Capítulo 11

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Kagome traía la cesta con ropa limpia para Sango. Se había ofrecido a ayudar a su amiga con algunas labores de la casa, considerando que el pequeño Hisui y las gemelas demandaban todo su tiempo.

"Señorita Kagome, siempre es un gusto verla. InuYasha no está con usted?" Saludó con una sonrisa a Miroku, que era seguido por sus dos hijas como si fueran pequeños patitos.

"Se fue temprano, antes de que me despertara, seguramente lo veremos por aquí pronto" Kagome intentó no demostrar lo que aquella ausencia le generaba. Habían llegado bastante lejos en su intimidad y quizás aquello lo había espantado, considerando lo difícil que era para él manejar el afecto.

"Gracias por la ayuda Kagome, ¿podrías dejarlo por ahí?" Sango tenía al bebé acomodado en su pecho mientras lo amamantaba.

"Claro que sí. ¿Cómo ha dormido? ¿Ha funcionado la lavanda?" Kagome observó en el futón la pequeña almohadilla con flores de lavanda secas que había cosido para el insomnio del pequeño Hisui.

"Ha sido magia la verdad, hacía varias noches que no dormía más de dos horas seguidas, te lo agradecemos mucho. Con las gemelas creí que podría pero con Hisui..."

Sango se lamentó, pero Miroku se acercó y besó la frente de su esposa, acariciándole el cabello.

"Eres una mujer formidable y la mejor madre que nuestros niños podrían querer, no te exijas tanto, para algo estoy aquí"

Sango rompió a llorar, Kagome nunca había visto llorar a su amiga de esa forma, ni siquiera con Kohaku, pero supuso que las hormonas tendrían mucho que ver. Miroku tomó a Hisui con cuidado, cubriendo el pecho de su esposa y acomodándole la ropa.

"Me llevaré a los niños a dar un paseo, ¿Por qué no descansas y compartes un momento con la señorita Kagome?"

Sango miró sonrojada a Kagome, antes de levantar la cabeza y darle un pequeño beso en los labios a su esposo.

"Es maravilloso ver cuánto te quiere" estaba realmente feliz por la familia que Sango y el monje Miroku habían formado. "Sango... ¿Crees que InuYasha y yo formaremos una familia algún día?"

"Claro que sí, InuYasha te quiere tanto, no he visto a un hombre sentir tanta añoranza nunca, cada tres días visitaba el pozo, esperando encontrarte. Sabes, yo no quería casarme tan pronto, realmente pensaba que tú volverías un día u otro, pero InuYasha vino a mi y me dijo que debíamos seguir adelante, que él se encargaría de esperarte. Asistió a nuestra boda. Lo abracé y él me dijo que tú estarías tan feliz por mi, creo que ambos lloramos por ti ese día"

Kagome tenía el corazón encogido por el dolor, por imaginar a InuYasha sufriendo la soledad de una manera tan dura de nuevo. Rodeado de gente, pero solo al final.

"Quiero recibir su marca, sé que no es tan fácil para los humanos, pero me haría feliz. Sentir que me uno a él bajó sus reglas"

Sango sonrió.

"Nunca se nos ha explicado mucho de marcas a los exterminadores, no suele servir mucho para nuestra tarea. Pero si sé que si quieres cazar a un demonio perro, la mejor forma es atrapar a su compañera. Son leales, territoriales y demasiado agresivos si tocas a su hembra o sus cachorros, son en esencia protectores"

Se quedaron en silencio un momento, Kagome intentaba reconocerse a sí misma como la hembra de un medio demonio, parecía irreal. Pero pensaba en InuYasha, en estar junto a él toda la vida, nunca más estarían separados por el tiempo ni la distancia, nunca más se extrañarían, estarían unidos para siempre y todo tenía sentido.

Ambas pasaron toda la tarde charlando animadamente sobre cómo eran las bodas en la época de Kagome y lo diferentes que eran en el Sengoku.

"Estoy tan emocionada por ustedes, merecen ser felices"

Sango estaba por llorar de nuevo cuando sus dos pequeños terremotos entraron corriendo a la cabaña.

"Mami, mami" ambas niñas traían unas flores silvestres. Miroku entró con más flores recogidas del prado.

"Hisui me ha dicho que eran tan bellas como su madre, así que me sentí en la obligación de traertelas"

La mirada de Miroku era de devoción genuina, quizás algún día, ella e InuYasha tendrían también el amor tan especial de aquellos que han creado un nuevo ser, juntos.

*

"InuYasha, estás aquí" Kagome sonrió al verlo acercarse mientras terminaba de vendar la mano de un joven.

"Pequeña tonta, claro que estoy aquí, ¿dónde podría estar?" Podía notar cómo él intentaba no mirar su cuerpo.

Se despidió del joven y centró su atención en el Hanyo frente a ella.

"Creí que quizás te tomarías tu tiempo, después de... anoche" ambos se sonrojaron, pero InuYasha le tomó la mano.

"Conozco lo suficiente esa cabeza tuya, no huiré. No de ti. Solo me fui porque sentí olor a sangre de demonio, pensé que era una amenaza y me llevo horas encontrar al bastardo, pero ya estaba muerto"

Kagome entrelazó mejor sus finos dedos con los dedos callosos de él, llevando las manos unidas a su boca para darle un beso en el dorso.

"Creí que ya no venían demonios por esta aldea"

"Casi no lo hacen desde que Sesshomaru marcó el territorio. Ningún humano lo nota, pero están rodeados de su energía demoníaca. Debe haberle costado hasta la última gota de energía marcar un territorio tan grande, normalmente los demonios solo marcan el lugar que habitan, cuevas, madrigueras... el bastardo pretencioso tenía que marcar toda una aldea"

"¿Por qué haría algo así? Ni siquiera viene a menudo por aquí" InuYasha se rascó la cabeza.

"No cree que un híbrido sea capaz de proteger a Rin, como si criar a la niña en la aldea no fuese suficiente debo ser su protector"

Kagome sonrió con ternura. Quizás InuYasha aún no lo entendiera, pero las acciones de Sesshomaru eran tan parecidas a las suyas propias. Recordó las palabras de Sango, leales y protectores, sin duda lo eran. 

Mi pequeña KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora