|Capítulo Tres: Consecuencias.|

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Abrazo con fuerza una almohada, la textura tan suave hizo que ronronee, hacía algo de frío así que se tapó con las cálidas mantas olvidó que aún las mañanas eran muy frescas, siempre que solía ver las noticias hacía como diez grados, acababan de salir del invierno tenía sentido. Estaba tan cómodo y todo era tan calentito y agradable que no quería levantarse.

-Peke-G - palmeó el colchón buscando a su gatito, la almohada le gustaba pero prefería a su gato.

Al no hallarlo, de manera perezosa abrió los ojos la habitación estaba a oscuras.

-¿Peke-G? - volvió a llamarlo mientras se frotaba con sus manos sus párpados quitándose las lagañas y un fino hilo de saliva.

Sus ojos azules registraron la habitación, algo estaba mal pero su mente no podía a ciencia cierta decir que era. Era el efecto del letargo mañanero, notó que la habitación estaba en penumbras aún así podía ver con claridad.

No había rastro de su gato.

Takemichi se volvió a cerrar sus ojos, tenía mucho sueño se acomodó mejor y casi iba a quedarse dormido cuando finalmente su mente hizo corto circuito, ahora que lo pensaba ¿Su habitación se había agrandado? ¿Y por qué lucía tan diferente?

-¿Eh? - se sentó con cuidado en la cama y volvió a verificar el lugar, ahora estaba más despierto así que finalmente se dió cuenta que no estaba en su departamento.

¿Dónde estaba?

Se tomó de la cabeza, por la sensación de descanso al parecer durmió mucho lo cual significaba que se desmayó. ¿Qué hizo antes de desmayarse?

Pensó, sus memorias estaban algo difusas recordaba haber salido a comer con Naoto, su rechazo y luego... Problemas. Tardó unos minutos en recordar todo y cuando llegó a lo último que hizo antes de caer inconciente el color abandonó su rostro.

-Oh no...

Se golpeó muy fuerte en sus mejillas, se dió cuenta que no estaba soñando, llevó una mano a su cuello, allí descansaba la marca de reclamo. La carne que se abrió por suerte estaba cicatrizando lento pero lo hacía, no dolía mucho incluso podía compararla con una raspadura, lo cual era extraño normalmente se decía que un lazo cuando no se estaba en celo dolía bastante.

-¿Es obra tuya? - preguntó entrecerrado sus ojos, llevando una mano a su pecho donde su lobo dormía plácidamente - No me ignores - se sacudió violentamente como si estuviera sarandeando a su lobo.

"Ventajas de ser Zeta"

Fue la simple respuesta que recibió, podía sentir como inflaba su pecho lleno de orgullo por sus actos.

Él no era una persona violenta, pero si su lobo fuera una persona probablemente lo hubiera golpeado hasta llevarlo a un hospital.

Sabía que lo hizo para protegerlos de una muerte espantosa pero lo condenó no sólo a él sino no a otra persona. ¿Por qué los lobos tenían que ser tan egoísta? Nunca pensó que su Zeta sería así de mala persona.

De nuevo se golpeó en las mejillas, repitió el acto hasta que sus mejillas ardieron de dolor, la vergüenza y frustración estaban consumiendo su cuerpo.

Esto era su culpa, por no poder controlar sus instintos más bajos, cada vez que recordaba la orden que le dió a Manjiro, se golpeaba con más fuerza. Si no se hubiera convertido en un estúpido Alfa, se habría podido controlar y no hubiera usado la voz de mando para exigir ser enlazado.

Detective Hanagaki |MiTake/TakeMikey| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora