—¡No lo haces bien! —se quejó Jael al ver a su hijo ser incapaz de invocar lo que para ella era un simple animal—. Hasta que no vea a Lolo frente a mis narices no te irás de aquí.
Lolo era el gato de Schezo. Él lo había ocultado en la casa cuando era pequeño, pero a la semana fue descubierto. Su madre no quería mantenerlo, pero al final el gato consiguió hacerse un lugar en la casa, aunque ella no lo permitía estar en la mayoría de habitaciones.
—¡Pero mamá, es un gato entero! —se quejó el chico—. Puedo hacer aparecer un lápiz o un pastelillo, ¡pero un gato es demasiado!
—¿No te gustaban tanto los gatos? —lo retó—. Ahora vas a hacerlo aparecer aquí o lo echo a la calle. ¡Y tú irás detrás!
Schezo comenzó a notar cómo se desvanecía mientras un golpe a mano abierta le llegaba al moflete, pero de pronto dejó de sentirlo porque todo se volvió negro.
Schezo apareció en su cama sudado como de costumbre.
Llevaba tanto tiempo sufriendo aquellas pesadillas que ni si quiera se despertaba gritando como ocurría al principio, sino que lo que más preocupado le tenía es que iba a pijama por noche, ya que tenía que lavarlos por todo el sudor que segregaba en la noche.
—Lolo... —murmuró, recordando cómo lo vio morir ante sus narices.
A su querido gato le había llegado parte de un hechizo que su madre le obligó a conjurar. Era un hechizo poderoso destinado a paralizar por completo un cuerpo humano, sin embargo, este se desvió y acabó golpeándolo, lo cual lo dejó sin conocimiento.
Desgraciadamente, lo único a lo que había querido de verdad había quedado fuera de combate y no podría volver a sentir su calor al abrazarlo.
Schezo sacudió su cabeza para que aquellos pensamientos salieran volando tan rápido como habían llegado y se levantó de su cama con un poco de esfuerzo para quitarse el pijama y tirarlo a un balde que utilizaba para la ropa sucia y se metió a la ducha.
El baño estaba dentro de su habitación, por lo que no recorrió mucho camino.
El agua salía helada, así que esperó a que se templara, pero nunca ocurrió, por lo que acabó debajo de aquellos cubitos que salían de la alcachofa.
Se duchó rápidamente para que no le diera una hipotermia y cuando salió se cubrió con una toalla como si fuera un poncho y se tiró a la cama boca abajo, disfrutando de la tranquilidad, la cual no duró demasiado, pues alguien llamó al timbre.
Al escucharlo gruñó fuertemente. «¿Porqué no puedo tener un mísero momento de tranquilidad?». Se mantuvo en silencio durante un momento, fingiendo que no había nadie en casa, pero el timbre continuó sonando, así que se asomó levemente a la ventana para ver quién era, y abajo se encontraba un trío con el que no quería tener nada que ver.
—¡Te veo el flequillo, Schezo! —se burló Draco Centauros al ver que no quería ser visto.
—Ya sé que dije que podíamos decirle de venir, ¿pero porqué tiene que ser el primero? —susurró Witch, lo cual Schezo no alcanzó a escuchar.
Él se asomó a la ventana de mala gana y les hizo una mueca de fastidio.
—¿Estás desnudo? —le preguntó Arle mofándose, al ver que nada le cubría el pecho.
—Me acabo de duchar y vosotras me habéis molestado —le respondió él irritado.
—¡Es un pervertido! —criticó Witch, con las manos sudorosas y con cada vez menos ganas de interactuar con él—. Te dije que era mala idea.
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Memorias de Puyo Puyo
FanfictionSatan despierta de un sueño donde ve a Lilith, su difunta esposa, la cual le hace replantear su estilo de vida. Schezo recuerda cada tanto su triste infancia y adolescencia, con las cuales tiene que cargar constantemente. Rulue quiere crear lazos d...