Capítulo 2: Rocío Mayer en el bote de basura

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Palabra de Nuestra Señora. Tercera Señal: De en medio de quietud de la noche llevarás la inocencia ante mi altar, me la ofrecerás en holocausto y te bendeciré.

Eran las diez de la noche, una noche inusualmente fresca en la Terminal de Omnibus de Asunción para ser mediados de febrero. La zona empieza a verse con muy poco tránsito y los últimos autobuses del día transitan por las avenidas Fernando de la Mora y República Argentina, con algún que otro autobús subiendo y bajando pasajeros.

Llegaba un ómnibus de la empresa La Santaniana desde el norte del país e ingresaba al andén de llegada, donde una niña indígena de no más de ocho años pide limosna a quien se le cruce en frente. "Rerekomí peteî moneda?", "tiene usted una moneda?" preguntaba con las manos haciendo un cuenco a quien viera pasar.

Su madre llevaba ropa harapienta y con varios días de no lavar, con un bebé llorando en sus brazos y otro más gestándose en su vientre. Ésta comía lo que quedaba de una chipa asolada por las moscas, sentada frente a un mantel donde vendía algo de bisutería hecha a la usanza aborígen.

A la niña le dieron ganas de ir al baño y, como no quería que las limpiadoras le dieran de escobazos por hacerse en el piso, usó el baño que había frente a las hileras de asientos en las que aguardaban a subirse a la flota de medianoche.

Luego de hacer sus necesidades se encontró en la salida del mismo a un hombre joven comiendo una chipa so'o aún calientes al lado de la entrada del sanitario de varones, "ikatú ja'u michimí?" (¿puedo comer un poco?) dijo a aquel muchacho mientras seguía comiendo.

Éste gustosamente le dio otra chipa so'o que llevaba colgando de una bolsita en esa misma mano, y ella la comió con tal avidez que poco le importó quemarse la lengua. Comiendo con algo más de calma y soplando su comida antes de cada mordisco se terminó su modesta comida, y ella se hallaba feliz de sl fin probar bocado.

-Nena, ¿esos son tu mamá y tu hermanito? -Preguntó el joven en un perfecto guaraní acariciándole la cabeza dulcemente.
-Sí, son ellos -respondió la niña asintiendo.
- ¿Puedes venir conmigo? Tengo más comida, para ellos también.
-Está bien, vamos -dijo ella muy contenta.

Ambos se fueron por la salida de los recién llegados, sin que nadie reparara realmente en ellos. No con la novela turcs del momento pasando por la televisión. Ambos cruzaron la calle en dirección al poco iluminado estacionamiento, y en la oscuridad de éste se perdieron de vista. Esa fue la última vez en la que la niña avá guaraní de nombre Yerutí fue vista, y Aaron tenía una nueva víctima para pasar la noche.

La niña había despertado con las manos amarradas colgando de los balancines de una ventana, la habitación estaba apenas iluminada por una luz que se colaba debajo de la puerta cerrada detrás de Aarón, quien terminada de cerrarle la boca con cinta de embalaje con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

"Parece que al fin despertaste" le dijo Aaron luego de terminar de usar la cinta. "Ahora quiero darte la bienvenida a nuestro selecto grupo" continuó una vez sacó un cortador de cajas y con él rasgó las escasas vestiduras de Yerutí, para horror de la niña y el de las otras mujeres que aún quedaban ahí con vida.

**

Temprano a la mañana siguiente en la linea del 911 reciben una llamada que puso los pelos de punta a la operaria en turno, la Suboficial Hermelinda Castillo. Aquella oronda mujer de cuarenta años, cabello corto y rizado y lunares en el borde del labio y el pómulo, estaba por atender el caso más estremecedor en todo lo que llevaba sirviendo a la policía.

- 911, ¿en qué le podemos ayudar? -Atendió la suboficial a aquella llamada desde un celular.
-Algo... Algo les pasó a mis papás -decía la voz llorosa del niño quien no parecía mayor de ocho años. Están en sus camas y NO se mueven, algo le pasó a papá y mamá.
- ¿Cómo? ¿dijiste que tus papás no se movían?
-Sí... Señora. Ellos siempre me vienen a despertar temprano, pero ahora se NO despiertan aunque los mueva... Y están muy fríos.
-Che memby*, ¿No hacen ellos algún sonido al dormir? ¿Como roncar, o algo?
-No... No hacen ningún ruído -contestó el niño moqueando.
-Bueno che memby, vamos a mandar gente para donde estás vos a ver qué les pasó a tus papás. ¿Está?
-Voy a buscar la llave señora -respondió entre sollozos.
-Acá veo que me llamás de la casa de los Stoessel, mantenete un poco más en linea que vamos a ubicar bien la dirección y así la policía que está más cerca va a llegar.
-¡Apúrense por favor! ¡Tengo miedo!
-Por cierto che memby, ¿cómo te llamás? Decime tu nombre completo.
-Carlos, Carlos Daniel Stoessel Bauza.
-Gracias papi, ahora tenemos tu información y ya van a ayudarte a ti y a tus papás. Ahora recibiles cuando les oigas llegar. ¿Sí-pa?

El Caso Fleischmann: Las 11 OfrendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora