Capítulo 18

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Kagome se despertó antes que el sol, era extraño ser la despierta, normalmente InuYasha solía despertarse antes y ella dormir. Era curioso escuchar el suave ronquido del Hanyo en su oído. La abrazaba por detrás, pegando su pecho a su pequeña espalda y rodeándola con los brazos. Tenían las piernas entrelazadas y el cabello negro se mezclaba con el blanco.

InuYasha balbuceaba, moviendo sus garras sobre su estómago. Estaba soñando algo, lo escuchaba murmurar palabras sueltas y moverse, quizás por eso se había despertado en primer lugar.

"InuYasha?" Contuvo el aire cuando una de sus manos subió y tomó uno de sus senos, apretándolo. Podía sentir la erección contra su muslo.

"Kagome" su nombre llegaró a sus oídos estremeciendola, recordó su sueño, eso era lo que él quería cuando no podía controlar sus pensamientos. Se soltó de su agarre para poder girarse en sus brazos. Sus ojos estaban cerrados, su rostro relajado, Kagome sonrió. Era tan bello. Acarició sus hombros y sus brazos.

Deslizó sus dedos por la línea de sus músculos abdominales hasta tocar el vello púbico tan blanco como el de su cabeza. Su erección estaba entre ellos, la tocó con la yema de los dedos.

No hacía mucho que habían cruzado la línea donde ella podía verlo y tocarlo, pero en ese tiempo Kagome había descubierto lo mucho que disfrutaba darle placer. No sólo porque lo amaba y la hacía feliz complacerlo, no, también porque ver lo que ella podía causar en él la hacía sentirse poderosa. Ver a un predador vuelto presa, verlo completamente desarmado, perdido en ella, la excitaba.

Rodeo la erección con su mano y comenzó a masturbarlo. Aún estaba aprendiendo que hacer, no es que ella tuviera más experiencia que lo que había descubierto con él.

Solo tenía la clase de biología, un par de novelas eróticas que había leído por recomendación de Yuri y un único video pornográfico que había visto con sus amigas por pura curiosidad. Pero aquí estaba ahora, con el hombre más atractivo que hubiese conocido y que inexplicablemente la deseaba.

Se separó de él para arrodillarse en el futón, no entraba demasiada luz por la ventana pero aún así podía ver la perfección en los contornos de su cuerpo.

*

InuYasha estaba perdido en su fantasía, estaba soñando con Kagome. Rara vez soñaba desde que ella había vuelto. Su vida parecía un sueño del que temía despertar. No importaba cuántos días pasase a su lado, siempre parecía demasiado bueno para ser real. No entendía porque era consciente de que estaba soñando.

Kagome estaba arrodillada junto a él, con su miembro perdido en la humedad de su tibia boca. Soltó un gemido ronco y una palabrota, era tan indigno que una miko sagrada hiciera eso por un Hanyo, sin embargo sus fantasías siempre estaban plagadas de Kagome en situaciones que nadie consideraría dignas con un híbrido.

Llevó la mano a la cabeza de Kagome y guió el movimiento, más rápido y más profundo. Demonios, aquello era pecado por un motivo, era adictivo. Casi tanto como cuando era él quien la probaba.

Quería seguirla mirando, ver su mejilla llenarse y ahuecarse con su miembro, su carita de ángel solo hacia todo aún más erótico, pero no podía mantenerse a sí mismo erguido.

Se recostó, gruñendo y acabando sin avisar.

"Buenos días a ti también" Kagome se limpió los restos de semen del labio con el dorso de la mano y se recostó junto a él.

InuYasha se quedó quieto. Casi asustado.

¿No era uno más de sus sueños?

Él había...?

Mierda.

Mierda.

Mierda.

No sólo había sido brusco sino que se había venido en su boca. Kagome debería estar furiosa por algo así, pero sonreía y levantó la mano para acariciar una de sus orejitas.

"Kagome... lo siento... yo"

"Que sientes?"

"Yo... sueno como un imbécil... creí que no... no era real..."

Kagome rió, acariciando su mejilla.

"Era bastante real, cuando me desperté había partes de ti que estaban muy despiertas"

InuYasha se sentía miserable por haberla tratado de esa forma. Se acercó a ella y escondió la cara en el hueco de su cuello.

"¿Por qué estás tan desanimado? ¿He estado tan mal? Es la primera vez que lo intento, con algo de práctica..."

"Kagome sabes que estuvo bien, pero tu eres un ser valioso, una sacerdotisa, no debes hacer cosas así con alguien como yo"

"¿Prefieres que lo haga con otro?"

"¡No!" Gruño ante la simple idea de alguien tocando a su hembra. "Pero mereces..."

"Por qué no me dejas a mí escoger lo que merezco? Merezco un hombre que me ame, ¿tú me amas?"

"Sabes que si" Kagome masajeó sus hombros tensos.

"Y yo te amo a ti, eres libre de pedir todo lo que desees hacer, déjame a mí decidir luego"

"Pero Kagome... lo que hice..." tocó el labio inferior de la miko, ni siquiera le había dado oportunidad a rechazarlo.

"Lo que hiciste me..." Kagome no puedo evitar sonrojarse, no era capaz de explicar en voz alta lo excitante que había sido ver por primera vez a InuYasha dominando el contacto sexual sin miedo a lastimarla, tomó la mano de InuYasha y la llevó a su entrepierna. "No puedo mentirte con esto"

InuYasha doblo los dedos para rozarla con los nudillos sin preocuparse por las garras. Kagome estaba húmeda, muy húmeda.

"¿Por qué?" Fue el turno de Kagome de esconderse, pero InuYasha se lo impidió. La tomó de la barbilla para mirarla fijamente.

"No voy a romperme, me gusta cuando eres... ya sabes... no tan suave"

InuYasha sonrió de lado, antes de besarla. Su preciosa hembra estaba llena de sorpresas.

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Mi pequeña KagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora