Capítulo cuatro: Odio

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Maximiliam

Llevaba dos horas escuchando un discurso de negociaciones de mierda que se plateaba generar Davis con la expansión de sus bares.

—¿Qué opinión tuviste de mis bailarinas? — Davis se dirigió a mí enarcando una ceja.

—Llevo dos horas escuchando tu discurso de mierda, ¿En verdad te importa la impresión que tuve?

—Vaya idiota que eres — Me dio palmadas en el hombro — Hemos sido socios desde que tengo memoria, así que simplemente quiero saber si es que mis bailarinas son lo suficientemente buenas para que sigas auspiciando el nombre de mi bar.

—Claro que lo seguiré haciendo — Bufé — Solo que, para la próxima vez, trata de ahorrarte tanta palabrería, tus cuentitos estaban causándome sueño.

—Lo tomaré en cuenta — Río a carcajadas.

Davis es uno de mis socios más cercanos. Nuestra familia siempre tuvo buena relación y creían que realizando una asociación fuerte podríamos generar mucho más dinero del que ya estábamos obteniendo, no se equivocaron al respecto.

—Espero que la chiquilla que mandé como tu bailarina personal no haya causado ningún inconveniente — Davis se dirige hacia a mí con el semblante serio.

—¿La pelirroja? — Me hice el desentendido.

—La mojigata lleva semanas buscando un aumento para comprar una nueva casa para su familia, al parecer vive en un mierdero y quiere un mejor lugar para mantenerlos.

Me quedé en silencio al recordar aquella mujer que se presentó en mi casa como si viviera aquí hace años. Su mirada y los recuerdos de la noche anterior aún invadían mi mente y causaban un escalofrío por mi cuerpo. Sin duda, era la mujer más sexi que había visto.

—No hubo ningún problema con ella — Aclaré — Tienes una excelente bailarina.

—Samantha Brown ha atraído muchos clientes al bar desde su llegada hace ocho meses — Sonríe de lado — Supongo que sería un excelente negocio para la ampliación de los bares que estoy preparando.

—Tú has lo que sea que tengas que hacer. Simplemente te recuerdo que no quiero ensuciarme las manos con tu mierda una vez más, no estoy para tus putos juegos.

—Wow, calmado — Bufa — De eso me encargo yo, no te preocupes en volver a ayudarme con uno de mis negocios más de lo que deberías.

—Jamás volvería a cometer ese maldito error — Exclamé furioso.

Davis palmeó mi hombro una vez más antes de tomar su chaqueta y salir de mi casa. Le hice una señal a mis guardias de seguridad para que comprobasen que su partida era cierta, y no tardaron en confirmarme que así había sido.

Subí los escalones para llegar hasta mi habitación, pero en el marco de la puerta, me topé con Laura, la mujer que se encargaba de administrar mi agenda y recibir a las visitas que llegaban a casa. Era una mujer bastante atractiva, con unas piernas esbeltas, un cabello rubio con pequeñas ondulaciones, ojos color miel y unas curvas voluptuosas que volverían loco a cualquier hombre que la viese en la falda tubo que llevaba puesta.

—Señor, Miller — Me sonríe — Quería informarle que su madre estuvo llamando como dos veces hoy. Le expliqué que estaba en una reunión con el señor Davis en su estudio, pero me pidió que la contactara apenas tuviera tiempo de atenderla.

—Gracias, ahora retírate.

—Una chica bastante desalineada y pelirroja estuvo aquí en la tarde — Hace una mueca de asco — Tenga cuidado con la gente de la que se rodea, muchos son de muy baja clase y no merecen codearse como alguien como usted.

La bailarina de Nueva OrleansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora