Kagome tenía a una de las gemelas de Sango durmiendo contra su pecho. Desde que había vuelto, siempre que Miroku e InuYasha viajaban, ellas de quedaban juntas. Especialmente porque Sango tenía al bebé que demandaba demasiada atención.
No podía dormir, InuYasha debería haber vuelto hace al menos dos días y aunque Sango intentaba tranquilizarla diciendo que no era la primera vez que se retrasaban, podía notar la preocupación en su voz.
Acarició el cabello de la niña, intentando no pensar en nada trágico. InuYasha era fuerte, la persona más fuerte que hubiese conocido, pero no era invencible y ella no estaba ahí con él.
Sabía que la aldea y Sango la necesitaban, pero no podía acallar los pensamientos de culpa, quizás ellos también necesitaban ayuda, quizás InuYasha estaba en peligro, quizás él estaba herido en algún sitio, lejos de ella para curarlo.
Cuando sintió las lágrimas picar en sus ojos decidió que llorando no solucionaría nada, solo le quedaba esperar.
*
InuYasha estaba cansado.
Llevaba una semana fuera de su casa, lejos de Kagome, su cuerpo se había recuperado de la herida en su espalda pero Miroku aún rengueaba al caminar debido a la herida en su pierna. Así que todo debía llevarlo él y el camino a casa era bastante largo.
La ansiedad por llegar se volvía cada vez más fuerte al acercarse. Anhelaba ver a Kagome, no había estado tanto tiempo lejos de ella desde que había vuelto y esa lejanía le generaba un dolor que se sentía casi físico.
"Kagome, Kagome! ¡Han vuelto!" Sango tenía lágrimas en los ojos cuando se acercó a abrazar a Miroku, con Isui atado a su espalda "Excelencia, está herido?"
"Sanguito, estar lejos de ti me duele más que cualquier herida" Sango le chistó, al sentir la mano de Miroku en su trasero. Estaba tan feliz que no podía enfadarse por las indiscreciones de su esposo.
"InuYasha" Kagome soltó la canasta que traía, sorprendiendo a Rin, y corrió hacia él. "Inu...Yasha..." se arrojó sobre él con tanta fuerza que casi lo hace caer. Kagome rompió en llanto, mientras InuYasha le acariciaba el cabello.
"Tranquila, estoy aquí, estoy de vuelta"
"¿Qué sucedió?" Sango entrelazó los dedos con los de su esposo.
"Mi poder espiritual no fue suficiente, no pude sellarlo y después de que hiriera a InuYasha..."
"¿Herida? ¿Herida? ¿Dónde?" Kagome lo miró de arriba a abajo, con cierta desesperación.
"Tranquila, todo salió bien, estamos vivos y el bastardo muerto" olisqueó el aroma de Kagome, que lo hacía sentir seguro y en su hogar.
"Debería haber ido con ustedes, podría haber ayudado, mis flechas... quizás no estarían heridos!"
"Su ayuda sería maravillosa, señorita Kagome, tal vez la próxima..."
"Me niego, Kagome no vendra! ¡No te llevaré a un maldito campo de batalla! Algo podría pasarte!"
"Yo luche contra Naraku junto con ustedes, como tú, como el Monje Miroku, como Sango. ¿Por qué crees que soy incapaz de luchar ahora?"
"¡No voy a exponer mi debilidad frente a mis enemigos!"
Kagome sintió una punzada en el pecho, una debilidad.
"Nunca te molestó que Kykyo peleara a tu lado!"
"Pues mira cómo terminó!"
Isui rompió en llanto ante todos los gritos. Miroku lo tomó en sus brazos y lo meció con cuidado.
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Mi pequeña Kagome
RomansaSera una historia llena de romance, de capítulos cortos y semanales, algunos capítulos (la gran mayoría) tendrán contenido erótico, a veces explicito.