Acoso en las redes sociales

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Este es probablemente el capítulo más duro del ensayo, porque aquí no solo hablamos de temas de dinero o de falsedad. Esto es algo muy relacionado con la salud mental, que ha llevado a enfermedades y a suicidios.

Con redes sociales como Instagram o Twitter, estamos inventando una nueva moneda para cuantificar la aceptación social: los likes. Ahora todos estamos sometidos a la presión social de recibir aceptación en nuestras fotos, comparándonos con el resto del mundo. Sólo los más guapos triunfan en las redes sociales, y lo peor es que eso les infla el ego, lo que puede llevar a que muchas personas se crean más que nadie. Luego tenemos la otra cara, las personas que no cumplen los estándares de belleza y/o no tienen un manejo de los programas informáticos para convertirse en supermodelos.

Tener sobrepeso, llevar gafas, los granos, los brackets... La mayoría de personas que han sufrido estas circunstancias han sido acosadas en el instituto por los típicos maleducados de siempre, pero hasta hace unos años, en cuanto se llegaba a casa, el bullying desaparecía. Los acosadores eran algo que se limitaba al colegio, y no te seguían hasta la puerta de tu casa. Pero ahora, eso ha cambiado. La gente se compara constantemente con la imagen idílica que los demás exponen en las redes sociales, y es ahí cuando llegan los problemas. En una sociedad en la que sólo se te valora por tu físico ya sea para bien o para mal, tener demasiadas imperfecciones es lo peor.

La infancia y la adolescencia son épocas determinantes en el desarrollo de una persona, por lo que la constante comparación y el like es algo que no muchos están preparados para asumir. Hoy en día, un niño de 14 años puede tener una depresión terrible por no cumplir con lo que la sociedad espera de él. Es terrorífico.

Lo peor de este mundo son los seres humanos. Todos examinan y juzgan sin tener en cuenta los sentimientos de otros, así que imagínense engordar o tener ojeras y arrugas. Cada persona va a criticar lo más mínimo para ellos sentirse un poquito mejor, porque cuesta mucho reconocer que alguien es mejor que tú en algo, es pura envidia. Y es ahí cuando entramos a los comentarios que recibimos en redes sociales.

Bajo la máscara del anonimato, cualquiera de nosotros puede decir las barbaridades que le plazca a personas que le molestan, a veces, sólo por existir. Nos metemos con gente que no ha hecho nada malo porque, ¿qué consecuencias van a haber? Nada. En Internet, nuestro paso parece no haber ocurrido. En más de una ocasión he escuchado gente hablando de implementar un DNI virtual, y en parte, estoy de acuerdo con ellos. Sólo unos pocos descerebrados se atreverían a ir insultando a la gente por la calle porque sí, entonces, ¿por qué lo vemos tan normal en Internet? Porque no hay manera de castigar a la gente por ello. Con un documento que certifique quién eres, muchos problemas se solucionarían, pero no se está haciendo nada para introducir algo así. Será porque, de algún modo, a todos nos gusta la anarquía que se vive en Internet.

La red social más conflictiva que existe hoy es Twitter, bajo mi criterio. En ella, es tan fácil como esconderse detrás de un avatar y entrar en tendencias para ponerse a repartir insultos a diestro y siniestro. Lo más llamativo es que esta red se utiliza mucho para debates políticos y temas complicados. Estas discusiones no suelen acabar bien, y es que, entre las faltas de respeto que suelen habitar Twitter y los caracteres limitados por Tweet que no permiten explicarse uno mismo bien, es prácticamente imposible. Además, parece que la página no toma acciones contra nadie aunque la cantidad de burradas que se dicen sobrepase los límites conocidos y por conocer.

Y ya ni hablemos de los trolls. Son gente que se dedica a insultar a otros en las redes por pura diversión. No sé a ustedes qué les parece, pero hacer esto a sabiendas de que a la otra persona le puede sentar mal es un gesto bastante psicopático. Es precisamente en Internet donde muchos psicópatas, delincuentes y hasta terroristas captan a sus víctimas. Cuando ocurrió el atentado de Barcelona en Las Ramblas en 2017, muchos se sorprendieron cuando descubrieron que los atacantes eran españoles y que usaban las redes habituales como cualquier otro ciudadano. Pero es en estas mismas redes donde se mueven los líderes de estos grupos, para encontrar a gente joven que pueda unirse a ellos. Moverse por la deep web o lugares extraños de Internet no es tan producente como usar Instagram o Facebook.

Hasta ahora, sólo hemos hablado de lo que se queda en Internet, pero también hay repercusiones en el mundo real. Cuando subes alguna foto a tus redes sociales, ya no son de tu propiedad. Todo el mundo puede guardarla y usarla en tu contra cuando menos te lo esperes. Por eso es muy importante saber qué es lo que hay que subir y qué es lo que no. En los institutos critican a cualquiera por lo que sea, incluidas sus fotos en las redes sociales, por lo que es de esperar que haya tantísimo bullying en nuestras escuelas y en estricto aumento. Ahora con las redes sociales donde se mide la aceptación social en números, el mundo se convierte en un lugar más tóxico para millones de personas. Todos conocemos el caso de alguien al que han acosado por publicar alguna foto en Internet o gente difundiendo la intimidad de otras personas en grupos de Whatsapp.

Ahora me gustaría hablar de un caso de difamación ocurrido en Internet, que por poco no arruina la carrera de una persona que vivía de las colaboraciones con marcas debido a su influencia en la red. Me estoy refiriendo al antes citado DalasReview, que aunque no sea santo de mi devoción, sufrió el mayor acoso que he visto yo en la comunidad hispana de YouTube. Desde 2013, han acusado a este youtuber por supuestamente agredir a su expareja, lo que lo llevó a vivir una depresión que casi le costó la vida. En 2016 otra expareja suya lo volvió a acusar de lo mismo, pero además creó un grupo con otras chicas para denunciarle por acoso sexual a menores de edad. A pesar de que Dalas intentara defenderse, la mayoría de la gente prefería creer a su exnovia, mandándole muchísimo acoso en redes sociales. Las marcas dejaron de colaborar con él por estas acusaciones, y con el vídeo que le dedicó el youtuber Wismichu a finales de 2017, le cerraron el canal por unas horas, perdiendo millones de seguidores en apenas unos días. Un año más tarde se llevó a cabo el juicio por el tema de las menores, del que Dalas salió victorioso. Desde entonces, ha estado charlando en directo con algunos de los que lo difamaban para limpiar su imagen, e incluso denunciando casos de acoso en redes como el del susodicho Wismichu o el también youtuber iTownGameplay. Con esta historia quiero ejemplificar cómo el acoso en redes además de tener repercusiones a nivel psíquico las tiene en el ámbito económico. Se puede arruinar el trabajo de una persona sólo con insultos y difamaciones en Internet.

Me gustaría concluir hablando de la "Generación Z", mi generación, conformada por todos los jóvenes nacidos entre el año 2000 hasta el 2015. Se ha extendido la creencia de que nosotros hemos crecido entre almohadones y sólo nos quejamos por chorradas. A esta cara de la juventud depresiva con problemas de ansiedad la llaman "La Generación de Cristal", porque se rompe fácilmente, refiriéndose así a que las pasadas generaciones eran mucho más fuertes porque la vida las había curtido. Pero siendo parte de esta generación y entendiendo los motivos por los que nos dicen esto, quiero dar una opinión más amplia de esto. Nosotros hemos vivido ya dos crisis económicas y una pandemia. Tendremos muchos problemas en el futuro para pagar las pensiones de los que ahora tienen 40-50 años. Cada vez el mundo es más competitivo y con la automatización del trabajo será aún peor. Tenemos el peligro del cambio climático sobre nuestras cabezas, y tendremos que aprender a vivir con ello a pesar de que no nos lo estén enseñando. La delincuencia crece año tras año. Me gusta ser optimista, pero nuestro futuro va a ser muy, muy negro, y no tenemos ninguna luz que nos lo ilumine.

Pero a estos problemas se le añaden las redes sociales. Si la competencia en el ámbito laboral ya es mucha, con esta sociedad de la imagen y las apariencias todo se agrava aún más. La ansiedad y la depresión en nuestra generación es tan normal como un catarro, y no nos están dando herramientas para saber cómo gestionarlas. La gran pandemia mundial del siglo XXI son estas dos enfermedades y no se está haciendo nada para solucionarlas. Por eso quiero darle un mensaje a la gente adulta, que también ha pasado por muchos problemas en su tiempo. Vosotros vivisteis las crisis del petróleo, la Guerra Fría, el imperialismo estadounidense, conflictos sociales... Sabéis lo que es pasarlo mal, así que entended nuestro sufrimiento, que es igual que el vuestro, solo que por motivos distintos. Como he ido diciendo en este capítulo, un niño de 14 años puede llegar a suicidarse por la falsa realidad que se muestra en redes sociales. Vosotros que habéis visto la maldad que hay en el mundo, comprendednos ahora que nosotros la estamos viendo.

Las Dos Caras de la Sociedad ActualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora