistas están en esa situación porque quieren, y de hecho se intentan rebelar. En el caso de Truman, consigue escapar; pero el protagonista de 1984, Winston Smith, es asesinado a manos de ese gobierno. Ahora, estamos accediendo a esta vigilancia colectiva porque queremos, ya sea por reconocimiento social o por dinero. ¿Merece la pena esta exposición? Se ve que sí, ya que la sociedad parece no tener planes de cambiar su uso de las redes sociales.
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Las Dos Caras de la Sociedad Actual
SachbücherEn este mundo hiperconectado, en el que nuestro móvil se ha convertido en parte de nuestro ser, hemos sucumbido a las máquinas; tanto que poco a poco estamos perdiendo nuestra humanidad. En este ensayo se irán desglosando punto por punto las imágene...