Prólogo ~ Lilith

82 5 1
                                    

—Satan... –una voz femenina y etérea lo llamaba—. Mi amado Satan...

—¿Quién...? —Satan no lograba reconocer la procedencia de aquella voz.

—¿Es que ya no te acuerdas de mí? —aquella mujer sonó burlona de cierta forma—. Me parece increíble que no recuerdes quién soy después de todo esto que has hecho.

—¿Li...lith...? –logró balbucear, tratando de no sonar muy fuerte por si trataba de una broma—. Sal de donde estés.

—Soy yo —le confirmó, riéndose sutilmente, para cambiar a un tono más serio—. He venido a hablar contigo. Quiero que quiero que dejes a Arle en paz.

—¿Arle? ¡Oh! —de pronto recordó todo lo que ocurrió con aquella chica durante su vida—. ¡Yo...! ¡Lilith, perdóname! ¡Yo no...!

—Cierra la boca hombre, ni si quiera me has dejado acabar y no tengo tiempo de que me interrumpas —le regañó, algo molesta—. Escúchame. Olvídate de mí y de mi chica, te lo pido por favor, por el amor que supuestamente me profesas... no vuelvas a perseguirla. Sabes que su corazón no te pertenece... y sabes que no es ella de quien estás enamorado. Utilizas a la chica como tirita, para sanar esa herida que causó mi muerte, pero no es posible estar enamorado de dos personas, y tú mismo lo sabes. ¡Pero eres tan orgulloso...!

—Pero Lilith... si el destino te ha arrebatado de mis brazos... ¿¡qué más quieres que haga!? —los ojos se le llenaron de lágrimas y se agarró los cuernos con las manos en un intento de relajarse—. ¡Te perdí! Moriste en mis brazos y yo seguí viviendo por muchos años más... ¡Pensaba que...! ¡Cuando vi a Arle pensé que eras tú! ¡Que habías regresado! No podía sentirme más feliz.

—¡Satan! No es de mí de quien estás enamorado, ¿porqué no puedes reconocerlo? —se exaltó—. ¡Entiendo que estuvieras triste, pero mi muerte no fue más que el transcurso de la vida propia! ¡Arle y tú sois familia! ¡Demonios! ¿¡Te escuchas cuando hablas!? ¡Si ella no ha salido corriendo aún es porque no sabe que compartís sangre!

—¡...! –el Rey del Inframundo se quedó sin palabras—. Yo... ¿Realmente soy tan desagradable a ojos del mundo?

—Dan igual los ojos del mundo, puesto que nadie sabe tu verdadera relación con Arle, ¿pero no te da nada? —le explicó. Se notó a aquella voz retorcerse del asco—. Yo sí lo sé, y me duele mucho, porque te he amado y lo sigo haciendo. Me duele demasiado el saber que tú eres incapaz de pasar página y aceptar que ya no estoy y probablemente jamás volveremos a reunirnos. ¡Han pasado años, Satan! Yo morí y así debo quedarme. Recuerda mis palabras.

Se hizo el silencio durante unos segundos que a Satan se le hicieron verdaderamente eternos. Movió la cabeza a su alrededor, buscando a Lilith con la mirada, pero por su puesto, no vio nada.

—Esto... ¿es un sueño? —preguntó, sin entender muy bien porqué se le había aparecido su difunta esposa de la nada—. ¿Te me has aparecido con magia o algo?

—Sí es un sueño, no hay otra manera de contactar con los vivos —confirmó ella—. Pero no he usado una magia convencional. Yo siempre estuve contigo tratando de encontrar la forma de entablar una conversación, y me quedaré hasta que tú comprendas el valor de la vida y la responsabilidad que conlleva todo el poder que manejas a tu antojo. Pero no volveremos a hablar, porque no es bueno abusar de este poder.

De pronto, la figura de una chica de estatura mediana, cabello castaño, ojos lilas y vestida con unas ropas moradas se apareció ante él.

Hubo unos momentos de silencio en los que se observaron con la mirada, amándose como no se habían amado nunca (y cabe decir que ellos se querían mucho), y antes de desvanecerse en el aire, Lilith se acercó a Satan y lo besó suavemente en los labios, y le susurró con delicadeza las palabras "Te quiero." al oído.

Memorias de Puyo PuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora