Gota # 8☔

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PRIMER CORTE.

Sigo observándome en el espejo, furiosa con lo que veo.

¿Por qué siempre cuando hablan de la violencia familiar, se refieren a la violencia física? ¿Por qué nunca hablan de la violencia verbal? ¿Por qué nunca hablan del daño que ocasionan las palabras? ¿Por qué nunca hablan de las expectativas casi imposibles que tenemos que cumplir los hijos para satisfacer a nuestros padres? ¿Por qué nunca hablan de lo que tenemos que aguantar los hijos?

Eso también es un tipo de violencia... sólo que esa es aceptada, incluso esperada en muchas ocasiones por el resto de la misma familia.

Estoy cansada...

Estoy cansada de que ustedes jueguen con mi vida como si fuera las de ustedes... Estoy cansada de agachar la cabeza aunque no me equivoque... Estoy cansada que no valoren mis pensamientos, mis esfuerzos, mis sueños... Estoy cansada de no ser escuchada... Estoy cansada de solo ser catalogada como «la niña buena», «la niña obediente», «la puntualita», «la madura»... Estoy cansada que me exhiban como un premio... como un trofeo...

No quiero seguir fingiendo a ser la hija perfecta... No quiero seguir fingiendo que todo está bien... No quiero seguir fingiendo amar pasar el día entero con un libro delante estudiando como una perra para satisfacer sus expectativas... No quiero seguir fingiendo que odio las fiestas para cubrir que ustedes no me dejan ir a una... No quiero seguir fingiendo que amo los números y la ciencia...

Juego con la tijera entre mis manos, fulminado a la desconocida del espejo.

Ni siquiera me parezco a mí.

Yo no soy esta chica tan amargada... con tanto odio en su corazón. Simplemente no lo soy. Ellos me hicieron así. Hicieron que me olvidara de quien soy, de como soy. Los odio.... Los odio por hacerme esto.

¿Por qué simplemente no me aman como soy? ¿Por qué no aceptan mis defectos tanto como aceptan mis virtudes? ¿Por qué intentan cambiarme? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

Me vibra el móvil sobre la encimera del lavamanos. Es un mensaje de WhatsApp.

- ¡Amalia! ¡Por favor, no hagas una locura!- escucho la voz de mi madre, golpeando la puerta del baño- ¡Amalia!

- ¡Amalia! ¡Por favor, mi amor!- le sigue la voz de mi padre- ¡Hablemos!

Ignorando los gritos de mi madre y mi padre, dejo la tijera sobre la encimera y abro el mensaje de María, sabiendo que será el último mensaje que recibiré de mi hermana.

María: ¿Ahora, quién me ayudara a escribir poemas sucios inspirados en Dylan?
Amalia: Encontrarás a alguien.
Amalia: ¿Te llamó mamá?
María: ¿Mamá me ha dirigida la palabra en alguna ocasión para algo que no sea decirme que soy MUY mala influencia para ti, Amy?

No, tiene razón. Mamá nunca la llamaría. Ni siquiera en una situación como esta soy más importante que las malditas apariencias. Tragando saliva, miro por la ventana del baño. Sigue lloviendo.

El móvil me vuelve a vibrar en la mano.

María: No eres una cobarde, nunca lo has sido. Tomaras la decisión correcta y nos iremos de vacaciones a las Maldivas.
María: «Somos grandes, las mejores versiones de nosotras misma y nadie tiene el derecho a decir lo contrario. Puede que nos perdamos un poco en el camino, pero tenemos un camino que recorrer y eso es lo importante porque...» Ya sabes cómo termina.

Lágrimas corren por mis mejillas, mientras completo una de las frases favoritas de la abuela Narcisa.

Amalia: «No hay mayor soledad que estar parado en una multitud, sin un rumbo que tomar»
Amalia: Gracias, María... por todo. Por ser mi mejor amiga. Por ser mi hermana. Por ser simplemente María.

Dejando el móvil, tomo la tijera entre mis manos, y escuchando los gritos de fondo de mis padres, hago el primer corte... y otro... y otro... y otro...

El pelo cae.

Sonrío.

Volveré a ser yo.

Lo que Cuenta la LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora