Nico & Bels.

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Me agacho y agarro un par de claveles del jarrón, añadiéndolo al conjunto de flores que ya tengo en los brazos. Hago una pequeña mueca colocando bien las gafas de sol. Miro hacia el cielo, parece que quieren asomar un par de rayos por detrás de la cantidad de nubes que hay en el cielo.

Vas levar algo máis? — niego mirando hacia la mujer que me habla, dejo un par de monedas sobre su mano con una sonrisa — Grazas, rula.

Grazas, que teña bo día — le respondo con una sonrisa, la mujer se va a atender a otras personas que están en el puesto de la feria.

Camino entre los puestos hasta el carro de los churros, cojo media docena. Observo a la gente que conozco de toda la vida mientras espero para que me den el cucurucho. Muerdo el interior de mi mejilla al ver cómo algunas personas tantean entre si pararse o no, nadie lo hace, hoy no es el día.

Bajo la mirada hacia las flores, escucho entre el barullo de gente el sonido del oleaje con fuerza. El mar lleva bastante revuelto un par de días, y eso hace que se escuche aún más la manera en la que él rompe contra la arena y las rocas.

Entrego la moneda al churrero y recojo la bolsa que me da, mientras camino por la plaza del pueblo en dirección al cementerio. Voy enfrascada en mis pensamientos, mastico un trozo de un churro mientras paso rodeando a la gente que baja de camino a la feria.

Bajo por una pequeña cuesta hacia las verjas del cementerio. Abro y un chirrío me eriza la piel, siempre pasa lo mismo cada vez que vengo aquí. Levanto la mirada hacia el cielo, ya ha cambiado el tiempo y no queda ni rastro de aquel sol que intentaba brillar minutos antes. Resoplo al escuchar un ruido fuerte y bajo la mirada para ir hacia las lápidas.

Saco el teléfono y leo un mensaje de Nico, preguntando por mi ubicación. Le respondo que ahora lo llamo y guardo de nuevo el teléfono. Saco unas llaves de mi bolsillo y abro el cristal de la lápida.

— Hola, mamá — murmullo, pongo las flores en el pequeño hueco que hay y saco las que hay ya mustias en el jarrón—. Cuanto tiempo — susurro —, espero que todo esté bien ahí arriba — le hablo a la piedra, observo la fecha, veinte años desde que se fue —. Papá y papá están bien, hoy un poco tristes, te echan de menos — sonrío mientras camino hacia un pequeño grifo que hay a un lado de las lápidas—. Me sorprende que aún no hayan venido los abuelos, por lo general siempre tenías la vela puesta, pero estarán algo bajitos de ánimos, el tiempo tampoco acompaña al día— murmullo colocando el jarrón pegado a la derecha en la tumba—. Unos claveles con unas rosas, frescas de hoy — sonrío viendo su nombre en el mármol.

Me cruzo de brazos y doy un paso atrás. La fecha me remueve por dentro, 23 de Abril del 2003. Muerdo mis labios pensando en lo distinto que sería todo si ella estuviera aquí. Posiblemente papá y papá fueran mis tíos únicamente. Quizás no estudiaría en San Sebastián y... Quién sabe, a lo mejor ni siquiera conocía a Nico.

— Buenos días— hablando del rey de roma, noto su mano rodeando mi cintura y sus labios sobre mi cabeza.

— Buenos días, amor — le digo apoyándome en su cuerpo, poso la mano abierta sobre su pecho e inspiro profundamente llenando mis fosas nasales con su olor—. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

— Tu padre, Manuel, me vio bajar y me invitó a desayunar, me dijo que seguramente estabas aquí— asiento con media sonrisa y mis ojos fijos en la lápida—. ¿Quién es?

— Mi madre — muerdo mi mejilla y levanto la mirada hacia él—, la hermana de Victor.

— Anda... — me abraza por los hombros con cariño, posando su cabeza sobre la mía—. Nunca me has hablado de ella — me dice.

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