Kagome había comenzado a dormir sin su hakama. La piel desnuda de sus piernas estaba al alcance de su mano todas las noches. ¿Cómo alguien tan pequeño podía tener piernas tan largas?
A veces Kagome se acurrucaba a su lado y pasaba una de sus piernas por sobre él, dejando que él deslizara sus garras sobre la piel pálida de sus muslos.
La desventaja, era que durante la noche, con los movimientos, la ropa solía levantarse, dejando al descubierto la preciosa y tentadora curva de su trasero. Poniéndolo tenso y generando incómodas e indisimulables erecciones.
"No me molesta que me mires" le había dicho con una sonrisa, pícara y somnolienta, notando como él evitaba centrar su mirada en el cuerpo junto al suyo "Tampoco que me toques" agregó.
Kagome había tomado su mano y la había depositado sobre la curva más marcada de su espalda baja, antes de besarlo en la mejilla y recostarse sobre su hombro.
Se sentía un pervertido tocando de esa forma a una miko sagrada, pero su piel era tan suave y tibia que invitaba a tocarla.
La tocó, tocó esa parte de ella que todos los hombres anhelaban ver cuando andaba con su falda de uniforme.
Apretó las orejas contra la cabeza, esperando que le gritara, lo insultara o lo enviara al suelo por semejante osadía, pero no.
"Me gusta sentir tus manos sobre mi"
"Ninguna mujer quiere las manos de un Hanyo sobre ella"
Kagome se levantó un poco, apoyándose en su codo para mirarlo."Yo me enamore de un Hanyo, ¿lo olvidas? Todo en ti me gusta tal y como es. Además, me gusta que me beses y me toques" repitió.
El sonrojo y los restos de sueño en su cara la hacían ver aún más hermosa.
"Pero tú eres extraña"
Sonrió, antes de besarlo.
Agradeció a los dioses por la extrañeza de aquella mujer. Todo en Kagome era diferente, su dulzura, su inmadurez, su risa, su humanidad.
Y todo en ella parecía quererlo.
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Mi pequeña Kagome
RomansaSera una historia llena de romance, de capítulos cortos y semanales, algunos capítulos (la gran mayoría) tendrán contenido erótico, a veces explicito.