El Reencuentro

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Habitación de los niños

Diez años después

Mirabel se levantó más temprano que de costumbre. Esa mañana era el cumpleaños de Antonio y sabía que sus tíos llegarían para felicitarlo en cualquier momento. Era una de las cosas que más detestaba de no tener una puerta: el hecho de que seguía atrapada en la habitación de niños y que los adultos no parecían estar conscientes de que ya era una mujer y necesitaba privacidad, entrando a su cuarto sin avisar incluso cuando ella estaba aún en su bata de dormir.

Resignada a levantarse temprano, la muchacha tomó sus gafas de la mesita de noche y se vistió tan rápido como pudo, preparándose para el día. Como sus tíos aún no habían llegado, Mirabel les ganó la oportunidad de felicitar a Antonio primero. Se sentó en el borde de la cama de su primo y movió un poco su hombro para despertarlo.

-Mmmm mmmmmm mmmmm mm- tarareó la canción de cumpleaños mientras que Antonio se desperezaba- ¡felicidades, Antonio! Ya tienes cinco años-

El pequeño sonrió ampliamente y saltó a los brazos de su prima para abrazarla.

-Gracias, Mirabel- dijo Antonio somnoliento. No pudo decir nada más porque, tal y como Mirabel lo había previsto, tío Félix abrió la puerta de pronto sin tener el mínimo reparo en tocar o preguntar si podía pasar y entró a la habitación seguido de Pepa, Camilo y Dolores.

-¡Feliz cumpleaños, Antonio!- dijo Félix tan pronto como azotó la puerta mientras que Mirabel se apartaba para sentarse en su propia cama para mirar la escena- ¡adivina qué! ¡Una nueva puerta apareció!-

Antonio abrió los ojos grandemente de sorpresa y emoción mientras que Mirabel se mordió el labio. Había otra puerta, eso significaba que pronto habría una ceremonia que la abuela ya estaría planeando. Tarde o temprano tenía que pasar eso, Antonio obtendría su don y ella sería la única Madrigal sin uno.

-¡Feliz cumpleaños, Toñito!- exclamó Pepa con lágrimas de alegría en sus ojos causando una nube de lluvia, mojando la cama y el suelo.

"Genial", gruñó Mirabel mentalmente. Sabía que la lluvia no era culpa de su tía, sino de sus emociones que eran difíciles de controlar, pero sí era su culpa que había entrado a su habitación sin su permiso a hacer ese desorden.

Pronto las felicitaciones terminaron y todos se fueron a desayunar, dejando a Mirabel sola con sus pensamientos. La muchacha solo atinó a dejarse caer en su cama y respiró hondo. Bueno, al menos si Antonio tenía su propia habitación, la suya volvería a ser solo suya y por fin se terminarían esas violaciones a su privacidad, o al menos eso esperaba.

Respiró hondo y miró por la ventana mientras trataba de poner una expresión valiente.

-Hacer que mi familia esté orgullosa de mí...- dijo ella antes de acomodarse el cabello en el espejo y salir de su habitación.

Mirabel bajó al comedor donde toda la familia estaba reunida para el desayuno. La abuela levantó la mirada hacia ella con esa mirada fría que siempre había tenido con ella desde que su puerta había desaparecido y se había quedado sin don.

-Bueno, ya que Mirabel por fin decidió bajar a desayunar podemos comenzar- dijo la abuela antes de sonreír con dirección a su nieto más pequeño- todos estamos felices por el cumpleaños de Toñito y la aparición de su puerta, es una buena señal de que la magia sigue estando fuerte después del revés de hace diez años-

"Ah, claro", pensó Mirabel hundiéndose en su asiento "porque lo que pasó conmigo fue solo un revés".

Durante los últimos diez años, a pesar de que los dones habían estado presentes, la gente comenzó a pensar que la magia se estaba debilitando desde la noche en que ella no había obtenido su don. Ahora la abuela tenía la perfecta explicación, era culpa de la magia, era Mirabel la persona defectuosa que no había recibido ninguna magia.

La maldición de la familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora