Capítulo 17: Tenemos al culpable

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Eran las primeras horas del martes cuando en una comandancia de la policía, más concretamente la Comisaría Metropolitana Número Quince, se presentaba una camioneta Mitsubishi color blanco en su estacionamiento. De ella se bajó Aaron y fue directamente al recibidor y se sentó justo en frente de la oficial a cargo en ese momento.

-Buenas noches, joven -saludaba la mujer policía ya entrada en años y con leve sobrepeso sirviéndose un mate. ¿En qué puedo servirle?
-Sí, es sobre Camila, la chica que encontraron -respondió Aaron cabizbajo y ofreciéndole sus muñecas. Fui yo, yo la maté, así como a otras más y por eso me entrego.

La agente no cabía en su asombro, con su comunicador llamó a sus compañeros quienes esposaron y llevaron a Aaron al calabozo para tenerlo bajo custodia. No tardaron en llamar a la prensa para dar conocimiento del hecho, y el joven no titubeó en dar todos sus datos.

Cuando recabaron todos sus datos le preguntaron si sus padres sabían en lo que andaba metido, él negó rotundamente todo y afirmó haber actuado completamente solo y a espaldas de todos.

Lo metieron dentro del calabozo de la comisaría a la espera del Ministerio Público, y ahí Aaron se encontró con dos motoasaltantes presos que se alegraron de tener compañía esa noche. Aquellos dos sujetos de cuerpo enjuto y rostro demacrado por el consumo de drogas vieron que el joven era bastante delgado y de aspecto inofensivo, por lo que creyeron que era un objetivo fácil del que aprovecharse.

-Nde, ¿vos piko qué hiciste hína para estar acá? -Preguntó el reo conocido como El Kevin, al que le faltaban dientes.
-Bueno, hice... Cosas con unas chicas que... Mejor no les digo -desdeñó Aaron. No les va a interesar.
- ¡Bueno mita'i, estás vos solito acá y estás regalado! ¡Ahora preparate porque estamos con ganas! -se levantó el otro malandro que respondía al mote de El Brayan, quien tenía cortes en la cara y orejas saltonas.

Luego de unos momentos de silencio se oyeron desde el calabozo unos gritos de terror, eran los asaltantes quienes imploraban no ser dejados solos con el recién llegado. Sus gritos solo se hacían mas desesperados hasta que los policías los callaron golpeando los barrotes y ordenándoles callarse.

Los maleantes "El Brayan" y "El Kevin" se quedaron en un rincón de la celda, buscando alejarse como sea de aquel extraño adolescente que los aterró. Esa noche no durmieron, en cambio Aaron dormitó plácidamente recostrado contra la pared.

Despuntó el alba y Aaron fue llevado esposado al Ministerio Público e iba acompañado por una escolta fuertemente pertrechada. Éstos hombres lo oían murmurar en la patrullera de camino al Ministerio, lo hacían callar con un leve golpe de codo o directamente un puñetazo en la boca, aunque él solía simplemente responder con una sonrisa pícara.

Aaron fue conducido a una cámara Gessel y lo sentaron casi que por la fuerza en frente del escritorio que había en aquella estancia de escaso mobiliario. Minutos después llegaba una psicóloga forense llamada Débora Silva quien trajo consigo papeles y pluma para poder empezar su pesquiza.

-Buenos días a ti, y a ustedes también señores policías -saludó la profesional de cabello corto asemejándose a una taza y ojos grandes y expresivos.
-Licenciada, le traemos al autor confeso de los asesinatos de las chicas de estos últimos meses -espetó con sequedad uno de los oficiales al lado de Aaron.
-Lo que te diga o le digas también lo podemos escuchar, licenciada -avisó el otro agente sosteniendo de los hombros a Aaron. No podemos dejarla sola con él, por ningún motivo.
-Metiches, la cosa es entre ella y yo -se quejó Aaron con tono irónico.

La mujer, quien hasta ese entonces tenía una leve sonrisa que delataba sus hoyuelos, cambió su expresión ante lo que oía decir a aquellos grandes sujetos y a Aaron. El detenido no le quitaba los ojos de encima, y aquello ponía los pelos como escarpias a la psicóloga forense.

El Caso Fleischmann: Las 11 OfrendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora