CAPITULO IX

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Carlisle paró su auto enfrente a su casa - En mi oficina puedo atender tus heridas, y podes llamar a casa de los Stanley diciendo que te quedas acá- hablo tranquilamente y salió del auto. Seguí sus pasos mientras abría la puerta y bajaba del auto, estaba parado esperando que me acercara para acceder a la casa mirándome con una sonrisa de lado.
Carlisle nunca me soltó mientras me ayudaba a subir, y sin siquiera necesitar llave abrió la casa.
-¿Por qué no cierran la puerta?- pregunté con curiosidad
se rió antes de responder -No creo que vayan a robarnos aca en el bosque Mel- me respondió entre risas. Me reí tontamente por mi pregunta, pero mi preocupación estaba en otro lado, vampiros recién nacidos a kilómetros de distancia. Igual, como si una cerradura hiciera la diferencia.
La casa del Doctor Cullen era grande, por decir poco,  los vidrios iban de piso a techo sin interrupciones, era de un color blanco impoluto que solo remarcaba más el contraste con el bosque de fondo por si la enormidad de la casa no lo lograba. Entre a la casa con Carlisle guiandome con una mano en la espalda, podía sentir el calor subiendo de a poco frente a tan simple gesto. Donde nos encontrábamos los límites parecían no existir, si bien podía entender que era parte de la cocina y que no, el espacio parecía fluir y fusionarse para dar lugar a un sitio sin interrupciones. 
La escalera se encontraba a un costado de la puerta y sin sacar la mano de mi espalda me guió hasta la parte superior de la casa.
Podía sentir el ambiente vacío, no encontraba presencia de ningún otro vampiro en la casa, lo que era raro para esta hora del día. Pero supuse que el resto del clan estaría cazando.
-¿No hay nadie en la casa?- pregunte, si bien sabía que no había nadie porque no podía sentir la presencia de los demás, era una pregunta que cualquier persona haría.
-No- respondió - todavía no llegaron- me dijo restándole importancia- aunque a la mayoría ya los conoces- mientras me abría la puerta para dejarme pasar.
El estudio del Carlisle tenía una vista increíble rodeado del bosque, todas las ventanas infinitas lograban que el verde entrara en el lugar aun si era de noche. Y el resto, de madera oscura daba una sensación de calidez que aunque apreciara no iba conmigo. 
Podía ver a Carlisle reflejado en aquella habitación. Había un cuadro que fingí no ver, de su época con los Vulturi. Seguí paseando y mirando absolutamente todo lo que había en esa habitación, hasta que Carlisle me guió a una silla junto a su escritorio, se sentó enfrente mío y apoyó el botiquín y demás cosas sobre el escritorio.
Con mucha paciencia empezó a revisar mi brazo, estaba raspada por donde me lo pidieras, me dolía el pómulo derecho donde había recibido un golpe por parte de uno de los vampiros.
-Te va a doler un poco mientras te desinfecto, tenes las manos raspadas- se volvió sobre su silla para buscar el desinfectante. De cerca la belleza de Carlisle resplandecía aún más, podía ver sus largas pestañas cubriendo sus ojos color miel, su piel blanca como la nieve me tentaba a tocarlo. De todos los años que había pasado odiando mi castigo, este era el único instante donde estaba agradecida por ello. Carlisle me transmitía una sensación de tranquilidad y comodidad que nunca había sentido. Podía cambiar mi inmortalidad para vivir en este momento por siempre.
Envolvió mis manos en vendas no muy grandes, y colocó un nuevo cabestrillo en mi brazo. Antes de poder entender qué estaba pasando agarro mi cara con suavidad del lado donde no estaba golpeada y paso a inspeccionarla, su cara estaba a centímetros de la mía mientras me desinfectaba el pequeño corte en mi pómulo. Con más  cuidado del que debería, aplico sobre mi piel una curita de silicona apenas visible. Y así nos encontrábamos, con sus dos manos en mi cara, concentrado en la acción que llevaba a cabo.
Lo estaba mirando fijamente trabajar, cuando sus brazos bajaron lentamente y mi piel extraño su contacto, sus ojos encontraron los míos fijando su vista con una intensidad casi animal. Su mirada recorría mi cara y se posaba en mis labios para volver a encontrarse  con mis ojos, como pidiendo permiso. El espacio entre nosotros empezaba a desaparecer a medida que avanzaba sobre mí, y con un suave roce posó sus labios sobre los míos, como sellando un pacto.
Suave al tacto podía sentir su boca sobre la mía, tímida, pidiendo permiso para avanzar, moviéndose lentamente pero con seguridad, recorriendo mis labios y acaparandolos. Su aroma entraba en mi e invadía todo mi cuerpo, una fuerte fragancia a nardos con un dejo de jazmín y madera, impidiéndome pensar.
Puse mis manos sobre sus hombros y me abrí paso con la mano hasta llegar a su nuca en un intento de atraer su cuerpo mas hacia el mío. Carlisle noto mi necesidad y en un segundo estuve arriba de sus piernas mientras con una mano me agarraba por la cintura y con la otra me acariciaba la mejilla. El suave y tímido beso quedó en el pasado para dar paso a uno voraz y casi desesperado. Su boca ya no era suave con la mía y demandaba la misma intensidad, podía sentir mi respiración agitándose y como mi cuerpo subía de temperatura. Mis manos dejaron su lugar para empezar a recorrer su cuerpo, podía sentir sus músculos definidos debajo de la camisa la cual me molestaba, pero cuando las subí hacia el cuello de su camisa para poder desprenderla Carlisle me frenó. Agarró mis dos manos con una de las suyas, mientras la otra seguía apoyada en mi espalda baja y unió su frente  con la mía.
-Melinoe- habló -no debería haberte besado- mi corazón se encogió frente a su declaración
-Yo si quería besarte- confesé en un susurro casi contra su boca.
-No podemos hacer esto- volvió a decir
-pero, ¿porque no?- pregunte en una súplica
-Yo - contesto para luego hacer un silencio, nunca despegó su frente de la mia o movió sus manos de lugar - cada vez que te veo quiero estar al lado tuyo, pero no creo que esta sea la manera-
-No entiendo Carlisle-
-Seamos amigos- me dijo- por lo menos por un tiempo-
Podía sentir el cuerpo y la mente de Carlisle batallando entre qué hacer. Sabía que era un hombre correcto, tenía 23 años en su modo eterno, aunque 382 si los contamos en realidad. Y ahí estaba yo, una adolescente de diecisiete que venía a tambalear su mundo. O lo que él pensaba de mí era eso por lo menos. Quería aclararle todo ahí mismo con tal de que siguiera sosteniendome en la forma en que lo hacía, contarle que yo también era inmortal, que venía de una familia de dioses por más que estos solo fueran mitos, que me había enamorado y equivocado, pero que cargaba con mis errores. Que no tenía diecisiete, que al lado de él yo era mucho más grande, que a veces la inmortalidad me vencia y quería renunciar a todo, pero que no podía. Pero así como el pensamiento cruzó mi mente el mismo desapareció, no podía arreglar el problema de los vampiros en Port Angeles si le confesaba esto ahora, tendría que esperar y por ahora hacer lo que Carlisle sentía correcto.
-Está bien, seamos amigos- respondí muy a mi pesar - pero no te alejes de mí- rogué
Bajándome de su regazo con delicadeza y acomodándose me dijo que no lo haría. Le hice prometer que hariamos cosas juntos, porque los amigos hacen cosas juntos y acepto.
Esa noche dormí en el sillón que había en el despacho de Carlisle mientras él me leía una novela del medioevo.

BLUE MOON ➛ Carlisle Cullen (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora