ESCUCHAR.«¡Escucha!» «¡Escucha, María!»
Tomo un sorbo más de mi leche con café, disfrutando las vistas desde la habitación de Dylan… O lo poco que puedo ver porque está lloviendo. Hago una mueca.
Hoy es uno de esos días que sientes como si todo el peso del mundo estuviera sobre tus hombros… como si nadie te entendiera… como si todo estuviera en tu contra…. Es raro pero me siento como una olla exprés a punto de explotar. Mis sentimientos están sobrecargados, y no puedo parar de escuchar la voz de mi abuela repitiendo lo mismo en mi cabeza: «¡Escucha!» «¡Escucha, María!»
¡¿Pero qué se supone que tengo que escuchar?!
Unos brazos me rodean la cintura.
– ¿Pasa algo?– me pregunta Dylan, besándome en el cuello– Estas frunciendo el ceño.
– Tengo una sensación extraña– le respondo, girándome en sus brazos– Es la lluvia.
Dylan me mira confundido pero a la vez curioso.
– ¿La lluvia?
«¡Escucha!» «¡Escucha, María!»
– Sí– asiento con la cabeza, apretando con fuerza mi agarre en la taza– Cuando era pequeña mi abuela decía que la lluvia le contaba cosas… cosas que debían ser recordadas. Decía que habían personas con habilidades especiales que hacían de puente entre los dos mundo– me muerdo el labio nerviosa, sintiendo la sensación volverse más grande– Que loca mi abuela, ¿eh?
Dylan no me responde, y la verdad es que no esperaba que lo hiciese.
«¡Escucha!» «¡Escucha, María!»
Vuelvo la mirada a la ventana para seguir observando la lluvia caer, tomando otro sorbo de mi leche con café.
Yo nunca le creí a mi abuela cuando decía esas cosas. Para mí eran cuentos que ella se inventaba para entretenernos a todos. Historias chistosas y divertidas con algún mensaje oculto que nos debería hacer reflexionar sobre algo que habíamos hecho y no deberíamos hacer. Solo cuentos… solo eso.
Que equivocada estaba…
«¡Escucha!» «¡Escucha, María!»
¿Por qué nunca me dijo nada? ¿Por qué no me dijo la verdad? ¿Tendría miedo a que la rechazara? ¿Qué la odiara? ¿Por qué, abuela? ¿Por qué?
Y ahora no puedo preguntárselo, porque aunque se lo pregunte ella no va a poder responderme… no podrá acordarse. Ahora no puedo decirle que la escucho… que escucho a la lluvia susurrarme al oído. O más bien, que escucho las voces de otras personas que la lluvia trae hasta mí para que me cuenten sus historias. ¿Qué hago, abuela? ¿Qué hago?
«¡Escucha!» «¡Escucha, María!»
Abro los ojos que inconscientemente había cerrado, seguimos parados delante de la ventana de la habitación de Dylan. Y Dylan está acariciando mi cabello, y sus labios junto a mi oído me están haciendo una pregunta:
– ¿Y tú le crees?
Tomo otro sorbo de mi leche con café.
– Yo también la escucho– le respondo, admitiéndolo por primera vez en voz alta y sintiendo la sensación volverse más ligera– La escucho susurrarme.
– ¿Y qué te susurra?– me pregunta, sin dejar de acariciar mi cabello.
– Que escuche… quiere que escuche.
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Lo que Cuenta la Lluvia
Aléatoire"Soy como Ícaro, pero vuelo hacia la Luna para que el Sol no queme mis alas". - María K. Fernández