“Los demás se preguntaran donde estas” murmuró, aunque realmente no le importaba.
“Saben donde estoy. No pretendo moverme” Por el sol que veía por la única ventana de la cabaña, Inuyasha podía predecir que era cerca del mediodía, pero Kagome y él seguían en el futón. Solo se movían para acomodarse mejor el uno al otro, pero se negaban a soltarse.
“Te sorprendería lo mucho que he extrañado estas” acarició sus orejitas con cuidado. Inuyasha las movió por reflejo. Odiaba sus orejas, eran el emblema de su sangre mestiza, la parte de su cuerpo más sensible a los golpes, la que los humanos de la aldea solían jalar, lastimar y apedrear cuando era un niño. Kagome las trataba con suavidad, sorprendiéndole lo mucho que aquello lo relajaba, cerró los ojos para concentrarse en la sensación.
Deslizó sus garras por la curva de su cintura, haciéndola reír.
“Hace cosquillas” volvió a hacerlo, solo para escuchar su risa de nuevo.
Por primera vez en su vida, con Kagome acurrucada en su costado riendo, se sintió completa y absolutamente feliz.
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Mi pequeña Kagome
RomanceSera una historia llena de romance, de capítulos cortos y semanales, algunos capítulos (la gran mayoría) tendrán contenido erótico, a veces explicito.