9. Extraños en París

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Lexi

-Qué tal vas con el trabajo cariño? -pregunta mamá entrando en mi estudio. 

-Viento en popa. -digo irónica viendo el lienzo en blanco que tengo delante. 

No sé cuánto tiempo llevo sentada en el suelo, con el pincel en la mano y las acuarelas en el suelo listas para ser usadas. 

-Pero qué tienes que hacer? -pregunta arrodillándose tras de mí y peinándome con sus manos. 

-Pintar sobre un sentimiento. 

-Entonces pinta sobre el amor, siempre pintas sobre ello. 

Suspiro. -No sé cómo pintar sobre amor cuando no lo estoy sintiendo. -dejo el pincel en el suelo agotada. 

-Entonces pinta sobre lo que sientes ahora, en lo más profundo dentro de ti. -sus palabras me hacen divagar en mi mente. -Tu padre y yo vamos a salir, volveremos por la noche vale? 

-Está bien. -besa mi cabeza y sale del estudio, en cuento escucho que cierran la puerta del piso me asomo por la ventana que da a la calle, vivo en un quinto piso en el centro de Madrid, y lo único que se escucha son los ruidos de los coches y las personas hablar por las calles. 

Los veo a los dos salir juntos, van a ir al teatro. -Adiós! -me despido de ellos con una sonrisa. 

Me quedo un rato apoyada en la ventana hasta que mis pensamientos me traen de nuevo a Nicolai a la cabeza. 

Hace tres días que volví a Madrid y aún no me ha hablado. 

"No tú a él idiota. "

A veces odio mi subconsciente. 

De repente me abofetea la inspiración y me vuelvo a poner frente al gran lienzo con el pincel en mano y la paleta de colores en otra. 

-Alexa, pon Comerte entera, de C. Tangana. 

-Reproduciendo Comerte entera de C. Tangana. 

Mientras voy pintando voy pensando en todos los momentos que estuvimos hablando y riendo los dos juntos. 

Recuerdo cuando hicimos esa actividad conjunta, solo hablaba yo mientras ambos trabajábamos, pero a él no le importó. La verdad no recuerdo qué fue lo que dije, estaba tan centrada en mirarle y dibujar que simplemente parloteaba sin más. 

...

Dejo la paleta en la mesa auxiliar y el pincel en un vaso con agua. 

Tengo las manos y la ropa llenas de pintura, y la cara también. 

La puerta de la sala se abre. 

-Alejandra, el desayuno está... Ese es tu proyecto? Es impresionante! -dice papá poniéndose a mi lado. -Me encanta. 

Hay tantas cosas que no sé describir lo que he hecho. 

-Gracias. -sonrío limpiándome el sudor de la frente. 

-Cuándo tienes que entregarlo? 

-En... Tres horas! Mierda no me va a dar tiempo! -empiezo a limpiar todo y tapo el lienzo con una tela, lo dejo al lado de la puerta de la entrada y corro a mi cuarto para darme una ducha y vestirme. 

En una hora ya estoy saliendo de casa con la mochila en un hombro, el lienzo bajo mi brazo, los cascos puestos y escuchando a Melendi mientras bajo por la escaleras corriendo con una tostada en la boca. -Adiós! 

Decido ignorar el ascensor y, por una vez en la vida usar las escaleras (pero no las uso bien), las bajo de dos en dos o de tres en tres hasta llegar a la calle. 

Extraños en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora