CAPÍTULO SÉPTIMO

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La semana pasa tan rápido que no soy plenamente consciente de estar llenando el maletero de mi destartalado coche de regalos hasta que empiezo a darme cuenta de que igual no cierra. Suspiro, sacando un par de bolsas para dejarlas en el asiento trasero junto con mi maleta. No es muy grande, solo voy a estar fuera un par de días. Emma me abraza con fuerza cuando cierro la puerta y me giro hacia ellos. Ben también ha cargado ya hasta los topes el coche que ha alquilado para poder ir a pasar las fiestas con la familia de su novia. 

Nos vamos a ver en menos de 72 horas, pero Emma no para de llorar como si fuese una despedida para siempre. 

-¿Puedo saber que...?

Ben niega con la cabeza, divertido. Está acostumbrado a esta clase de reacciones. Y yo también, aunque sigo sin entenderlo muy bien. 

-¡Mormor! Me duele tanto tener que pasar las fiestas separadas. 

Es tan exagerada que me hace reír. 

-Prometo compensarte en Nochevieja- afirmo, subiendo al asiento delantero del coche. 

-¡Lo has dicho! ¡Ben es testigo! Nos vemos en tres días, pequeña Morgan. ¡Te quiero!

Sacudo la cabeza, divertida. Pasar de un extremo a otro en cuestión de segundos es algo en lo que mi amiga es experta. Cuando cierro la puerta y arranco el motor, subo el volumen de la música al máximo y conduzco con tranquilidad en dirección a la casa de mi madre. 

Se lo que voy a encontrar cuando llegue. Jane estará esperando en el jardín, fumando mientras cuchichea con nuestra vecina que suele estar regando sus plantas casi todo el tiempo. Hace poco que se quedó viuda y se aburre demasiado en casa. Mi madre estará dentro, fingiendo que no mira por la ventana cada dos segundos para verme aparecer. Mi tía May también estará allí, sentada en la cocina con mi madre, bebiendo cerveza mientras hace como que ayuda a cocinar aunque sea algo que hace terriblemente mal. La abuela estará en el porche, con Flip (su perro, casi tan viejo como ella) sentado a sus pies y leyendo algún libro. Conserva increíblemente bien la vista para la edad que tiene. Y Logan, el marido de tía May desde hace un par de años, estará sentado en el salón con Louis, el mejor amigo de Jane, que desde hace 4 años pasa todas las navidades con nosotros. Su familia está un poco peleada y él prefiere la diversión de nuestra casa. A mi madre le encanta. Siempre se pone a recordar anécdotas de lo traviesos que eran los dos desde pequeños y a hacer recuento de la cantidad de cosas que le han roto a lo largo de los años. A mi siempre me pregunta por Emma, que es como una hija para ella porque, al fin y al cabo, nos hemos criado juntas. Y yo siempre le digo que ella también la quiere mucho pero que tiene una familia con la que pasar las fiestas, por si se le ha olvidado que no es su madre real. 

Aparco frente a casa, a tiempo de ver como mi hermana pequeña corre hacia mi para abrazarme como si no me hubiese visto en años. Quizás he tardado en volver a casa más de lo que debería. Boston no está tan lejos del pueblo donde vive mi familia, solo un par de horas en coche. Pero me acomodo demasiado a la rutina y acaban pasando meses hasta que vuelvo de visita. Y luego me arrepiento. Porque son mi familia, y los quiero con locura. Siempre me han ayudado a ser yo misma, siempre me han apoyado en todas mis locuras. Y a pesar de que mis decisiones, en muchas ocasiones, no les han hecho mucha gracia, han seguido ahí para mi. Han recogido los pedazos más veces de las que puedo contar. 

Respiro profundamente mientras mi hermana me envuelve en sus brazos. Y siento que, por primera vez en bastante tiempo, puedo respirar profundamente de verdad. 

-¡Morgan está aquí!- grita mi hermana, entrando en casa la primera y cargada de bolsas como yo. Dejamos todo en la entrada al tiempo que mi madre aparece por la puerta de la cocina, secándose las manos en un trapo, y con una sonrisa de oreja a oreja. 

INMARCESIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora