Había una vez, una niña llamada Madison, a la cual le encantaban las hadas, sabía todo sobre ellas; sin embargo, por más que lo deseara, nunca había visto una.
Una noche, durante la víspera de su 4to cumpleaños, se despertó, debido a la luz incandescente que provenía del cielo. Madison, corrió hacia la ventana y observó un sinnúmero de luces en el cielo, parecidas a las luciérnagas.
Llevaba mucho tiempo presenciando maravillada el desfile de luces, que no se había fijado en que una de ellas, se había posado frente a ella, fuera de su ventana. Desprendía una luz cegadora, por lo cual la niña tuvo que cubrir sus ojos, hasta quela luz empezó a descender.
Madison, quitó sus manos de sus ojos y sólo entonces, pudo ver con claridad, una chica muy pequeña, cubierta por un vestido diminuto color rojo, cabello rizado, orejas puntiagudas, alas, las cuales la mantenían flotando, desprendía un polvo dorado a su alrededor.
- ¡Un hada! –gritó Madison, mientras abría mucho sus ojos.
El hada, le sonrió y empezó a revolotear alrededor de la niña, mientras esta reía y bailaba, así pasaron durante horas, hasta que Madison se durmió sobre la alfombra de su habitación. El hada, al ver que la niña no abría sus ojos, sonrió, la cubrió con una manta y se marchó.
A la mañana siguiente, Madison despertó y al recordar la noche anterior, saltó de su cama y empezó a buscar por todos lados; sin embargo, por más que buscara, no la encontró. A pesar de la tristeza de la niña, se arregló para la escuela y se marchó junto a su madre.
Durante el recreo, Madison les contó a sus amigos lo que ocurrió en su habitación la noche anterior, pero todos se rieron y se marcharon hacia el aula de clases sin creerle una palabra, puesto que ya había finalizado el receso.
Cuando hubo caído la noche, la niña se acostó, pero se negaba a dormir, con la esperanza de volver a ver a su hada, pero no tuvo suerte. Así, transcurrieron varias noches, la niña cada vez perdía más las esperanzas, incluso a veces pensaba que lo había soñado, como le decían todos sus amigos en la escuela.
Llegó la noche del domingo, en la cual se cumplía 1 semana desde el día en que pensó que había visto a su hada. Madison se disponía a dormir, cuando escuchó un golpe en su ventana, abrió sus ojos de inmediato y observó como el hada luchaba contra el vidrio, intentando entrar. Una enorme sonrisa se instaló en los labios de la niña e inmediatamente se dirigió al encuentro con su hada.
En cuanto el hada entró en la habitación, empezó a volar por todos lados, bajo la atenta mirada de la niña. Cuando no hubo lugar por ser explorado, el hada se posó en lo alto de un estante.
En cuanto Madison tuvo toda la atención del hada, esta sonrió y empezó a hacerle preguntas:
- ¿Cómo te llamas?– preguntó la niña, esperando escuchar la voz del hada, imaginaba que podría ser muy bajita o talvez muy fuerte, pero no obtuvo respuesta, más que una sonrisa y una sacudida de cabeza.
Entonces, la niña supo de inmediato que el hada no tenía nombre y, sobre todo, no
podía hablar o talvez no podía entender el idioma de las hadas. Sin embargo, no le importó, puesto que sí podía entenderlo que ella decía y de inmediato se puso a pensar un nombre adecuado para la pequeña mujercita que tenía en frente.- Elsa. No, no parece nombre de hada –murmuraba la niña para sí.
- ¿Te gusta, Melody? –preguntó la niña, mirando al hada, al momento que esta arrugaba su pequeña nariz y negaba con su cabeza.