La semana entre Navidad y Año Nuevo pasa tan rápido que no me da tiempo ni a ser consciente de ello. He conseguido unos días libres en el trabajo y eso no puede hacerme más feliz. Me despido de mis compañeros con una sonrisa y voy directa al lugar en el que he quedado con Emma para ultimar los preparativos de Nochevieja. Aunque parezca mentira, estoy emocionada. Ilusionada por poder empezar otro año más rodeada de unos amigos tan alucinantes.
Cuando vengo a darme cuenta de la velocidad a la que pasa el tiempo, ha llegado el gran día. Así que ahí estamos, preparándonos para celebrar juntos la última noche del año.
Emma no para de retocar mi maquillaje, una y otra vez. A mi me parece que está perfecto, pero no es suficiente para ella. Así que sigue pasándome una brocha por la cara, sin parar. Y luego usa un spray que no sé ni para qué sirve. después pasa al pelo, aunque solo me he puesto una diadema. Pero aún así lo retoca. Y alisa las pocas arrugas imperceptibles de mi vestido. Intento no respirar, agotada por tanto detalle. En realidad me divierte la situación.
Cuando considera que estoy perfecta (bajo su estricto criterio), me hace girar sobre mi misma para verme desde todas las perspectivas. Aplaude mientras da un par de saltitos, emocionada.
-¡Estás guapísima! Me encanta, esta noche follas seguro.
-Vaya, que piropo tan bonito- respondo, conteniendo una carcajada.
La observo de arriba abajo con una sonrisa. Está preciosa. Con el pelo recogido y los ojos pintados a juego con la ropa que lleva. Cuidando hasta el último detalle.
La puerta de mi habitación se abre de pronto, mostrando a Ben vestido con una camisa y una pajarita. Muy elegante. Y muy impaciente por empezar a cenar, por lo que puedo leer en sus facciones.
-Vamos ya, pesadas. Estamos todos muertos de hambre- dice, confirmando mi teoría.
-¡Que ya vamos!- le grita su novia, con el ceño totalmente fruncido.
Cuando llegamos al salón, la mesa está hasta arriba de comida y bebida y, aunque parezca mentira, nos han esperado para empezar. Todos están muy guapos y elegantes, sus caras rebosan felicidad. Es una noche para pasarlo bien, de eso no hay duda.
Así que cenamos entre bromas y anécdotas, y brindamos por tantas cosas que se me olvidan la mitad. Y cuando nos queremos dar cuenta, estamos entrando por la puerta del pub de Gia y pierdo de vista a mis amigos antes de poder quitarme el abrigo. Observo a mi alrededor. La verdad es que todo está alucinante. Se nota de sobra toda la ilusión que ha puesto mi amiga en que esta fiesta quede alucinante. Hay luces de todos los colores que recorren el techo de punta a punta, como si fuesen estrellas. Y cortinas brillantes caen por las paredes, hasta el suelo. Varios globos gigantes vuelan por todo el local y hay una máquina que suelta pompas de jabón. La música es atronadora y la gente está bailando como si no hubiese un mañana.
Voy directamente hacia la barra, donde me encuentro con Harper y Ezra, para pedir algo de beber.
Y me dejo llevar. Porque me lo he prometido a mi misma, así que esta noche nada me frena y nada me preocupa. Me siento tremendamente feliz.
Llevamos un rato bailando y bebiendo cuando anuncian la cuenta atrás para el año nuevo. Estamos todos juntos y gritamos los números con todas nuestras fuerzas. El local estalla en confeti y música cuando el reloj marca las 12. Y entonces, entre los gritos de mis amigos y los abrazos, un susurro en mi oído provoca un escalofrío que me recorre la columna de punta a punta.
-Feliz año nuevo, chica desconocida.
Reconozco la voz antes de girarme y encontrarme de lleno con esos ojos verdes que puede (y digo puede) que aparezcan de vez en cuando en mis sueños.
Alec.
Y, por algún motivo que desconozco (quizás que estoy muy feliz o quizás la cantidad de alcohol que llevo ya en mi organismo), le muestro mi mejor sonrisa.
-Feliz año. No consigo entender cómo de pronto estás en todos los sitios a los que voy. Sé sincero, ¿me persigues?
-La vida está llena de bonitas casualidades, Morgan- parece divertido mientras me observa de la cabeza a los pies con todo el descaro que posee.
-Si- respondo, en el mismo tono jocoso- Eso parece. ¿Una copa?
-Vaya, ¿alguien ha empezado el año con buen pie? Estás muy simpática hoy.
-Siempre soy simpática, Alec, solo que tú no me conoces.
-Todavía- responde, con tanta seguridad que hasta me lo creo.
Levanta la mano cuando estamos delante de la barra y uno de los camareros se acerca. Le choca la mano y se abrazan como pueden a pesar del trozo de madera que los separa.
-Es Dylan- me dice, haciendo un gesto en su dirección.
El aludido levanta uno de sus brazos y me saluda, con una sonrisa de oreja a oreja. Me suena, igual que todos los camareros que trabajan allí. Recuerdo que ha compartido algún turno con Gia y que nos ha atendido en más de una ocasión. Pero poco más.
-Encantada- intento hacerme oír por encima de la música.
Dylan sirve tres vasos de chupito con un líquido transparente que quema mi garganta a medida que la atraviesa.
-Es mi compañero de piso- aclara Alec, una vez que tenemos cada uno una copa en las manos. Caminamos de vuelta hacia donde estaban mis amigos hace unos segundos. Y digo estaban porque solo Ben y Emma siguen allí, completamente ajenos a todo.
-Así que tu compañero de piso. Quizás no es tanta casualidad entonces que nos hayamos encontrado aquí, ¿no crees?
Él se ríe. Y eso me provoca un cosquilleo en la parte baja del vientre. No puedo dejar de observar lo guapo que es. Lleva una camisa blanca con los primeros botones abiertos y puedo ver a la perfección los tatuajes que tiene en el pecho. Parpadeo un par de veces para volver a la realidad porque estoy segura de que acaba de decirme algo y ni lo estaba escuchando.
-¿Qué?- pregunto, volviendo a mirar esos ojos verdes infinitos.
Alec sacude la cabeza y aparta un mechón castaño de su frente con esas manos grandes y llenas de anillos.
-He dicho- repite, dando un paso hacia mi y dejando apenas un par de centímetros de separación entre su cuerpo y el mío. Trago saliva. Me he puesto nerviosa solo por tenerlo así de cerca, ¿qué me pasa?- que a veces las casualidades no dependen del azar, si no de la estadística.
-¿La estadística?- pregunto, alzando una ceja y conteniendo una carcajada.
-Así es. Había un noventa por ciento de posibilidades de que vinieses aquí esta noche. Al fin y al cabo, tu amiga ha organizado esta fiesta. Y yo lo sabía. Contaba con el factor de que eres un poco rarita y quizás te quedases en casa. Pero he decidido jugármela. Para poder verte.
Abro mucho los ojos ante sus palabras. ¿Me acaba de decir que ha venido a esta fiesta con la intención de encontrarse conmigo? ¿Es en serio? No se ni que decir, la verdad. ¿Eso no es un poco siniestro? Hemos hablado dos veces. Tres, como mucho. ¿Y ha venido aquí por mi? Este chaval no está bien de la cabeza, eso seguro.
-Eh... yo... Bueno...
Doy un paso hacia atrás, decidida a salir corriendo cuando él estalla en carcajadas. Frunzo el ceño mientras me cruzo de brazos, sin entender nada.
-Es una broma, Morgan. Es muy fácil tomarte el pelo.
Mi puño se estampa con su hombro casi a la vez que esas palabras salen de su boca. Menudo imbécil.
-He venido con unos amigos, por no dejar a Dylan solo trabajando en Nochevieja. Están por ahí, puedo presentártelos si no me crees.
Se lo está pasando genial, de eso no hay duda. Entre palabra y palabra se le escapa alguna que otra risa. Y eso me provoca más ganas de golpearlo.
-No quiero que me presentes a nadie, listillo. Y no tienes ni chispa de gracia, que lo sepas.
-Yo creo que si- me dice, colocando un brazo sobre mi cabeza e impidiendo que pueda alejarme de allí.
Levanto la mirada y analizo cada detalle de su precioso rostro. Un imbécil, si. Pero un imbécil guapísimo, de eso no hay duda.
-Venga, chica desconocida. ¿Bailamos?
Y así, sin más, agarra mi mano y me arrastra a la pista de baile. Y, qué diablos, me dejo llevar. Porque, al fin y al cabo, he decidido que voy a disfrutar y estoy lo suficientemente borracha para que nada me importe. Aunque Alec sea un capullo arrogante, aunque probablemente no vuelva a verle en cuanto se aburra del jueguecito que tiene conmigo, sea cual sea.
Bailamos hasta que me duelen los pies y le pido, por favor, que me acompañe a por un poco de aire fresco. Hace rato que no sé donde se han metido mis amigos.
Salimos a la puerta, cigarro en mano. Hace bastante frío y no me he molestado ni en coger el abrigo. Me froto los brazos y miro a Alec de reojo.
-¿Qué?- me pregunta él, con una sonrisa divertida en sus labios.
-Nada- sacudo la cabeza, desviando la dirección de mi mirada.
-Vaya, y yo que pensaba que podríamos llegar a tener una conversación normal.
Eso me hace reír un poco.
-Todavía no se si eres un gracioso o un imbécil.
-Pues fíjate que yo pensaba que era ambos- responde, totalmente encantado con la situación.
Si, yo también creo que es ambas cosas. Y algo más. Pero no se lo voy a decir.
-¿Suele funcionar eso de ser un creído con las chicas?- contraataco, volviendo a enfrentar la mirada.
-Hace tiempo que no intento ligar con nadie, Morgan. Quizás mis técnicas están un poco oxidadas.
La carcajada que se me escapa es respuesta suficiente. Eso no se lo cree ni él. Seguro que está harto de conocer chicas y conseguir que caigan a sus pies antes de que abra la boca siquiera. Estoy a punto de decirle eso cuando agarra mi muñeca con suavidad y me hace mirarle a los ojos. Esos ojos verdes... Así una no puede concentrarse.
-Vale, chica desconocida. ¿Y si hacemos un segundo intento? Tómate un café conmigo y te demostraré que en realidad soy un encanto la mayor parte del tiempo.
Al final, me está empezando a gustar ese ridículo apodo que utiliza para referirse a mi. Me está mirando fijamente y parece sincero. No me veo capaz de negarme a su petición.
-Me lo pensaré- respondo, mordiéndome el labio inferior de forma inconsciente.
Pero él se da cuenta, y sus ojos viajan hacia mi boca. Y solo con eso, siento que la temperatura empieza a subir por mi cuerpo. Y lo nota, claro que lo nota. Es tan consciente como yo de lo que provoca en mi cuerpo con tan poco.
-¿Entramos?- le digo, intentando cortar la tensión de forma radical.
Asiente con la cabeza y agarra mi mano entre sus largos dedos. No me da tiempo a dar un paso cuando siento que me empiezo a marear. Un escalofrío recorre mi cuerpo y esta vez no tiene nada que ver con la cercanía de Alec. Él nota que no he dado ni un paso así que se gira en mi dirección. Y lo que ve no debe gustarle mucho porque en seguida coloca una de sus manos en mi frente.
-Morgan, estás ardiendo. ¿Te encuentras bien?
Sacudo la cabeza y me agarro de sus brazos porque siento que me voy a caer en cualquier momento. Me tiemblan las piernas. Mierda.
-Creo... creo que debería irme a casa- consigo decir, entre tiritones. Tengo mucho frío.
Alec asiente con la cabeza y me acompaña hasta el ropero para recuperar mi abrigo. Luego me sujeta por la cintura para evitar que me caiga. Estoy realmente mareada. Se sube conmigo en un taxi y me ayuda a subir las escaleras de mi edificio. Quizás si que me he precipitado un poco en sacar conclusiones sobre la clase de persona que es, porque se está comportando como un verdadero encanto conmigo esa noche. Me ha preparado incluso una infusión bien caliente y ha buscado el termómetro en el botiquín del baño. Cuando estoy en la cama, en pijama y tapada casi hasta la cabeza, es cuando me dice que se va.
-¿P-puedes avisar a m-mis amigos? E-estarán p-preocupados- consigo decirle, mientras mi cuerpo no para de sacudirse por el frío.
-Claro, chica desconocida. Yo les aviso. Intenta descansar, ¿vale? Buenas noches.
-B-buenas n-noches.
Me quedo profundamente dormida antes de que él tenga tiempo de llegar a la puerta de mi apartamento para volver a la fiesta.Pasan dos días hasta que mi cuerpo vuelve a tener la fuerza necesaria para salir de la cama. Al menos ya no tengo fiebre, aunque me siga doliendo horrores la cabeza. Ha sido una pequeña gripe, o eso dijo el médico. Unas cuantas pastillas, unos días de reposo y como nueva. Ahora mismo siento que me ha atropellado un camión, eso sí. Pero me arrastro como puedo a la cocina en busca de algo que vuelva a ponerme en marcha.
-¡Si es Morgan la Zombie!- se ríe Ben, mientras desayuna sentado en el sofá.
El gesto con el que le respondo es de todo menos amigable. Emm está en la cocina y me da una taza llena de café humeante sin tener que decirle nada.
-Me alegra ver que al menos ya puedes salir de la cama- me dice ella, con una sonrisa.
Nos sentamos las dos alrededor de Ben. Apenas he hablado con ellos en estos dos días. Cuando me fui de la fiesta me encontraba demasiado mal para avisar a nadie, pero tal y como había prometido, Alec les contó lo que había pasado. Debería darle las gracias, supongo. Se portó muy bien conmigo. Aunque no tengo su número. Ni ninguna otra forma de contactar con él.
-¿Cómo acabó la noche?- pregunto, a pesar de que fue hace casi tres días.
-¡Genial! ¿Sabes? Ojitos verdes es un verdadero encanto.
-¿Ojitos verdes?- pregunto, incapaz de creer lo que acabo de oír.
¿En serio mi amiga acaba de llamar así a Alec? ¿Ojitos verdes? Y yo que pensaba que no había un mote peor que "Mormor".
-¿No te parece un mote adorable? Así podemos hablar en clave cuando esté cerca.
-Porque el chaval es completamente tonto, claro. Jamás pillaría semejante nombre en clave- dice Ben, intentando contener una carcajada.
Eso enfada a Emma, que le lanza una mirada que podría haber helado el infierno.
-¿Acaso he pedido tu opinión?- responde ella, enseñándole la lengua.
-Ya...- interrumpo- como si Alec se fuese a convertir en parte de nuestras vidas o algo. No creo que vuelva a verle fuera del...
Iba a decir gimnasio pero la cara de Emma delata que me están ocultando algo. Ben desvía su mirada hacia la pared, que parece mucho más interesante que nosotras y ella muestra de repente la sonrisa más amplia de su arsenal.
-Em...- empiezo, en un tono de reprimenda- ¿qué has hecho?
-¡No fui yo!- salta, levantando sus manos en el aire a modo de defensa.
-Ha sido Gia, en realidad,- la apoya Ben- pero sí que contribuyó a hacer que pareciera una buena idea.
-¡Em!- me quejo, aunque no sé de qué están hablando.
Ella suspira, rindiéndose.
-Gia le ha invitado a la inauguración de su exposición.
Debe de ver mi cara de horror porque enseguida se apresura a aclarar la situación:
-¡Pero todos estábamos borrachos! Seguro que no se acuerda. Además, faltan más de dos semanas. Se le va a olvidar seguro. Segurísimo.
-Si, seguro que se le olvida- se burla Ben, totalmente divertido con la situación.
Suspiro. Estoy aún demasiado enferma para esto. O quizás son ellos los que me hacen sentirme así. Genial. Ahora resulta que son tan amiguitos. ¿No se conocen como desde hace... dos horas? No puedo entenderlo.
Es cierto que Alec se portó increíblemente bien conmigo en año nuevo. Es decir, apenas me conocía de nada y se aseguró de que llegaba sana y salva a casa, que me metía en la cama y hasta me preparó una infusión. ¿Eso es raro? Quizás si, porque no sé casi nada de él. Bueno, trabaja en el gimnasio y su compañero de piso conoce a Gía. Pero poco más. Y aún así, no me resulta tan extraño. Alec me genera sensaciones muy confusas. Y no me veo capaz de dilucidar sobre si eso es bueno o malo.
Vale. Demasiados pensamientos para haber estado enferma casi tres días. Necesito una ducha y un poco de aire. Quizás me vendría bien ir al gimnasio, aunque no me encuentre en plena forma.
Media hora después estoy allí, golpeando un saco con menos fuerza de la normal pero satisfecha por haber hecho algo medianamente productivo. Sin embargo, no he podido evitar sentir una pequeña punzada de decepción cuando he descubierto que Alec no estaba allí.

ESTÁS LEYENDO
INMARCESIBLE
Romance"Esto es lo mejor para los dos" Fueron las últimas palabras que le dedicó el que, hasta entonces, era el amor de su vida. Morgan ha tenido que recomponer los pedacitos que quedaban de ella después de que su futuro quedase completamente destruido. O...