4. Dibujando mis mariposas internas

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Lexi

No puedo evitar reírme con todo lo que me dice Nicolai. Me limpio las lágrimas e intento calmar mi risa. 

Llevamos aquí aproximadamente una hora y aún no ha venido nadie. 

Nos hemos acabado las regalices y hasta ahora solo han sido mis tripas las que han sonado. 

Me ha hablado de su familia, su padre que es una especie de empresario exitoso, su madre que fue modelo en su juventud y de su hermana de quince años que está loca por la literatura juvenil. 

Estaba forrado y por eso sabía hablar español tan bien, porque desde pequeño iba a academias de idiomas en Rusia. Pero la verdad no me importaba en lo más mínimo, solo necesitaba hablar con alguien para olvidar que esa noche me había perdido un musical de mi película favorita. 

Antes de poder abrir la boca la puerta se abrió dejando ver a un cerrajero y a una Sara con cara de agobio, seguro penaba que ya me había tirado por la ventana. 

-Lexi! Estás bien! Por Dios, casi me da algo, llevamos aquí una hora. -corre y se tira sobre mí comprobando que esté bien. -Y tú que miras? 

-Sara, él es Nicolai, mi... 

-Bueno, ahora eso no importa. 

Después de conseguir que Sara volviese a su cuarto tras asegurarle que iba a comer algo antes de irme a dormir, antes de coger mi pijama Nicolai habló. -Me sabe mal que no hayas podido ir a la cena.

-No pasa nada.

-Conozco un sitio cerca de aquí, vienes a cenar algo? -le miro ladeando la cabeza y con una media sonrisa en la cara. 

-Espero que no haya segundas intenciones en tu propuesta. -cojo mi bolso y me lo cuelgo del brazo. -Está bien, acepto. 

-Señorita. -me ofrece su brazo y yo entrelazo el mío con gusto. Nos conocemos desde hace un par de días pero me siento muy cómoda con él. 

Salimos a la Francia nocturna, únicamente iluminada por farolas, hay parejas paseando por las calles y de vez en cuando pasa algún coche.

Pasamos por varios puestos ambulantes llenos de gente. 

Hablamos de temas triviales hasta llegar a un pequeño restaurante en la esquina de un edificio, parece antiguo, pero eso le da un toque especial que no sabría identificar. 

Nos sentamos en una mesita bajo una farola, al lado de la carretera y con vistas a la torre Eiffel. 

-Bonsoir, madame, monsier. (Buenas noches, señorita, caballero)

-Salut...

Nicolai dice algo pero no le escucho, estoy embobada viendo las calles, tan perfectas, tan bonitas, tan tranquilas. No puedo evitar sentir un cosquilleo en el estómago. Tampoco puedo disimular o tratar de ocultar la sonrisita que tengo en la cara. 

-Creo que te gusta este sitio. -sonríe. Su acento ruso ronronea como el motor de un Mustang antiguo.

-Tanto se me nota? -bromeo. -Qué has pedido? 

-Crepes con helado. -nos traen la comida enseguida, el olor dulce del crepe me inunda, es como una droga. 

Mientras comemos se acerca un guitarrista clandestino que empieza a tocar y a darle ambiente al lugar. 

...

-En serio?! Por Dios no sabes la suerte que tienes! -dice Sara zarandeándome. Le conté lo que pasó ayer. Al acabar de cenar volvimos al hotel y fuimos a dormir, cuando me desperté ya no había nadie en la habitación. 

Fuera está lloviendo a cántaros, así que la actividad de hoy se ha cancelado. 

-No seas exagerada, venga, que ya vienen los profes. -nos acercamos para escuchar lo que dicen. 

-Bien, hemos hablado con los profesores del otro colegio que se hospeda aquí y hemos llegado a un acuerdo, os dividiréis en parejas para hacer la misma tarea, vosotros un retrato de la persona que os haya tocado y el otro os describirá con palabras. No todos hablan español o francés así que os tocará usar inglés o lo que vosotros veáis, podéis elegir vuestro compañero. 

Detrás de los profes llega el otro colegio, son todos altísimos y guapísimos, pero el que me llama la atención es Nicolai, el más alto de todos y el que va delante. 

-Ya he visto a mi presa, nos vemos luego. -Sara se va en dirección a una chica rubia, alta y de ojos verdes. Las dos empiezan a hablar con fluidez y se van a sentar juntas. 

-Tienes compañero? -pregunta Nicolai a mi lado, mirando en la misma dirección que yo. 

-Sí, tú, vamos. -cojo mi mochila del suelo y tiro de él para salir del vestíbulo del hotel. -A dónde podemos ir? 

-Ven. -ahora tira de mí hasta una zona común con sofás de colores amarillos y azules y varias mesas y sillas altas pegadas a los ventanales. Hay una pequeña barra con un camarero preparando cafés para la poca gente que hay. 

Nos sentamos en una de esas mesas altas, uno frente al otro, yo saco mi cuaderno de dibujo y él una libreta y un bolígrafo. -Para hacer esto necesito que me cuentes cosas sobre ti. 

-Vale, qué quieres saber? -pregunto analizando su cara para poder empezar a dibujar. 

-Qué te gusta hacer? 

-Dibujar, escuchar música, la fotografía... -empiezo a pasar la punta del lápiz por el papel de mi cuaderno con seguridad. 

-Qué música escuchas? 

-De todo, si pones mi playlist de Spotify te puede salir Amy Winehouse, C. Tangana, Queen, Rosalía... Tengo un gusto muy variado. -cuando ya tengo la base tomo medidas de sus facciones con mi lápiz y vuelvo a centrarme en el papel. 

-Algún hobby extraño?

-Bueno... Extraño no es, pero me gusta escribir. 

-En serio? Eso sí que no me lo esperaba. -levanto los ojos de mi dibujo viendo su perfecta sonrisa blanca y alineada. 

Está atento a lo que escribe. 

Sus ojos se desvían del papel y se topan con los míos, algo dentro de mí se revuelve, son mariposas, no puedo evitar sonrojarme un poco y sonreírle como una idiota. 

Extraños en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora