Gota # 5☔

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DEMONIOS.

¿Cuál es uno de los conflictos/ dilemas más grandes de las mujeres?

Exacto, nuestra apariencia.

Y es que las mujeres nunca estamos conformes con nuestro cuerpo… con nuestra altura… con el tamaño de nuestros atributos… con nuestro cabello… con el tono de nuestra piel… con nuestro rostro….

Y muchas veces estas inseguridades son fomentadas por las etiquetas y los estereotipos…por el miedo al qué dirán… por miedo a hacer el ridículo. En otras ocasiones son por la costumbre, y sí, sé que suena raro, y que tal vez no me entiendan o no cojan la idea de a lo que me refiero. Pero las costumbres… las costumbres son algo arraigado en nosotros… son conductas que inconscientemente repetimos a diario o cada vez que ocurre cierta situación.

Os pongo un ejemplo…

Cuando era pequeña e iba a la escuela primaria, mis compañeros de clase se reían de mí por mi físico porque tenía sobrepeso y mi cuerpo entero está adornado con lunares y pecas. «Vaca» era mi odioso sobrenombre. Lo odiaba, pero a nadie parecía importarle porque seguían repitiéndolo una y otra vez, a pesar de que yo les dijera que no lo hicieran.

Al final se convirtió en una costumbre escucharlo… que fuera parte del léxico de mis compañeros. Y con el paso del tiempo aprendí a sobrellevarlo… a aparentar que no me importaba, que no me molestaba. Y fingí tan bien… que dejaron de usarlo, y el sobrenombre quedó en el olvido. Pero sin yo darme cuenta se transformó en una inseguridad… en uno de mis demonios…. Sin darme cuenta, me miré un día en el espejo y empecé a repetir lo mismo que ellos decían… ¿Por qué? Porque sonaba correcto… porque se me hizo tanta la costumbre de escucharlo que cuando pararon, fui yo quien empecé a atacarme… a criticarme… incluso a odiarme.

Lanzo otro vestido para la cama con molestia. Es el tercer vestido que me pruebo y no me gusta cómo me queda. Suspiro, frustrada, tomando otro vestido del armario y probándomelo. Me giro a mi mejor amigo, Damián.

– ¿Cómo me queda?– le pregunto, indecisa, mirando el escote del vestido.

– Estás preciosa con cualquier cosa que te pongas, incluso un saco de papas- me responde, rodando los ojos con cansancio–  Si Dylan te invitó a salir es porque le gustas… y lo que te pongas o dejes de poner no va a influir en la decisión que tomó.

Vuelvo la mirada al espejo.

«¡Vaca!», «A una gorda como tú no le quedan bien los vestidos. ¡Ponte un pantalón!», «¡Ay, Mary! ¿No crees que debes hacer ejercicio?», «¿ Por qué estaría contigo, si puede tenerme a mí?» «Mejor ponte detrás de nosotras, saldrás mejor en la foto» «¿Por qué no usas maquillaje?» «¿Has pensado en hacer dieta?» escucho a mis demonios susurrarme en el oído, repitiendo todo lo que me han dicho a lo largo de mi vida.

Siento mis ojos empezar a empañarse y los cierro para que Damián no los vea. «Soy hermosa. Merezco ser amada» «Soy hermosa. Merezco ser amada» repito una y otra vez en mi cabeza, intentando vencer a mis demonios.

Unos brazos me rodean desde atrás.

– Eres hermosa…– me susurra Damián, apretando su abrazo– Mereces ser amada…– sorprendida, abro los ojos, y lo miro a través del espejo. Me sonríe– Eres un libro abierto, María.

Lo que Cuenta la LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora