Maximiliam
El estrés de manejar el bar y mis otros negocios estaba incrementando. A veces me pregunta que mierda estaba pensando cuando le "compré" el bar a Davis, pero cuando recordaba la razón, una sonrisa de lado aparecía en mi rostro.
Había mantenido contacto con mi madre en las últimas semanas, era lo menos que podía hacer después de nuestra discusión. Por otro lado, mi padre había querido asomar sus narices por mi casa varias veces, obviamente Thomas acató mis ordenes como se lo indiqué y se encargaron de echarlo de aquí como la escoria que es.
—Señor, el reporte del bar acaba de llegar — Thomas se anunció en mi oficina con algunos papeles en sus manos.
—Déjalos ahí y retírate — Espeté.
Dejó los papeles sobre la mesa y se retiró sin decir una sola palabra.
Tomé los papeles, en los que se detallaba claramente el crecimiento del bar en las últimas semanas. Había un crecimiento económico bastante grande después de que el bar pasara a mi nombre, más adelante se detallaba con precisión la calificación y los buenos comentarios que compartían los altos ejecutivos de la ciudad sobre el desempeño de las bailarinas y de los meseros al preparar los tragos.
Todo estaba perfecto, en un correcto balance de cuentas y de comentarios, hasta que llegué a la parte de la asistencia y el trabajo de las bailarinas. Por supuesto, todas habían rendido perfectamente, a excepción de una, Samantha Brown. Su informe detallaba que no se presentaba al trabajo desde hace cinco días y que muchos de los clientes preguntaban por aquella bailarina que decían que destacaba mucho más que el resto.
Estampé el puño contra el cristal de mi escritorio. En tan solo cinco días, los clientes comenzaban a quejarse como colégialos por aquella bailarina pelirroja.
Me levanté del asiento de cuero para salir de mi estudio. Estaba hecho una furia y los empleados de mi casa podían ver que mis orbes ardían en fuego, así que para evitarse problemas me cedieron el paso y prepararon mi Mercedes Benz lo antes posible para mi salida.
—Señor Miller, su padre está en la puerta trasera pidiendo paso a la residencia — Anuncia Thomas cuando entro en mi auto.
—Pues más te vale encargarte de ese hijo de puta si no quieres que lo atropelle cuando salga — Espeté molesto — No quiero sus sucias manos en mi casa.
—Daré la orden de inmediato — Thomas se retira.
Cerré la puerta del auto y arranqué hacia la calle para dirigirme al bar.
Conducía como un loco y los idiotas que estancaban el tráfico no tardaron en sonar el claxon de sus autos contra mí o soltar algún que otro insulto. Finalmente, llegué al aparcamiento del bar en donde me recibieron los guardias de seguridad quienes se encargaron de vigilar mi auto apenas bajé de él.
Caminé hacia la entrada del bar que ya estaba siendo arreglado para otra noche de bailes, cocteles y diversión para mis clientes. Las bailarinas ensayaban en el escenario mientras que los meseros arreglaban las mesas.
Levanté la mirada buscando a una persona en específico, pero no la encontraba.
—¿Dónde está Daphne Rivers? — Me acerqué a una de las bailarinas.
—Estaba en su camerino alistando los vestuarios, señor Miller — Contesta la chica algo asustada ante mi autoridad.
Abandoné el escenario para dirigirme hacia el largo pasillo en donde estaban los camerinos. Cuando llegué al indicado casi y rompí la puerta de lo fuerte que la empujé, para encontrarme con Daphne.
ESTÁS LEYENDO
La bailarina de Nueva Orleans
RomanceSamantha Brown había pasado por varias injusticias y malos momentos durante toda su vida. Su madre enferma, su padre alcohólico quien la abandonó cuando apenas había nacido y una hermana menor quien necesitaba desesperadamente terminar sus estudios...