La tentación

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Mirabel no podía creer que el hombre que tenía enfrente, quien la había arrastrado hasta ese sitio con tal crueldad y que la miraba peligrosamente, fuera su tío desaparecido.

Bruno Madrigal era una sombra de su viejo ser. Seguía usando su ruana verde con motivos de relojes de arena y seguía teniendo una apariencia desaliñada, con su cabello negro largo y despenado en el cual algunas canas ya habían aparecido y su barba mal afeitada, pero al mismo tiempo había cosas que habían cambiado drásticamente. Su ruana tenía manchas de sangre, su camisa arremangada dejaba ver sus brazos con algunas cicatrices en ellos, sus ojos estaban permanentemente brillando de un amenazante color verde, además de que le habían aparecido horrendas líneas negras que parecían grietas oscuras en su rostro, debajo y alrededor de sus ojos. Su expresión amable y su sonrisa tímida, que era lo único que Mirabel recordaba de él, había sido reemplazada por una mirada fría y calculadora que le heló la sangre.

-¿Tú... tú eres...?- dijo Mirabel sin aliento.

El hombre comenzó a caminar alrededor de ella sin responderle, como si quisiera mirarla mejor con la tenue luz de la lámpara; Mirabel seguía en una posición defensiva con sus brazos cerca de su pecho y estaba tan asustada que no se atrevió a moverse. Al dar una vuelta completa, Bruno se plantó delante de ella y entrecerró los ojos.

-Creciste- dijo él. Ahora Mirabel notaba que tenía una voz ronca, como si no estuviera acostumbrado a usarla- la última vez que te vi eras una enana...-

-¿Tú eres mi tío Bruno?- preguntó ella sin aliento, pensando en que ahora no se parecía nada a la silueta en su puerta abandonada. Aquello no pareció gustarle mucho.

-Tch tch...- dijo él en tono de burla, aunque no sonrió y no dejó de fruncir el entrecejo- ¿acaso no escuchaste lo que tu querida abuela gritó cuando me echó de casa? Desde hace diez años que no soy parte de tu familia, Mirabel-

Mirabel tragó saliva sin bajar los brazos. Sin ningún aviso, Bruno volvió a tomarla de los hombros y esta vez la empujó contra el tronco de un árbol.

-¡Fueron diez años!¡Diez malditos años, y todo fue tu culpa!- exclamó Bruno como si estuviera furioso. Mirabel lo miró horrorizada pensando que le iba a hacer daño, pero su tío finalmente suavizó su mirada, cosa que no la tranquilizó para nada- no, claro que no fue tu culpa, fue culpa de ellos...-

Bruno soltó uno de sus hombros y, aunque ella trató de evitarlo, puso una mano en su mentón y la hizo levantar la mirada. Los brillantes ojos verdes de su tío estaban sobre los suyos como queriendo leer el fondo de su alma.

-Tch... lo sabía. ¡Lo sabía!- siseó Bruno finalmente soltándola- ugh... ¡eso era lo que no quería que pasara!¡Todo fue para nada!-

Bruno comenzó a caminar en círculos de nuevo, cabizbajo y hablando en voz baja, repitiendo que algo estaba mal y que no quería que eso pasara. Mirabel aprovechó para mirar a su alrededor, se encontraba en medio del bosque pero no tenía idea de cómo regresar al pueblo. Además, si se decidía a salir corriendo para escapar de él, seguramente él sería más rápido y la alcanzaría. Quizá si lo hacía hablar podía entender qué estaba pasando.

-¿Qué es lo que no querías que pasara...?- preguntó dudosa.

-¡Eso!¡Eso en tus ojos!- dijo Bruno tomando sus hombros otra vez y sacudiéndola levemente- ¡ella puso eso ahí!-

Mirabel no tenía idea de lo que estaba diciendo y se soltó de él, rodeando el árbol y dando un paso atrás para volver a poner distancia entre ellos.

-¿Qué... qué estás haciendo aquí?- dijo ella asustada. Era evidente que algo parecía preocuparle pero no sabía que podía ser. Quizá solo quería decirle algo y la dejaría ir de regreso a casa, o le daría tiempo de planear algo.

La maldición de la familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora