Lo que pasó hace diez años

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Lugar desconocido

Más tarde

Mirabel estaba haciendo que los objetos a su alrededor flotaran en el aire bajo la mirada asombrada de asombro de todos sus familiares y de la gente del pueblo. Podía ver la sonrisa llena de orgullo de la abuela que normalmente estaba dirigida para Isabela en su dirección, diciendo en voz alta que Mirabel era su nieta favorita. Vio a sus padres y a Luisa sonriéndole también orgullosos y a Isabela verde de envidia.

-¡Mirabel!¡Mirabel!- todas las personas en el pueblo coreaban su nombre y aplaudían ante sus nuevas habilidades.

Aún estaba escuchando los aplausos cuando sintió una mano huesuda y fría caer sobre su hombro, mientras que una voz siniestra que le dijo al oído.

-Gracias por traerme la vela, mariposita. Ahora solo tú tendrás un don-

Mirabel se volvió hacia atrás al escuchar eso, pero no había nadie ahí. No había nadie tampoco a su alrededor tampoco. La chica parpadeó sin entender y comenzando a asustarse. ¡Si hace unos momentos todos estaban ahí!

-¿Dónde están todos?-

Y fue entonces cuando lo sintió, algo cayendo en su cabeza. Puso una mano en alto para tratar de detenerlo y tomó un poco en sus manos: era arena constantemente fluyendo encima de ella. Mirabel trató de quitarse del camino pero chocó contra un cristal frente a ella. Dio un paso atrás y nuevamente chocó contra un cristal: se dio cuenta de que el cristal no solo estaba enfrente, sino que la rodeaba completamente.

-¿Pero qué está pasando?- dijo Mirabel comenzando a sentirse desesperada, golpeando el cristal con sus puños cerrados, tratando de romperlo y escapar pero sin lograr siquiera estrellarlo.

Al mirar hacia arriba se percató con horror que estaba atrapada en el interior de un gran reloj de arena. A través del cristal pudo ver a un enorme Bruno sosteniendo el reloj de arena en una de sus manos y la vela mágica en la otra, riendo mientras sus ojos verdes brillaban cada vez más intensamente con cada carcajada.

-Gracias Mirabel- dijo Bruno mirándola a través del cristal del reloj de arena- fuiste de mucha ayuda-

-¡NOOOOOOOO!-

Mirabel despertó respirando agitadamente tras esa horrible pesadilla, y tardó unos segundos en comprender que todo se había tratado de un sueño. Al despertar, la chica se encontró en un sitio cálido y agradable, recostada en una superficie firme y cubierta de una especie de manta que olía a lana.

-Mmmm...- gruñó en voz baja mientras se frotaba los ojos, los cuales se sentían arenosos. No pudo ver muy bien cuando decidió finalmente abrirlos porque no tenía sus gafas, pero sí se dio cuenta de que estaba acostada en el suelo sobre lo que parecía ser la piel de algún animal, y que frente a ella había un agradable fuego frente a ella; el crepitar del mismo era el único sonido que alcanzaba a percibir.

No, eso no era cierto, se escuchaba un murmullo lejano pero no podía discernir ninguna palabra ni a quien pertenecía. Sentía un agudo dolor en la frente y, al llevarse la mano, dejó escapar una exclamación de dolor.

-Ay...-

Escuchó un chillido a su lado, y al volverse vio a la rata que había estado siguiendo, mordisqueando un trocito de queso.

-Ah, mira nada más quién decidió despertar- dijo una voz detrás de ella. Mirabel se incorporó rápidamente de rodillas, y vio un manchón borroso de color marrón y morado frente a ella, pero reconoció inmediatamente la voz. Sintió que alguien tomó su mano y puso las gafas sobre ella. Cuando se las puso, Mirabel pudo ver a la persona que estaba con ella.

La maldición de la familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora