Capítulo 9 - El relleno mata, el inglés también, la comida no

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-¿Ya es de... día? -pregunto para mis adentros al momento de que me erguía sobre el colchón. Bostezo abriendo la boca tan grande como te puedas imaginar y al terminar, me froto los ojos.

A lo lejos se observa la mañana llena de actividad en las calles y tiendas de artículos de super. Siempre me he sorprendido lo madrugadora que llega a alcanzar la gente mayor.

Saco mis piernas de las sábanas, busco las sandalias de hule y al levantarme, noto un objeto metálico que cae directamente al suelo causando un leve sonido que resuena por toda la habitación como un eco.

-¿Qué... es esto?

Al recogerlo, noto que se trata de una especie de collar-reloj. Tiene un símbolo extraño como figura que nunca había visto y las manecillas se mueven como es usual de un reloj.

-¿Y por qué tengo esto yo? -pregunto extrañada.

Luego me percato de una pequeña nota anaranjada pegada a la parte de atrás del reloj. Lo quito y leo su contenido, el cual es muy breve.

"Ella te dirá cuando sea la hora, Caroline"

¿La hora exactamente para qué? ¿Para que vaya a recoger su pedido de tamales o qué?

Mi estómago gruñe luego de escuchar aquella palabra, señal de que estoy hambrienta.

-Bueno, de todas maneras me hacía falta un reloj. Me arreglaré e iré a desayunar.

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Huevos revueltos con longaniza frita y frijoles refritos acompañados con jugo de naranja.
¡Buen provecho!

-Caroline, ¿desde cuando tu pecho es una tabla de planchar?

-«¿Eh?»

¿Es normal que tu madre pregunte eso así de la nada?

Típico: adolescente desayunando y su madre en la cocina le pregunta si está plana.

"Tabla de planchar" esa frase es tabú madre ¡tabú!

Espera... ¿¡qué se supone que le tengo que responder?! ¿¡Cómo debería reaccionar?! ¿¡Qué cara debería poner?!

-«Pero si siempre he sido así» - tranquilidad y paciencia son la clave de la armonía interior. ¡No se te olvide la voz!

-Pero... -ella le apaga al fuego de la estufa y se pone a un lado mío con el brazo derecho recargado sobre la silla-. Creo recordar que al menos tenías unas frutas aquí.

-¡Ah!

Mi madre puso su mano sobre mi pecho vacío en la playera. Inmediatamente ella pone una cara de asombro y restriega la palma dibujando círculos invisibles.

-«¡Ma-ma-mamá! ¿¡Pero qu-qu-qu-qué estas haciendo?!»

Puede que no tenga nada, ¡pero sigo siendo una mujer mentalmente!

Puedo sentir en mi rostro el sonrojo masivo que ha dominado mi piel. Un ardor hasta en las orejas tengo.

-¡No tienes nada! -exclama al fin mi sorprendida madre.

-«¡A-a-a-así he estado siempre!»

Que no lo note, que no lo note, que no lo note...

-Pero a las mujeres planas de todas formas se les siente un minúsculo bulto -y por fin quita la mano de mi pecho y la pone en su cintura-. A tí no se siente absolutamente nada.

¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?

-«Es... ¡es la genética!»

¡No soy un chico! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora